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Martes, 27 de enero de 2015

MUSICA › A CINCUENTA AñOS DE LA PRIMERA PRESENTACIóN DE MERCEDES SOSA EN COSQUíN

La consagración de una voz

En tiempos en que los artistas “comunistas” estaban mal vistos en el folklore oficial, Jorge Cafrune la hizo subir al escenario mayor. La Negra cantó “Canción del derrumbe indio”, sola con su caja. Fue ninguneada por los medios, pero ovacionada por el público.

 Por Cristian Vitale

Era la época en que la gente aún se cargaba a los músicos después de cada actuación y los llevaba en andas hasta el río. Ese año (1965) les había tocado en suerte a Los Nombradores, los Cantores de Quilla Huasi y Los Trovadores, tres pesos pesados del folklore argentino de los ’60. Pero pasaron otras cosas en la quinta edición del Festival de Cosquín. Varias cosas. Por caso, tal como consignan Santiago Giordano y Alejandro Mareco en su libro Había que cantar..., que se haya hecho un minuto de “recogimiento” por Winston Churchill ¡y encima una semana después de su muerte!; que Dorothy y Peter Senser, dupla también inglesa que nada tenía que ver con Lennon-McCartney, claro, haya sido aplaudida “fervorosamente” por el público; o que Jaime Dávalos, Eduardo Falú y Ramona Galarza, cada quien en su métier, remaran firmes contra una marea que ya hablaba de la decadencia del famoso boom del folklore. Pero ninguna cosa fue tan relevante como una que en su momento pasó inadvertida –al menos para los medios– pero que se fue resignificando como uno de los momentos clave de la historia del festival: la presentación “espontánea” de Mercedes Sosa a cargo de Jorge Cafrune.

“(...) Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora, y voy a recibir un tirón de orejas por la comisión, pero qué le vamos a hacer, siempre he sido así, galopeador contra el viento, les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que, como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa”, dijo el Turco Cafrune aquel 31 de enero de 1965, en la última luna del festival. Lo que devino, se sabe: la Sosa, con 30 años recién cumplidos, y un breve pasado musical que contaba apenas con dos discos (La voz de la zafra y Canciones con fundamento) y un papel relevante en los primeros tiempos del Movimiento del Nuevo Cancionero, cantó “Canción del derrumbe indio”, del compositor tucumano Fernando Iramain. La cantó sola con su caja y lo que provocó fue casi ninguneado por los medios de entonces, pero no por la gente (que la ovacionó), ni por industria musical que, a través del sello Philips, le permitió grabar su tercer disco: Yo no canto por cantar, ni por la historia, claro: al fin, la voz de América irradiaba su luz más allá de sus seguidores. “Yo estuve ahí”, evoca ante Página/12 Marián Farías Gómez, que acababa de reemplazar a Hernán Figueroa Reyes en otro de los grupos que participó en aquel Cosquín: Los Huanca Huá.

“Yo estuve ahí y lo que hay que recordar es que Cafrune se jugó entero para que nuestro pueblo escuchara por primera vez en el escenario más importante –de aquella época– a la voz mayor de nuestro cancionero”, sentencia la hermana del Chango Farías Gómez. “La mayoría de nosotros ya conocía a Mercedes. Nos había deslumbrado con su voz y su cancionero en diferentes lugares del país y a los Farías Gómez especialmente en La Tribu, que era la peña que tenían nuestros padres en Buenos Aires. Pero esa noche, específicamente, la recuerdo como si fuera hoy: Armando Tejada Gómez y Oscar Matus, fundadores del Movimiento del Nuevo Cancionero, intentaban que la voz de éste, Mercedes, subiera al escenario mayor. Nosotros estábamos convencidos de que, de hacerlo, la plaza escucharía a una cantora diferente con un mensaje realmente impactante”, dice Marian, afirmando una de las dos versiones que existen sobre el hecho. Puntualmente, la que presenta a Cafrune como el valiente que enfrentó a la comisión (el que se la jugó) para que una militante comunista cantara en el escenario.

