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Jueves, 25 de agosto de 2011

MUSICA › ERICA GARCíA ADELANTARá SU DISCO ELEVEN ESTA NOCHE EN LA TRASTIENDA

“El artista debe ser una antena”

Después de una temporada en Estados Unidos, la cantante regresó con la valija repleta de proyectos, que van desde un álbum de canciones hasta amplificar en radio y televisión los debates y comentarios que propicia en las redes sociales.

 Por Luis Paz

Fueron 116 comentarios y 77 adhesiones vía el botón “Me gusta”, toda una cifra. “Aunque el gobierno sea bueno, la naturaleza del artista es no ser oficialista”, había publicado Erica García en su perfil de Facebook, minutos antes de entrevistarse con este diario, y el debate explotó. Pero limpiando la situación de polvo luego de ese big bang dialógico digital, son atendibles unos cuantos hechos contenidos en esa frase, y en esa red social, que definen en parte la naturaleza de la vida y obra recientes de García. En principio, la reformulación que viene haciendo sobre su función artística en torno de su nueva vida. La onda expansiva alcanza también al rock, a la música y al arte: cómo actuar, qué ser y por qué hacer son tres interrogantes que la cantante hace partir desde su caso para bocetar algún cuadrante de acción para los artistas de este siglo. Y, finalmente, la realidad (más bien, las realidades) de esta Argentina a la que la artista regresó luego de una larga estancia en Estados Unidos. Hasta allí, lo más obvio, lo menos escondido en esa sentencia lanzada vía web. “Pero también ese debate da la pauta de otros proyectos en los que estoy trabajando con mucha energía: tengo ganas de replicar esos debates y esos llamados a la reflexión en radio o en televisión. Y eso es toda una primicia, porque me acabo de encontrar con esa epifanía un rato antes de venir a esta nota.”

¿En qué consistió la revelación? “Me di cuenta de que estoy buscando mi lugar en mi propia vida, después de tanto cambio. La música, por lo menos la que hacía antes de irme, no me motiva tanto ya. En Los Angeles salió a relucir mi vena histriónica y comunicativa y el hecho de que funcione me reveló que durante años me ajusté y me até yo misma al rótulo de música. Ahora tengo ganas de explotar la parte comunicativa, de ser un canal para el debate de ideas y de proyectos. Estoy en un hermoso momento de mucha libertad de acción y de creación. Y ubicada, lo que me es fundamental. Siento que en este abanico de cosas me estoy mostrando realmente como soy ahora y que pude dejar atrás algunos vicios que tenía cuando era más chica”, comenta, agazapada en un banco de madera desde el que explotará, en un rato nomás, cuando se entregue a un análisis “de esta era y de lo que implica hacer música o arte en ella”.

Tiene ganas de charlar y es entendible: “Hacía como diez años que no salía a contar mis cosas en la prensa argentina, así que tengo mucho que contar”, avisa. Con mucha razón: luego de la repercusión de Amorama, el disco que contenía su hit instantáneo “Positiva” y que venía a completar las ideas que ya había mostrado en sus disfrutables placas El cerebro y La bestia durante los ’90, Erica García se radicó en España casi que por imposición de su compañía discográfica y se mudó luego a California, en donde vivió hasta el año pasado. Allí llevó a cabo su proyecto Mountain Party, grabó un disco y compuso música para películas en las que actuó. Ya de regreso, lleva adelante el ciclo Santo Bombo, una fiesta-happening de percusión folklórica, y tiene listos dos discos: Eleven, una colección de canciones, y un disco de folklore compuesto con sangre y megabytes. De hecho, presentará Eleven hoy a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460).

–¿Cómo serà Eleven?

–Con canciones, básicamente. El rock como sonido ya no me seduce tanto, pero tampoco es que ahora soy “la artista avant garde”. Me manejo con el concepto de salirme del rock o más bien de no quedarme en él. Hoy soy eso que se verá en Eleven y en el disco de folklore que lanzaré luego.

–Es una transformación, sobre todo para aquellos que le perdieron el rastro luego de Amorama y que no conocieron su trabajo de estos años.

–Es que me fui diez años, estuve ausente para una generación completa, lo suficiente como para ser olvidada. Pero no fue lo que me pasó. Volví, llamé a todos lados y empecé a armar cosas. Para mí fue muy natural, pero no comprendo por qué lo fue para los demás también, por qué me dicen que sí y recibo este apoyo. Creo que no es algo muy normal, sobre todo porque nunca fui muy famosa, no es que vendí cientos de miles de discos.

