Lun 18.01.2010
espectaculos

MUSICA › RECITAL DE DAVID LEBON EN EL ANFITEATRO DE COSTANERA SUR

Rock para pasar el verano

Ante casi 3 mil personas, el ex Seru Giran dio muestras de estar en buena forma artística, acompañado por una banda ajustada. Tocó varios de sus clásicos, desde “Viernes 3 AM” hasta “Noche de perros”. Hilda Lizarazu y el “Negro” García López fueron los invitados de la noche.

› Por Matías Córdoba

En el verano, la oferta cultural en la Capital Federal (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, perdón), escasea. Basta con observar la grilla de los espectáculos para que la tristeza de los que se quedan asome: todos se mudan a la costa. A veces hay excepciones, pero en su mayoría –y especialmente lo que tiene que ver con el rock– se aleja de aquí durante tres meses para instalarse frente al mar. Sin embargo, el sábado tocó David Lebon con su banda en el anfiteatro de la Costanera Sur, en el marco del Aires Buenos Aires, Cultura para Respirar, ante casi 3000 personas y, verdaderamente, eso se convirtió en una gran celebración de música.

El hombre tiene encima toda la historia del rock nacional. Currículum vitae: Pappo’s Blues, La Pesada del Rock and Roll, Color Humano, Pescado Rabioso, Polifemo y Seru Giran. No es poco ¿no? Y además, en los últimos años, Lebon comenzó a saborear lo que había sembrado: grabó dos discos en vivo con Pedro Aznar; Andrés Calamaro lo invitó a cantar en su show del Luna Park el año pasado, volvió a tocar en Pescado Rabioso en el inolvidable concierto de Spinetta y las Bandas Eternas y sacó Déjà Vu, un álbum excelente donde deja en claro que es uno de los mejores guitarristas de la Argentina.

¿Pero no es, también, uno de los artistas más olvidados por el público? “Ustedes vinieron hoy porque es gratis, si no, no vendrían”, dijo sobre el escenario. Y aquí valdría la pena detenerse un poco. Salvo en Polifemo, siempre ocupó el segundo lugar en los grupos donde tocó. Si Norberto “Pappo” Napolitano, Billy Bond, Edelmiro Molinari, Luis Alberto Spinetta y Charly García fueron los capitanes de esas naves, para el público en general Lebon era uno más del cuerpo de marineros. Pero, tal vez, éste sea su gran momento.

En el recital todo había arrancado para estallar: solos de guitarra y una base rítmica contundente. Las primeras canciones fueron palos en la cabeza: “Tiempo sin sueños” y “Encuentro con el diablo” (primera incursión Seru Giran), después sí llegaron las canciones de amor, esas que hurgan en los corazones y llegan a lo profundo de cualquier alma sensible. Un dato: desde algunos medios se había prometido la presencia de Juanse y Ricardo Mollo; ambos no estuvieron en la velada (Divididos tocaba esa misma noche en El Teatro, del barrio de Flores).

Pero Lebon no estuvo solo. Lo acompañaron Silvio Furmansky (guitarra), Hernán Gravelloni (bajo), Adriana Sica (guitarra), Leandro Bulacio (teclados), Víctor “Panchi” Lebon (hijo, baterista) y las apariciones esporádicas de Hilda Lizarazu en coros, además de Carlos García López en el solo de guitarra de “Suéltate rock and roll”, canción que sonó sobre el final del show. Lo que se notó fueron las bondades de Lebon sobre el escenario cuando dejó que sus músicos se expresaran. Hizo y dejó hacer a todos con libertad (respetando siempre una misma idea: rockear a todo trapo), pero no intentó, en ningún momento del recital, ubicarse por encima de sus colegas, sino que se quedó en el mismo escalón que sus compañeros de banda. Ejemplos: Adriana Suca cantó “Hombre de mala sangre” y lo acompañó, a dúo –y a doble guitarra acústica–, para hacer “Esperando nacer”; Silvio Furmansky desató varios solos de guitarra que fueron los que el público más aplaudió; presentó a toda su banda. De Gravelloni, su bajista, dijo: “El es la base. El que mantiene todo esto”. Y Lebon también hizo de las suyas. “Así es la vida, está llena de solos de guitarra”, apuntó.

Mientras tanto, en el predio había familias enteras sentadas en reposeras junto a la heladera portátil, disfrutando del show. Un show que tenía de todo: el cantante y guitarrista tenía que leer todas sus letras (¡hasta las de su último disco!) para cantarlas, y un plomo, cansado de correr entre tema y tema para ubicar las fotocopias de las canciones en el atril, se había convertido en uno más de los artistas principales. “Perdonen, pero me olvidé las letras en el hotel, así que estamos tocando canciones que me acuerdo. Estamos llenando huecos hasta que lleguen.” Y después de un rato, llegaron. Y la lista original pudo seguir su curso. Al cabo de unos minutos, se escuchó desde el público: “No te preocupes, David, las cantamos nosotros”.

Papel aparte para Hilda Lizarazu, ahora novia de Lebon. Primero, sentada en el VIP, junto a la madre del músico, no paró de alentarlo con los brazos levantados. Después subió al escenario, cantó, tocó y ¡bailó un lento! con su pareja. Todo al compás de la música y del aplauso popular. Fue la estrella invitada (además del “Negro” García López).

“El tigre y el dragón”, de su último disco, fue dedicada al dengue, en alusión a la invasión de mosquitos que se había dado cita en la Costanera. Uno de los momentos más emotivos llegó cuando la banda hizo “Buenos Aires Blues”, una autobiográfica descripción del infierno y, además, hubo un saludo para los que estuvieron en esos momentos difíciles en la vida del Ruso. “Me siento satisfecho / también estoy feliz de ser yo mismo / de no caer en el abismo / no me dejen ya partir”, se oyó en la voz de Lebon sobre la base. Si bien se escucharon algunos clásicos (“Viernes 3 AM”, “Treinta y dos macetas” y “Noche de perros”) no faltó el que, desde el público, le gritó: “Tocá una conocida, una que sepamos todos, loco”. Pero Lebon ni se inmutó. Faltaron “Seminare”, “San Francisco y el lobo”, “El tiempo es veloz” y “Cuanto tiempo más llevará”, casi una herejía para los que se quedaron esperando por ellas. A pesar de eso, la gente, que por momentos se mantuvo en un estricto silencio expectante, acompañó con algunos saltos y aplausos lo que fue el final del recital, con los músicos abrazados, saludándolos con los brazos en alto.

Detrás de las vallas corrían los productores. Después todo se calmó. Se escuchó: “Ya está, ‘Noche de perros’ fue la última”. El público, que se agolpó sobre la valla, quería ver a los músicos. Las puertas del VIP se cerraron, todo quedó en familia y entre amigos. El predio ya estaba vacío. Sobre las calles laterales, la gente caminaba con una sonrisa, sabiendo que aquello había sido, tal vez, un premio por no haberse ido lejos.

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