“Ante la negativa de los organizadores fuimos muchos los que hablamos, pero era en vano, según ellos, no podían darle ese espacio a una persona que, supuestamente, estaba respaldada por el PC, ¿qué locura, no? Entonces, la figura más importante de esa época, que era el Turco Cafrune, había llenado la plaza y, sin decir nada a nadie, de pronto comenzó a hablar con el público. Le dijo que quería invitar al escenario a una mujer que los organizadores no querían que subiera y que él consideraba una cantora impresionante... es ahí cuando la llamó, la Negra subió, humildemente agradeció a Jorge y cantó... la plaza entera estalló y se puso de pie para aplaudirla, aseguro que nunca volví a ver algo igual ¡nos emocionamos tanto! y lo increíble fue que todos los productores de las discográficas más importantes del país, que hasta entonces le habían cerrado las puertas, al ver lo que sucedió, estaban al pie de la escalera que daba al escenario para ver quién la contrataba. Lo logró Santos Lipesker, que era el director artístico de Philips”, señala Marian, testigo directo del hecho y parada en una versión que la misma Mercedes refrendó en más de una oportunidad.

Pero, dicho fue, hay una segunda versión. Y es la que sostiene otro testigo clave del hecho: Marcelo Simón. El hoy director artístico de Radio Nacional Folklórica tenía 25 años recién cumplidos y trabajaba como guionista del festival. “¡Eramos tan jóvenes!”, se ríe el hombre ante este diario. “Yo escribía los libretos y estaba muy cerca de Germán Cazenave, que era el director artístico del festival y había emigrado a Cosquín porque era tuberculoso. El era un intelectual de izquierda que hacía teatro de denuncia social y se curó allá. Mercedes, en tanto, era una tucumana un poco mayor que nosotros, que ya era muy conocida en cierto ambiente musical. Nunca había cantado en televisión, por ejemplo, pero era una cantora deliciosa y llegó a Cosquín con su por entonces marido Oscar Matus, para ver si podía cantar en el festival. A Cazenave le gustaba muchísimo, incluso, pero no podía ponerla porque tenía muchos pedidos. El festival ya tenía mucha fuerza y ¿cómo le iba a explicar a los que se habían anotado?”, rememora Simón, que también fue presentador de Cosquín durante varios años.

“Yo asistí a la reunión que hicieron los de la comisión con Cafrune –creo que Mercedes no estaba– para decirle ‘mirá, está bien, presentala... pero presentala como una rebeldía tuya contra el festival’. Y Cafrune, que era un hombre inteligente, así lo hizo. Yo no sé si Mercedes se enteró o no de esto, pero sí vi a Cafrune y a Cazenave, que era ese ángel maravilloso que le dio esa impronta a los primeros años de Cosquín, algo que después perdió. Me refiero a que, por entonces, el festival canalizaba expresiones juveniles de rebeldía nacional. Hay que pensar que hacía diez años que el peronismo estaba proscripto, que no había ningún interés por el cine o el teatro nacional, que la historia que se estudiaba en los colegios era la historia mitrista liberal, así que Cosquín era una expresión de rebeldía... después fue todo lo contrario”, señala Simón, que incluso hace hincapié en ciertos detalles del discurso de presentación de Cafrune. “Creo que le explicó a la gente que Mercedes era una gran cantora llena de hijos ¡y tenía uno solo! También hay que decir que la ovacionaron, que fue impresionante e impactante... ella era más bien flaquita, con un rostro aindiado, y tenía una gran capacidad de dominio del escenario, muy cautivadora... cantaba como siempre, como una diosa, y la ‘Canción del derrumbe indio’ la cantaba como un desafío. Parecía que te estaba hablando de Viracocha. Ha sido la más grande cantante de todos los tiempos”, sentencia Simón, tras otro testimonio clave que arroja luz al revisionismo folklórico argentino.

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Mercedes Sosa y Jorge Cafrune, protagonistas de un hito en la historia del folklore.
 
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