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Sábado, 6 de octubre de 2012

MUSICA › EL TRIANGULO DE MOMPOX EN NICETO

Esperanto de una generación

 Por Juan Ignacio Provéndola

Erase la historia de unos amigos. Punto final. Esa podría ser la biografía más cabal de Mompox, cuyos destinos siempre responden íntimamente a los vínculos afectivos que unieron a unos con otros, y luego a éstos con aquéllos. Desde Trijaus, que no era un trío sino el dúo que armaron en 2007 Ignacio de Andrés y Juan Tobal bajo la producción de Ezequiel Spinelli y cuyo único disco (Tree house) alcanzó cierta repercusión en Europa cuando ni siquiera habían tocado en la Argentina.

Ese fue el humus del que fermentó Mompox, la buena nueva del indie local, con letras en inglés y un nombre que no pertenece a ningún idioma, pero que remite a un breve pasaje del barrio porteño de Constitución. Cuidado: la de los Mompox –que esta noche se presenta en Niceto, Niceto Vega 5510– no es una amistad ociosa y desinteresada. Es la expresa unión de melómanos empedernidos y diestros ejecutantes de sus instrumentos que se juntaban horas y horas a compartir discos e intercambiar conocimientos como parte de un intenso proceso por conocer la música, desgranarla y entenderla. La música, para ellos, es un lenguaje universal que codifican y decodifican a sus anchas. El esperanto de una generación retrofuturista que descubre el más allá en los rastros del pasado, lanzándose al cosmos desde la clave de Sol contenida en un pentagrama.

The big umbrella (2010) fue la materialización de esa ambiciosa polifonía, gestada en una casa del delta del Tigre alquilada durante un mes para componer las 16 canciones de ese disco debut, que demandó casi dos años de grabación. “Cada vez que se nos ocurría meterle una capa de cuerdas, vientos o lo que sea, íbamos a un estudio y lo hacíamos. Así, pasamos por siete distintos y terminamos teniendo hasta una sesión de clarinetes y violines klezmer y otra de percusiones brasileñas, un delirio”, se sincera Ignacio de Andrés, voz, guitarra, teclados y artilugios varios de una banda que hoy comparte con Juan Tobal (voz, teclados y guitarra), Ale Wonder (voz y piano), Ezequiel Spinelli (bajo y sintetizador), Maxi Cataldi (batería, octapad, metalofón y percusión), Andrés Ravioli (trompeta y percusión) y Maxi Russo (trombón y efectos especiales).

“Todos crecimos escuchando mucha música angloparlante de los ’60, así que fue natural pensar las letras de nuestros temas en inglés. La cacofonía del idioma nos suena bien para las canciones que hacemos y nunca nos propusimos probarlas en español porque no sabríamos muy bien cómo hacerlo”, explica Ignacio de Andrés acerca de la decisión que llevó a Mompox a escribir en el idioma de Shakespeare, singularidad que sigue inspirando la remanida pregunta entre curiosos y afines. “A veces, nos agarra curiosidad por saber cómo sonaría un tema de Mompox en castellano y nos resulta inimaginable, casi cómico. De hecho, a veces los cantamos en español y quedan horribles. De todos modos, lo único que importa es que la canción esté buena. No hay más vueltas que darle: si el tema es bueno, el idioma no importa en lo más mínimo.”

A ese cóctel de folk, psicodelia, beatle, bolero y sonidos varios que significó su ópera primera le sucedió El triángulo, así llamado por defecto semiótico ante la falta de nombre constante y sonante. “Cuando buscábamos nombre para nuestro disco, queríamos un símbolo que pudiera ser leído en distintos idiomas y que resultara igualmente entendible”, apunta De Andrés, y profundiza: “El triángulo nos venía siguiendo desde unos meses atrás. Es el pasado, el presente y el futuro, y en un año tan fuerte energéticamente como el 2012 nos pareció apropiado. Mompox, a su vez, tiene tres caras: la música, las letras y el espectáculo visual. En nuestros recitales son igualmente importantes las tres, por eso subtitulamos nuestras letras, ponemos muchas visuales y trabajamos intensamente la música y los arreglos”.

Para su segundo disco habían redoblado la apuesta de abandonar la amabilidad de los elementos acústicos para abrazar los beneficios de la tecnología. Una decisión que modificó los planes de la banda. “Cuando se editó el disco nos sentamos a escucharlo y nos preguntamos: ‘¿Cómo demonios vamos a hacer para reproducir todo esto en vivo y que se entienda?’. La mayoría de los temas son una pila de sintetizadores con una capa de cinco voces encima y programaciones”, cuenta De Andrés. “Técnicamente, era difícil llevarlo al directo y que se escuchara bien, así que llegamos a la conclusión de que lo mejor era hacerlo en el único lugar donde tenemos el control total de la situación sonora: nuestra propia sala.”

Así fue como hicieron treinta micropresentaciones para treinta personas durante el año pasado en La Fábrica de San Telmo, la sala en la que también ensaya Banda de Turistas y que comparten con grupos de danzas y artistas plásticos. Algo así como la contracara de lo que podrá verse esta noche en Niceto con su espectáculo 1, 2, 3, donde hay promesa de una puesta grande, un set generoso con distintos climas, temas nuevos, proyecciones audiovisuales, láseres y subtítulos simultáneos. Una auténtica kermés 2.0. “Queremos que la gente se meta con nosotros en la galaxia Mompox”, resume el cantante.

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