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Viernes, 8 de mayo de 2015

MUSICA › SAMUEL FORMELL Y EL ESPIRITU DE LOS VAN VAN, QUE ACTUAN ESTA NOCHE EN EL LUNA PARK

“Lo difícil no es llegar sino mantenerse”

La legendaria orquesta cubana retorna al país para repasar su trayectoria y las canciones de su nuevo disco, La fantasía, dedicado a la memoria de Juan Formell. “Mi padre convirtió esta orquesta en una familia, y eso seguirá siendo”, dice su hijo, ahora director.

 Por Karina Micheletto

“Siempre estuvimos atentos a la evolución, al tanto de lo que iba pasando en la música y en la sociedad cubana.”

“No te hagas el Van Van”, dice Samuel Formell que dicen en Cuba, una frase popular que podría traducirse como “no te hagas el mejor”. Lo dice con el orgullo de saber que integra “la orquesta preferida del cubano”, una afirmación avalada por los 45 años de vida de la banda, y certificada por quien haya visitado la isla. Aquí Los Van Van también tienen adeptos, como en tantos lugares del mundo, y esos seguidores tienen hoy a las 21.30 una cita en el Luna Park: “El tren de la música cubana” montará su máquina de ritmo en un concierto en el que sonará toda esa historia junto a las canciones de su disco más reciente, La fantasía, con el sonido actual de la formación. Mañana la fiesta se repetirá en Rosario donde, cuenta Formell, el fanatismo por Los Van Van está bien arraigado.

Samuel Formell tiene una responsabilidad de peso: además de llevar el ritmo desde la batería, reemplaza en la dirección a su padre, el bajista y cantante Juan Formell, fallecido en 2014. Fue un recambio que se dio de manera paulatina y natural, primero en reemplazos en las giras más largas que su padre ya no podía asumir, transformándose en los hechos en director musical desde hace varios años. En el repaso por las canciones aparecen aquellas muy conocidas de los ’70 y ’80, como “Sandunguera” o “Aquí el que baila gana”, otras de los ’90 y del 2000 –las de La maquinaria, por ejemplo– hasta llegar a La fantasía, dedicado a la memoria de Juan Formell y cuya producción tuvo el desafío de ser realizada ya sin él. Pero más allá de épocas y de sonoridades que va asumiendo la orquesta, hay un sello que define a Los Van Van y es esa idea de máquina, de locomotora del ritmo en la que hay tanto de talento y precisión como de invitación al baile, al despliegue y a la fiesta popular. Por eso quedó fijado, también como una marca, el modo en que los presentaba aquel periodista y locutor de la televisión cubana de los ’70: Los Van Van eran y siguen siendo “el tren de la música cubana”, una locomotora rítmica imparable.

–¿Cómo definiría el espíritu musical de Los Van Van?

–Como un espíritu siempre atento a la evolución, siempre al tanto de lo que iba pasando en la música y en la sociedad cubana. Mi padre siempre estuvo atento a eso, por eso sus canciones son como crónicas. Fue capaz de sintetizar la historia del cubano en sus canciones, lo que vivía en cada momento, el modo en que hablaba, las frases de la calle. Y tampoco hemos tenido miedo a evolucionar. Si tú escuchas al Van Van del ’70, no tiene que ver con el del ’80 o ’90, ni con el de ahora. Y es a la vez siempre Van Van.

–¿Cuál cree que ha sido la clave para lograr algo así?

–Estar siempre atentos a los cambios generacionales. Y otro logro de Van Van ha sido ir de menos a más. Porque lo más difícil no es llegar, sino saber mantenerte. Y mantenerte construyendo sobre la misma base, la de la música cubana, con la clave, el tumbao del songo. Siempre se buscó incluir sonoridades nuevas, que refresquen el oído, con los teclados, los metales, las percusiones, la armonía, la forma de escribir; creo que en el conjunto de todo eso ha estado la clave para que Van Van haya evolucionado y se haya mantenido, por muchos años, como la orquesta preferida del cubano.

–¿Tanto así?

–Bueno, tú le preguntas a cualquier cubano y te lo puede decir. Por algo está esa frase conocida en Cuba: “No te hagas el Van Van”. No te hagas el que más. No te creas que eres el mejor en esto. Hasta ese punto.

–Vinieron varias veces, actuando en distintos escenarios. ¿Cuál es la conexión que notan con el público argentino?

–En Buenos Aires ya hicimos un Luna Park hace unos años, pero donde más trabajamos fue en La Trastienda; son experiencias y escenarios diferentes: en uno te comunicas más directamente con el público, tienes la oportunidad de ver las personas más cerca, sientes ese calor del contacto. En una presentación como la del Luna Park, ese calor llega en forma de una olaza de cariño, es impresionante lo que se genera. Nos encantan las dos experiencias. Y el público argentino es muy demostrativo, principalmente el de Rosario, allí hay un fanatismo impresionante.

–Es una responsabilidad grande la de reemplazar a su padre, ¿cómo la ha asumido?

–Como eso, como una responsabilidad. Y teniendo siempre en mente lo que me enseñó y lo que le enseñó a toda la orquesta en el hacer cotidiano. Hablo de la disciplina, de entender que sin disciplina no hay manera de llegar a nada. Por suerte pude ir tomando de a poco este puesto, ya en vida de él. Porque mi padre hacía ya unos cinco años que no podía hacer las giras grandes, por Europa, por ejemplo. Era diabético y tenía controladas las dietas, entonces en esos tours donde damos cuarenta conciertos en cincuenta días no podía seguir el trajín. Viajaba para los conciertos más grandes, pero de los otros me hacía cargo yo. Todo este tiempo él se dedicó a prepararme, y debo agradecer también a los músicos, que me han entregado su confianza y su respeto.

–Dice que su mayor enseñanza fue la disciplina. ¿Cómo la entiende?

–Mi padre entendía, y así lo entiendo yo, que si estás al frente, si eres el director, la disciplina debe empezar por ti antes que por los músicos. Es la única manera de mantener un proyecto grande, con tantos integrantes, de hacer una buena producción de un disco, dar buenos conciertos. Mi padre convirtió esta orquesta en una familia, y eso seguirá siendo. Respetándonos entre nosotros y al público, respetando al cubano al que nunca nos dirigimos con frases chabacanas, aunque busquemos divertirlo. Por eso Van Van es un grupo que arrastra masas en Cuba, desde el más alto hasta el más bajo. Hay un amor, una preocupación del cubano, que siente y sabe que esta orquesta es suya, porque Los Van Van tocan en el mundo pero son de Cuba. Ese es el legado de mi padre, que mantuvo por 45 años, y que vamos a mantener. Que viva Cuba, y que vivan Los Van Van.

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