–Desde su regreso ha tenido repercusión su actividad digital. Comentó la Copa América vía Twitter y fue muy seguido, y su perfil de Facebook, en base a esos debates que presenta, explota día a día. ¿Piensa en eso?

–Sí, fueron una forma de darme cuenta de que me gusta conducir un debate. Me siento segura para publicar algo, debatir y discutir, siempre con el ánimo de generar debate e ideas y no peleas. Ahora me gustaría llevar eso a la televisión o a la radio. Tal vez haya funcionado lo de hablar de fútbol y política por el lugar y el modo desde el que encaro esos mundos: un lugar totalmente natural, que no se basa en el gran conocimiento, sino en el estar ahí y comentar lo que veo, tratar de presentar un análisis, una crítica o una valoración y sostenerlas.

–Valores esenciales en las redes sociales. ¿Qué importancia les da a ellas?

–Valoro mucho lo virtual. Para mí es parte de la realidad, no se puede separar realidad de virtualidad, son parte de esta misma dimensión. Internet es un hito en mi vida: me liberó de tantos pruritos y corsets.

–¿Cómo cuáles?

–El de ser música, por ejemplo. Y más que eso, el de ser “rockera”.

–¿Y desacuerda ahora con el “deber ser” del rock?

–El rock argentino tiene que decir muchas palabras y el público de rock quiere que le des la verdad de la vida en una canción. No están para el surrealismo y la poesía, están buscando un himno que puedan cantar y con el que sentirse identificados. Creo que el “deber ser” del rock como algo solemne, como mecanismo de representación que te tira la posta, ya fue.

–Disculpe, pero está al borde de la herejía rockera...

–Bueno, está bien, hay una tradición de canciones de protesta y del rock en dictadura, pero también siento que sacrificamos la altura de la música por una letra que diga una verdad y que muchas veces ni siquiera la dice. No lo juzgo, pero lo analizo y no quiero volver a entrar en esa lógica. Me parece más válido serle fiel a mi momento, a mi era. La generación que domina al rock es muy reticente a la actualización. Es entendible porque su escuela es la que le dio forma al rock argentino, pero generaciones más nuevas, dentro de las que quizá ni entro por mi edad, sí precisan de otro rock, de otra música. Y eso tiene que llevar al rock, al arte y a la música hacia nuevos sitios. Habría que replantearse al rock como espacio.

–¿Cómo se podría empezar?

–Viendo este momento como una posibilidad. En mi caso, siento que volví a ser virgen: de nuevo tengo frescura y libertad para la música. Hay que aprovechar este momento de cambio, mío y de la música, para probar nuevas cosas. Quizá no toque más en vivo, pero sí con twitcams (teleconferencias vía Twitter). No lo sé. Me gusta que sea un momento de cambio en el mundo de la música, porque eso abre muchísimas posibilidades. Pero si te quedás pensando en que te van a piratear el disco, te paralizás y no hacés nada.

–Dice que piensa en otro modo de hacer música, ¿también de ser músico?

–Sí, es un cambio de producción y de acción. Estamos en 2011 y las cosas, el mundo y las funciones de los artistas son diferentes. Querer mantener el statu quo te lima, porque hay tiempos en la industria que no van con tu corazón: la mayoría de los músicos odiamos nuestros discos cuando salen. La curva de emoción ya bajó y se pasó...

–Para usted, ¿cómo se recupera la emoción de ser músico y hacer música?

–Manteniendo la independencia de criterio y entendiendo que la función del artista es ser una antena. Por eso digo que estoy ubicada, pero estoy desmarcada. Bien parada en la cancha, pero sin marcador. En lo político lo mismo: soy fetichista de las personas y Cristina Fernández me gusta, pero tengo que mantener la capacidad crítica. No me gusta el imperativo, pero para mí el artista intenta cincelar un mundo que es posible pero que todavía no existe. Y para poder hacerlo, precisa de inconformismo. Se me hace difícil hacer arte desde el confort y no desde la puesta en crisis.

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“Se me hace difícil hacer arte desde el confort y no desde la puesta en crisis”, afirma García.
Imagen: Cecilia Salas
 
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