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Viernes, 9 de julio de 2010

MUSICA › ESTEBAN MORGADO TOCA TODOS LOS VIERNES DE JULIO EN CLASICA Y MODERNA

Los dedos también saben cantar

Tras su gira europea para presentar Vamos que venimos, el guitarrista ofrece una suerte de “fogón” personal en el que lo acompaña su cuarteto. En el ciclo suenan Los Beatles mezclados con Piazzolla y Jobim con los Expósito.

 Por Cristian Vitale

Esteban Morgado acaba de colgar la guitarra y lo único que le importa es el plato próximo a calentar la mesa. Viene de cerrar su recital de entrecasa en Clásica y Moderna con una fulminante versión de “Libertango”. Habla con su mujer del clima generado, jode con los mozos, recibe saludos de ciertos seguidores y manotea lo previsto: tortilla y agua sin gas. Primer bocado y una sensación: “No me aburro porque me largo a hacer cosas sin red, sin haberlas ensayado, con la complicidad de la gente y hasta puedo pifiar. No me flagela”, cuenta, como primera aproximación al ciclo que durará los viernes de julio que restan en el boliche de Callao al 800.

Recién llegado de una gira por Europa que lo paseó por Perugia, Luxemburgo, Atenas, Londres, Munich, Milán y Berlín –para presentar su último disco, Vamos que venimos–, Morgado descansa y se relaja ante un marco íntimo. Lo suyo es un fogón bajo techo, en el que entran el “Blackbird” beatle, “Cuando tú no estás” y “Nada”, antes de dar paso al “Gardel de los últimos tiempos” (el Polaco Goyeneche), a través de “La última curda” o “Sur”. Otro mix entre “Here come the sun” y “Naranjo en flor”, en medio de un clímax que se funde con los ensueños del vino y la participación de la gente –él lo llama delivery– que pide temas: “Los mareados”, “Volver”, “Cambalache”, “Yira Yira”, alguna pieza de Jobim, otra de Zitarrosa y la voz de Caracol, que adoba la única parte no instrumental del set. “Algunos se confunden con Si lo sabe cante y quieren subir a cantar”, es el chiste, antes de terminar con su “Libertango”, que cuenta entre las mejores defensas del clásico de Piazzolla. “En los temas cantados no acompaño con acordes, sino que toco la melodía para que la gente cante encima. Abro el juego”, describe.

–Y no puede escaparle a la impronta de una generación: Jobim y Piazzolla, Lennon y Zitarrosa...

–Está bueno, porque como abro el juego para que la gente pida temas, una vez que empieza a participar se le abre el corazón. Aparecen los recuerdos, la guitarreada, lo que me nutrió toda la vida...

–¿Por qué no canta?

–Trato de cantar con los dedos (risas), es otra onda.

La tortilla baja, pero el autor de “Morena” no para de hablar. Dos bicicletas italianas modelo ’40 plantadas en el entrepiso lo devuelven a Milán: “Allá la gente tiene un fanatismo, una pasión impresionante por el tango. En Berlín hay 16 milongas, en Milán 8, ¡y hasta se organizan milongas en los castillos! Y acá tenés que bancarte que sigan diciendo que el tango está muerto... La verdad es que es un error grave”.

–En general, esas opiniones parten de una base “musical”. Hay quien sostiene que hoy la danza determina a la música, en cierto sentido.

–Pero si uno desconoce que gran parte del tango tiene que ver con la danza, está mirando para otro lado. Todo este fenómeno que pasa en el mundo tiene que ver con la danza, con este baile tan maravilloso, tan pasional, con ese abrazo al que los europeos del norte no están acostumbrados. A eso se le agrega un siglo de música con todas sus variantes, y unos poetas de la hostia, y da una combinación explosiva que, lejos de estar muriendo, o de ser moda, como sostienen otros, está en plena expansión. Yo siento que cuando los bailarines toman tu música y la llevan, es la gloria.

Morgado y su cuarteto llevan diez años de ruedo y seis discos en consonancia con tal “fórmula del éxito”. La calidad musical no choca con el interés de los bailarines, no entra en contradicción. Tanto, que los últimos dos discos (Milongueros y Vamos que venimos) fueron financiados por dos milongas porteñas. “Ahora estoy grabando otro que, calculo, saldrá en agosto”, adelanta. Con Batacazo como nombre posible, el nuevo trabajo del Cuarteto –él, más Walter Castro en bandoneón, Quique Condomí en violín y Horacio “Mono” Hurtado en contrabajo– le abrirá otra oportunidad al riesgo: una versión de “Blackbird” en clave de milonga, otra de “Así”, clásico de Sandro, y cuatro temas de folklore: “La chacarera vieja”, “Merceditas”, una zamba instrumental propia y “Oración del remanso”, cantada por Verónica Condomí, se mezclarán con un repertorio afín a la cosecha personal. “Nunca le pierdo pisada al riesgo, me comprometo”, dispara Morgado.

–A propósito, aunque cambiando de cuestión, ¿cuál es su mirada respecto de la política del actual gobierno?

–Se han hecho muchas cosas con las cuales estoy muy de acuerdo: el tema de los derechos humanos, por ejemplo. Soy incondicional con la lucha de Madres y Abuelas, tengo compañeros y amigos desaparecidos, viví el terror como militante de la Juventud Comunista y egresado del Nacional de Buenos Aires en el ’76, y el hecho de que los genocidas estén presos en cárceles comunes me parece algo muy ponderable, tanto como la ley de medios o la Asignación Universal por Hijo. Aunque también admito que hay cosas en el debe. La distribución de la riqueza es una... Ver esa pobreza que duele, ¿no? También habría que aclarar el tema de la deuda, decir concretamente qué se logró con todo lo que se ha pagado y poner presos a quienes nos endeudaron... Pero hay que ser conscientes de que se está peleando contra intereses muy fuertes, poderosísimos, algo que conlleva un buen síntoma: que la gente se defina, se saque la careta. Es necesario que haya definiciones que no hubo durante tanto tiempo... Siempre se caía en las cuestiones acomodaticias, o de gatopardismo, y hoy se está haciendo política. Se está enfrentado a un poder terrible, que provoca maniobras soeces y espantosas. Y es bueno que el Gobierno salga airoso ante ellas.

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“Nunca le pierdo pisada al riesgo, me comprometo”, asegura Esteban Morgado.
Imagen: Carolina Camps
 
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