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Domingo, 4 de junio de 2006

MUSICA › “OUT OF TIME”, UN DOBLE DVD IMPERDIBLE

Mano Negra, el festín

Documentales, conciertos, videoclips, rarezas y diecisiete canciones inéditas: la caja que acaba de salir aquí es lo más parecido al paraíso para quienes estuvieron –y los que no también– en Obras en julio de 1992. Y una prueba de que, aún hoy, La Mano es insuperable.

 Por Eduardo Fabregat

Durante mucho tiempo, Mano Negra tuvo un status de mito. De mito lejano: a fines de los ’80, solo unos pocos conocedores (el Cadillac Sergio Rotman, entre ellos) tenían noción de la existencia de esa máquina surgida de las entrañas del París más alternativo. La llegada de La Mano, en combo con la compañía de teatro callejero Royal de Luxe en el proyecto Cargo 92, fue sólo otro toque de exotismo en la Buenos Aires de julio de 1992. Para los periodistas curiosos, hubo degustación hasta el exceso del Pernod con el que se combatía el frío en el Melquíades, el barco anclado en un Puerto Madero muy diferente al actual, que incluía en su bodega la fiel reproducción de una callejuela parisina. Y hubo un plato fuerte –y más que eso– en el show con el que Mano Negra demolió Obras, produciendo en todos los presentes la pregunta de “¿Cómo no sabíamos que existía esto?”. El correr del tiempo ayudó a construir el mito: aquella noche, en el estadio de Libertador no había más de 1500 personas, pero hoy una rápida encuesta daría un resultado de quince o veinte mil.

A partir de aquel show, de la rotación en Music 21 del clip de King Kong Five, la tarea del día fue salir a conseguir algún disco, un single, lo que fuera, de La Mano. No fue fácil: hubo que buscar mucho y pagar una pequeña fortuna para hacerse de las ediciones originales de Patchanka (que al día de hoy, al no existir lanzamiento local, sigue costando la misma fortuna), Puta’s Fever y King of Bongo, pero la experiencia de recrear esa noche lo valía. Quince años después, la globalización exhibe su costado festejable: el sello EMI acaba de poner en todas las bateas Out of Time, un DVD doble con todo, pero absolutamente todo lo que el fan de Manu Chao y su cofradía de franceses locos puede desear tener. Un festín, un banquete, una prueba contundente de hasta qué punto La Mano marcó un antes y un después en la era del mestizaje musical.

En los años siguientes a esa única visita a Buenos Aires, Mano Negra dejó de ser un pequeño secreto. En eso tuvo mucho que ver el boca a boca posterior, la edición argentina de Puta’s Fever y King of Bongo y la participación de Fidel Nadal y Pablito (de Todos Tus Muertos) tanto en el Expreso de Hielo que atravesó tierras peligrosas en Colombia como en Casa Babylon, ese canto del cisne con el grupo ya en desbandada y el himno Santa Maradona como poderoso imán para las almas argentinas. Después, Manu Chao se volvió paradójicamente Clandestino para iniciar un romance más popular con estas tierras, pero la leyenda de La Mano permaneció y se agigantó. Out of Time ayuda a comprenderla, a desmenuzar el mito, mejor que cualquier ensayo periodístico, obrando por acumulación de material a cuál más sorprendente. A saber: el disco 1 incluye Pura vida!, un documental realizado por el bajista Joseph Dahan, el cantante y percusionista Philippe Teboul y el tecladista Thomas Darnal –sí, el que tiró un televisor al grito de “¡Esto es una mierda!”, ante la mirada atónita de Mario Pergolini en La TV ataca–, y Rock’n’roll band, un compilado de actuaciones en todo el mundo de 1988 a 1992. En el disco 2, en tanto, aparece Puta’s Fever, el documental de Brigitte Rémy y Pascal Mourier sobre la gira de ese disco (antes editado en VHS), más otro retrato de gira –Tourneé generale– de 1990, diez videoclips, toda una serie de bonus con rarezas y ¡17! tracks inéditos de audio. Como queda claro, lo de “banquete” no era un término aproximado.

Aunque se puede empezar por cualquier lado, la recomendación es arrancar por Pura vida!. No sólo porque ofrece un relato ordenado de La Mano desde su origen hasta el final, sino porque abunda en imágenes inéditas y raras. Manu, los tres realizadores, el guitarrista Daniel Jamet, el baterista Santiago Casariego, el trompetista Antoine Chao y el trombonista Pierre “Kropöl” Gauthe abrieron el archivo y de allí salió un auténtico collar de perlas, escenas que van de los primeros ensayos amontonados en un cuartucho al último show en las calles de París frente a más de 50 mil personas –enmarcado por una prohibición gubernamental finalmente levantada, y un despliegue policial como para la guerra–, la aventura del Cargo, el tren colombiano y la diáspora de integrantes ya hartos del torbellino permanente. Con declaraciones de ayer y de hoy, el documental va retratando el camino que fue de los grupos Joint de Culasse, The Flapper’s, The Hot Pants, Los Carayos y Casses Pieds a la conformación de La Mano, y cómo se fue cocinando esa mixtura de ritmos que el grupo cultivó como nadie.

Lo que se entrevé en algunos pasajes de ese documental –los shows del ’90 en Guayakill, la gira por Pigalle, la demolición sonora de Sidi’h’bibi en Japón– se vuelve moneda corriente en las películas de concierto: sobre el escenario, Mano Negra era algo nunca visto, ocho demonios lanzados en velocidad pero sin perder un ápice de precisión instrumental, invitando al público a invadir el escenario y a pesar de ello manteniendo siempre el control de la situación. Soledad, Indios de Barcelona, Rock Island Line, Junky Beat, Letter to the Censors, Pas assez de toi, La ronde de nuit, Killin’ rats, Mano negra, van dibujando el amplio mapa sonoro del octeto, capaz de pasar de la calma al vendaval en cuestión de segundos, provocando un desquicio arriba y abajo. Ese mismo desquicio, al cabo, provocó el final de la banda, que vivió cuatro años de demasiado voltaje: sobre todo en 1989 y 1990, La Mano giró literalmente por todo el mundo tocando un día sí y otro también, incluso continuando la fiesta en algún bar después del show. De modo inevitable, semejante trajín, la misma combustión que propiciaba ese desempeño en escena, terminó conduciendo a la implosión. Las esquirlas sirvieron a la extraña paradoja de que un grupo francoespañol abriera toda una nueva era en el rock latino. Y debe ser por eso que, en pleno pogo en el living con King Kong Five, no haya manera de hacerse a la idea de que todo eso ya es cosa del pasado. Al grito de “¿¡Qué pasa por la calle!?”, Mano Negra sigue siendo una banda insuperable. Demasiado viva para ser un mito.

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Mano Negra a fines de los ’80, en los suburbios de París.
 
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