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Jueves, 2 de marzo de 2006

MUSICA › FRANZ FERDINAND, TELONERO DE U2, TOCO EL MARTES EN EL LUNA PARK

Cóctel hedonista, pero a todo volumen

 Por Roque Casciero

¿Quién habrá sido el que le dijo al sonidista de Franz Ferdinand que era buena idea poner el volumen al máximo en el Luna Park, famoso por su efecto “bola de sonido”? Gracias a la sobredosis de decibeles, el debut del cuarteto escocés recordó al de Oasis, sólo que en los Gallagher tenía más sentido que las guitarras tomaran por asalto al público. En el caso de Franz Ferdinand, el problema fue que el volumen brutal golpeaba, sí, pero también les quitaba matices a canciones que los tienen (al menos en los discos), aunque su mayor atractivo resida en ritmos irresistibles y melodías que quedan clavados en el cerebro. Pese a todo, se trató de un concierto memorable, con una banda que salió dispuesta a no tomar prisioneros, como les corresponde a artistas que están en “su” momento y que todavía no tuvieron tiempo para aburguesarse ni dejar que la barriga asome debajo de sus atildados atuendos de dandies. Por eso, desde el primer acorde de This Boy, los afiladísimos riffs de las guitarras de Alex Kapranos y Nick McCarthy levantaron a seis mil personas entregadas al saludable hedonismo de Franz Ferdinand.

Con su primer álbum epónimo el cuarteto sólo se proponía hacer bailar a las chicas. Y vaya si lo logró: vendió más de tres millones de copias, se llevó el Mercury Prize entre otros premios, y se convirtió en la gran cosa nueva del Reino Unido. Tenía sentido, porque las canciones son pegadizas, vibrantes, vitales. En las guitarras hay ecos de Television y Talking Heads, combinadas con la desprolijidad funky de Blondie (para la que resultan fundamentales el bajista Bob Hardy y el baterista Paul Thomson), como si estos escoceses tuvieran bien aprendido el manual de la new wave neoyorquina de los ’70. Pero también está el pospunk en su ADN, con el lado más upbeat de bandas como Joy Division, Wire y Gang of Four, y en el segundo álbum, You Could have it so Much Better (que salió en octubre y ya lleva facturados más de dos millones de copias), incluso se animan con un par de baladas acústicas en las que no quedarían nada mal las voces de Lennon y McCartney. Con dos discos tan buenos bajo el brazo, faltaba ver, aquí y ahora, por qué acaban de ser elegidos como la mejor banda en vivo por el semanario inglés New Musical Express, por ejemplo. Ahora ya no quedan dudas.

La primera explosión fue con el hit reciente Do you Want to, con todo el Luna Park coreando (con la banda) el riff. Una vez que tuvo al público en el bolsillo de su ajustado pantalón de vestir, Kapranos se dedicó a entretejer su guitarra con la de McCarthy en Tell her Tonight y Auf Achse, y a marcar esos súbitos cambios de ritmo que ya son marca registrada de Franz Ferdinand (y que dejaron de sorprender, hay que decirlo), como en I’m your Villain o el hit Jacqueline, que abrió los bises. Hubo una especie de momento de relax con Eleanor put your Boots on, aunque las pulsaciones eran demasiadas y no terminó de tomar buena forma. Y si el espíritu era festivo, ¿qué mejor que Take me Out, la canción que los puso en el mapa rockero? En ese tema le dan un pequeño giro a su propia fórmula: toda la estrofa está al principio y luego estalla un largo y contagioso estribillo, que en el debut argentino de la banda fue una enfática invitación al salto y al grito.

Kapranos se mostraba comunicativo y, aunque costaba entender su cerrado acento escocés, le dedicó una canción a Germán, productor hace unos años de un ep tributo a los Smiths en el que participaban tres bandas argentinas, y The Karelia, el grupo anterior del cantante. También hubo una presentación de los músicos casi al borde de la autoparodia, aunque para no tomarla en serio había que recordar que estos escoceses son muchachos de escuela de arte. Pero, en general, la banda se dedicó a electrizar a un público en el que predominaban las chicas, disparando a repetición con Darts of Pleasure, 40 y Michael. En los bises, Evil and a Heathen se puso casi punk, el lado B Van tango (“ustedes saben de esto”, dijo McCarthy) casi descarrila, y el final con This Fire fue energía desbordante. “Este fuego está fuera de control/ Vamos a incendiar esta ciudad”, cantaba Kapranos en ese cierre magnífico, como si las llamas lo devoraran por dentro. Y con su camisa roja abierta y con menos compostura de gentleman, lograba trasladarles el mismo sentimiento a todos los que saltaban abajo, felizmente descontrolados.

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Franz Ferdinand cautivó a seis mil fans.
 
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