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Lunes, 1 de julio de 2013

MUSICA › NOTABLE PRESENTACIóN DE LA ROYAL CONCERTGEBOUW ORCHESTRA EN EL TEATRO COLóN

La performance como acto excepcional

El programa elegido por el director Mariss Jansons podría haber sido considerado como trillado... hasta que la orquesta empezó a sonar y demostró que puede convertir cada actuación en un festín diferente. Brilló también el solista Denis Matsuev.

 Por Diego Fischerman

En su primera visita a Buenos Aires, en 1971, la Royal Concertgebouw Orchestra de Amsterdam, dirigida por Bernard Haitink, abrió el concierto con una obra dodecafónica de Kees van Baren. En su actuación de 1998, con Riccardo Chailly en el podio, presentó dos programas: El sombrero de tres picos de Manuel de Falla y la Sinfonía Nº 2 de Sergei Rachmaninov en uno, Metamorfosis para 23 solistas de cuerdas y la Quinta de Gustav Mahler en el otro. El repertorio de esta nueva visita, con el extraordinario Mariss Jansons como director y las Sinfonías Nº 5 de Piotr Ilich Tchaikovsky y Nº 1 de Gustav Mahler como piezas de fondo de respectivos conciertos, podría parecer, en ese contexto, excesivamente conservador. Sobre todo si se tiene en cuenta que, en sus anteriores visitas a Buenos Aires, Jansons dirigió esas mismas obras, con la Sinfónica de Oslo y con la de Pittsburgh.

La cautela –o el gusto– debe ser atribuida, no obstante, al propio director. Su especialidad es exactamente ésa. Su discografía incluye versiones de referencia de Tchaikovsky y Rachmaninov. Se amplía a Mahler, Dmitri Shostakovich y Jan Sibelius. Aunque ocasionalmente dirija obras más actuales, ése es sin duda el paisaje en el que se encuentra más cómodo y donde siente que tiene algo para decir. Y es que lo que tiene para decir es asombroso. Las supuestamente trilladas Quinta de Tchaikovsky y Primera de Mahler, tocadas como fueron tocadas en los dos conciertos que brindó la orquesta del Concertgebouw para el ciclo del Mozarteum Argentino en el Teatro Colón, son las obras más sorprendentes, impensadas y conmovedoras que puedan imaginarse. Poco importan las veces que se las haya escuchado con anterioridad porque estas experiencias fueron absolutamente únicas. Está, desde ya, la perfección: una orquesta cuyas secciones suenan como un solo instrumento, hasta el punto de tener unificada, en las cuerdas, la velocidad del vibrato, solistas capaces, como el del corno, de lograr matices microscópicos y de cantar con su instrumento en el rango que va del pianissimo al ultra pianissimo, un control y manejo de los recursos expresivos sorprendente, una dulzura y calidez en el timbre muy pocas veces oídas. Y un director cuya conexión con la música y con la orquesta resulta extrema, logrando el máximo de una gestualidad tan económica como exacta. Pero todo eso es apenas el principio para una orquesta que las revistas especializadas no dudan en considerar la primera entre las primeras, por arriba de las de Berlín, Viena y Londres. Tan sólo el instrumental desde el que Jansons y su orquesta edifican un tejido capaz de paralizar, exaltar y llevar a quien escucha a lo largo de un relato sonoro irresistible.

En ambos conciertos actuó como solista el brillante Denis Matsuev, Premio Tchaikovsky y alma gemela de Jansons en cuanto a sus gustos musicales. Formidable especialista en el pianismo ruso, su Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Rachmaninov, es electrizante y, al mismo tiempo, de una fluidez y riqueza de detalles impactantes. La integración y ajuste con la orquesta fue, en ese sentido, fenomenal. Y las ocasiones en que la obra cita el Requiem gregoriano y en que aparece el extraordinario último tema lírico estuvieron entre los momentos musicales más intensos que puedan imaginarse. En ambos conciertos Matsuev tocó, como último bis, una improvisación jazzística de virtuosismo apabullante que transitó por “Caravan” de Ellington, y, en el segundo, por Rhapsody in Blue, de Gershwin, y por el propio tema de Paganini con el que Rachmaninov elaboró su Rapsodia. Y si la primera noche el Tchaikovsky llevó el romanticismo hasta su propio abismo, la Sinfonía Nº 1 de Mahler, en la última actuación, irónica, desgarrada, compleja y hasta descarnadamente vulgar en ciertos momentos, plasmó un fresco tan detallado como conmovedor de la cultura vienesa de fines del siglo XIX: el descubrimiento del inconsciente, las crisis de las grandes tradiciones del pensamiento alemán, el comienzo de la caída de un mundo que nunca volvería a ser el mismo.

10-ROYAL CONCERTGEBOUW ORCHESTRA

Solista: Denis Matsuev (piano)

Director: Mariss Jansons

Obras de Johan Wagenaar, Sergei Rachmaninov, Piotr Ilich Tchaikovsky y Gustav Mahler

Conciertos pertenecientes al ciclo del Mozarteum Argentino

Teatro Colón

Viernes 28 y sábado 29

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No sólo se pudo apreciar a una gran orquesta, sino también un notable vínculo con su director.
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