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Viernes, 2 de septiembre de 2005

MUSICA › STEFAN LANO ES EL NUEVO DIRECTOR MUSICAL DEL TEATRO COLON

“Era un paso que estaba predestinado”

Stefan Lano es un notable director de orquesta. Condujo con asiduidad en Buenos Aires, desde que estrenó en 1993 Lulu, de Alban Berg. Esta semana fue designado director musical del Teatro Colón y su papel será, además de la preparación de la Orquesta Estable, colaborar en la programación.

Stefan Lano llegó por primera vez al Colón en 1993. En esa ocasión, condujo el estreno sudamericano de la versión completa (terminada por Cerha) de Lulu, de Alban Berg. Después vinieron Wozzeck, del mismo autor; El amor por tres naranjas de Sergei Prokofiev, El castillo de Barbazul de Béla Bartók, Salomé de Richard Strauss, La ciudad muerta de Erich Korngold, La carrera del libertino de Igor Stravinsky, La condenación de Fausto de Héctor Berlioz y Bomarzo de Alberto Ginastera, además de varios conciertos al frente de la Filarmónica de Buenos Aires. Ahora acaba de ser nombrado director musical del teatro y define lo que espera con sencillez y en un español ya perfecto: “Será lo mismo que antes, pero con más continuidad”.
Nacido en Boston, graduado en Harvard y con estudios de perfeccionamiento en Alemania, gracias a una beca Fullbright, Lano fue convocado por Lorin Maazel para dirigir en la Opera de Viena y, más adelante, se convirtió en asistente de James Levine en la Metropolitan Opera House. Además de sus versiones del repertorio tradicional, detalladas, casi transparentes, a la vez que expresivas, se destaca por su interés en hacer –y hacer conocer– nuevos repertorios. El año que viene, por ejemplo, estrenará y grabará para Sony/BMG una nueva ópera del estadounidense Richard Danielpour. En cuanto a sus nuevas responsabilidades en el Colón agrega que “entre Marcelo Lombardero –director artístico– y yo vamos a poner un cierto control sobre la contratación de directores extranjeros invitados, porque tenemos muy buenos en la Argentina. Pienso que para el teatro, ahora, lo más importante es mantener una continuidad que no había. La Orquesta Estable tiene la posibilidad de estar en un buen nivel, comparable al de muchas orquestas de Alemania. Es un excelente orgánico pero, como todos los orgánicos, a veces sube la calidad y a veces se cae. Y el público porteño necesita un nivel que no esté debajo del siete sobre diez”.
Lano no considera que haber aceptado un puesto en Buenos Aires sea algo demasiado extraño para un norteamericano hijo de griegos y radicado en Suiza. “A mí no me importa dónde se ubique un teatro; acabo de estrenar mi tercera sinfonía en Lituania y tampoco allí se trata del centro de la actividad musical europea. Pero tienen una orquesta increíble y eso es lo que me importa. Lo único que me interesa es poder trabajar bien y con gente que me guste y con un nivel artístico que me conforme. Además, Buenos Aires puede estar alejada del mundo exterior, como dicen los argentinos, pero es una ciudad bárbara. Tengo muchos amigos aquí, quiero mucho al Colón y tengo una muy buena relación con las dos orquestas, la Estable y la Filarmónica. Creo que era un paso que estaba predestinado. Profesionalmente me quedó en la memoria, de mi llegada aquí, hace doce años, haber encontrado una orquesta de un sonido, de un color rítmico perfecto para Berg. Tal vez por la cultura latina, por la presencia del tango en la vida de los músicos de aquí. Pero hay una manera de entender el ritmo que me atrajo mucho. En lo personal, fue un momento muy difícil y, también, trascendente. La noche anterior al estreno de Lulu murió mi madre. Ella, sabiendo que iba a morir, me dijo que no quería que volviera a Boston. Yo dirigí esa función de ópera en su memoria, y fue en Buenos Aires. Tal vez, de alguna manera, yo intuía que llegaría un momento como hoy. Me siento muy vinculado con el Colón y con Buenos Aires desde ese momento. He aceptado que tengo mi casa en muchos lugares y que ninguno es totalmente mi casa. Es un destino. Hay ciudades, desde ya, donde me siento mejor que en otras, y Buenos Aires es una de ellas.”
En relación con sus próximos pasos, detalla: “Para el 2005 y el 2006, yo ya tengo contratos en otros países, que tengo que respetar. Pero voy a dirigir dos o tres títulos y quiero crear una serie de conciertos con la Orquesta Estable con programas no necesariamente vanguardistas, pero sí poco comunes; en diciembre voy a conducir Lulu Suite y la Novena de Schubert. En marzo haremos las Siete canciones tempranas de Berg y, posiblemente, Vida de héroe de Richard Strauss. El repertorio que hice en el Colón siempre se salió un poco de lo más transitado: Lulu y Wozzeck de Berg, El amor por tres naranjas de Prokofiev, La ciudad muerta de Korngold, La carrera del libertino de Stravinsky. Bomarzo de Ginastera. Y, como me decía Alejandro Szterenfeld –un agente de artistas que se convirtió en verdadero factótum de la vida musical porteña–, era raro pero, en todos esos casos, se acercaba un público que no era el de los abonados habituales y que quería conocer esa música. Eso no quiere decir que vaya a dirigir sólo música del siglo XX. Creo que también es interesante para el público oír cómo dirige Mozart, Verdi o Puccini alguien a quien han escuchado dirigir repertorio más cercano a nuestros días”.
Stefan Lano afirma, además, que “el trabajo con Lombardero será muy estrecho. Ambos conocemos bien el repertorio y, entre los dos, conocemos bastantes cantantes, régisseurs y directores de orquesta. En algunos casos se trata, además de tener en cuenta el gusto propio, saber qué es lo que está pasando en el mundo. Suele suceder que a un cantante, incluso una de las estrellas del mercado, estén interesados en hacer un papel determinado en algún gran teatro de Estados Unidos y Europa. Y que un teatro como el Colón, que tiene mucho prestigio en el mundo, les venga muy bien para probar el personaje. Eso permite conseguir a un precio posible para esta ciudad cantantes que, en otra ocasión, sólo vendrían a cambio de un cachet altísimo. Me interesa la calidad, es decir tener el máximo nivel posible que pueda lograrse con el presupuesto real y existente. Y no me interesan los intercambios. No quiero contratar a alguien de otra parte para que después me contraten a mí en ese hipotético lugar. Por un lado no lo necesito y, por otro, esos canjes siempre me han parecido una forma de que los mediocres apoyen a mediocres. Y no necesitamos eso en el Teatro Colón”. Y vuelve a la Orquesta Estable: “Toda orquesta del mundo tiene sus virtudes y sus debilidades. La estable tiene gente joven, que toca como los dioses, y tiene gente más grande, que tal vez no tenga esa técnica deslumbrante pero, en cambio, posee una gran experiencia musical y artística. El arte del director es entender cómo se mezclan esas características y se logra un sonido absolutamente individual. No me gusta cuando escucho a directores de poca paciencia decir que ‘tal orquesta no sería capaz de tocar ciertas obras’. La experiencia indica lo contrario. Y, en el caso particular de la Estable del Colón, tocó Bomarzo, Tristan e Isolda, de Wagner, con Decker. Es una orquesta con grandes capacidades pero, también, es una orquesta cuyos integrantes viven en un país donde hay problemas, sociales y presupuestarios. Hay que tener comprensión, también, del mundo en el que se está, porque eso influye en el clima de trabajo”.

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“Tengo mi casa en muchos lugares y ninguno es totalmente mi casa”, dice Stefan Lano.
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