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Domingo, 4 de octubre de 2015

MUSICA › ABEL PINTOS FESTEJA VEINTE AÑOS DE CARRERA MUSICAL

“Nunca sabés lo que puede pasar con las canciones”

El hecho de haber iniciado su carrera a los 11 años lo convierte en un un joven veterano: la flamante edición del CD-DVD Unico lo encuentra ante una impactante serie de veinte presentaciones en el teatro Opera Allianz, que arrancarán el 5 de noviembre.

 Por Sergio Sánchez

Un concierto por cada año de carrera musical. Así va a celebrar Abel Pintos sus 20 años de camino recorrido, aquel que comenzó cuando a los 11 años se subió a un escenario a cantar durante un aniversario de la muerte del general José de San Martín. Abel Pintos, sin dudas, es un fenómeno que trasciende lo musical. Sin dudas, pocos artistas en el país logran esa capacidad de convocatoria. De hecho, el músico acaba de agotar las entradas para los 16 conciertos que brindará entre el 5 y el 19 de noviembre en el teatro Opera Allianz (Corrientes 860). Como era de esperarse, para completar la veintena de conciertos y no dejar a nadie afuera, se sumaron cuatro presentaciones más los días 3, 4, 5 y 6 de diciembre. La celebración acaba de coronarse con la flamante edición del CD-DVD Unico, registrado en el Estadio Único de la ciudad de La Plata a fines del año pasado (ver aparte). “Me pone muy contento que a los veinte años de carrera pueda disfrutar de mostrar mi música en un espectáculo y todo lo que me pasa arriba y abajo del escenario; me divierto mucho”, le dice Pintos a Página/12. “Y me pone muy contento también que se pueda reflejar lo que pasa con el público. Más allá de lo que mi música pueda provocar entre el público, yo respeto mucho y me siento muy orgulloso de compartir música con gente con esa predisposición”, completa el cantante y compositor.

Recién llegado de España, en el marco de una exitosa gira que lo llevó por Valencia, Barcelona, Madrid, Bilbao, Sevilla y Málaga, Pintos cuenta que la experiencia adquirida en estos años le hizo más fácil el proceso para mostrar su música en el Viejo Continente. “Estoy armando un camino similar al que hice acá. La primera gira fue en formato acústico en salas de 50 y 80 personas. La segunda fue acústica y eléctrica en salas de 500 personas. Y en esta última gira toqué en trío y formato eléctrico, en salas un poco más grandes. El público allá fue creciendo de a poco. Van españoles y argentinos, está repartido”, cuenta el músico nacido en Bahía Blanca. Una de esas noches en España, se dio el gusto de cantar como invitado especial de Joan Manuel Serrat, en el Palacio de los Deportes de Madrid.

En su primer disco, Para cantar he nacido (1997), que grabó cuando tenía apenas 13 años, Pintos mostró un particular interés por autores como Atahualpa Yupanqui, Carlos Carbajal, Víctor Heredia, Jaime Dávalos y Raúl Carnota, y transitó con naturalidad por sus repertorios. León Gieco, su padrino musical, produjo el disco y lo llevó como telonero por una larga gira que duró dos años. “Con León tenemos una relación muy especial, es como mi papá musical. Tenemos una amistad muy linda. Nos queremos mucho”, dice sin poder ocultar una sonrisa. Pero pronto este músico, que confiesa haber llorado de emoción en los conciertos de Mercedes Sosa, se animó a componer y a construir un estilo propio, alejado de la “tradición”.

–Al momento de componer, ¿piensa en la recepción del público o es un trabajo despojado de influencias externas?

–No, en absoluto, son instancias completamente diferentes. “Motivos”, por ejemplo, es una de las canciones que más pertenecen al público. Cuando la canto, siempre digo que les quiero dedicar una canción que escribí alguna vez con la ilusión de que algún día fuera una canción muy cantada. Y verdaderamente fue así. Yo escribí la canción por motivos personales y me encontré en la situación de que la letra era perfectamente aplicable a un seguidor de algo, de un músico, un equipo de fútbol o de lo que sea. Entonces, dije: “Ojalá que lo puedan sentir así y que sea una de las canciones más cantadas”. Y resultó así. Pero por otra parte, “Tiempo”, que es una canción que compuse en 2001 y grabé e 2007, no llegué a sentir que diera todo lo que tenía para dar como canción hasta 2012, cuando la volví a grabar en Sueño dorado (2012). Y ahí empezó a tener en los conciertos el protagonismo que busqué durante once años. Pero era yo el que no estaba planteándolo de la forma más certera. La ilusión que tenía en 2001 no la vi reflejada hasta 2012. Entonces, nunca sabés lo que puede pasar con las canciones. Yo comparto cosas mías, no hago un estudio sociológico acerca lo que mucha gente quiere escuchar. Comparto mis cosas y después soy muy feliz cuando me doy cuenta que un montón de gente pudo usar palabras mías para poder canalizar o procesar emociones propias. Lo mejor que me puede pasar es que cada uno interprete las canciones a su manera. Nunca, en los doce años que llevo haciendo canciones, conté a quién se la dediqué o por qué la escribí. Le coartaría esa libertad: prefiero que cada uno interprete libremente.

–Cuando grabó su primer disco, con el apoyo de León Gieco, ¿se imaginó que se convertiría en uno de los músicos más convocantes del país?

–Más que imaginar, deseaba la posibilidad de hacer todas las cosas que tenía ganas de hacer y que sabía que no eran fáciles: grabar discos, hacer giras. Hay que tener en cuenta el contexto de esto: yo tenía 11 años cuando empecé, es decir, no tenía ningún tipo de ambición en ese momento. De la misma forma que quería ser cantante también me hubiese encantado ser superhéroe. No entendía el concepto de “vivir de algo”. Sabía que a lo que me quería dedicar era a cantar, porque había descubierto que, siendo un niño muy introspectivo emocionalmente, podía decir las cosas con la música, las que no podía decir de otra manera. Cuando lloraba de emoción, lo hacía por escuchar música. Sentía cosas que no sentía con ningún otro tipo de estímulo. Nada me estimulaba de la misma manera. Me costó mucho ser autodidacta en todo, y sin embargo soy autodidacta tocando la guitarra. Porque realmente veía el instrumento como una expresión. Entonces, siempre imaginé y tuve el deseo de hacer las cosas que hacían mis ídolos, como grabar discos y hacer conciertos. Luego la vida me permitió vivir mucho más de lo que hubiera sido capaz de imaginar. Hoy sigo haciendo la música por el mismo motivo. Pero hoy me divierte producir, hacer discos, salir de gira, tratar de llegar a más cantidad de gente.

–En sus primeros discos se abocó a la tarea del intérprete. ¿En qué momento se dio cuenta que podía hacer sus propias canciones?

–Nunca imaginé que podía hacer canciones, fue de un día para el otro. Fue lo mejor que me pudo pasar. Fue completar lo que me pasó desde niño, con esto de encontrar una forma de expresión, y con más razón a través de mis palabras y con la música que suena adentro mío. Me conmueve mucho cuando veo niños cantando canciones mías. Las canciones que cantaba cuando era chico no me las olvido más. Una nena me dijo la otra vez que su papá le cantaba mi versión de “Ojos de cielo” para dormir. Qué bueno es ocupar ese lugar. Saber que conoció por mí la canción. Ojalá que mis canciones trasciendan.

–Así como a usted lo descubrió Raúl Lavié, ¿le interesa descubrir nuevos músicos, está atento a los músicos emergentes?

–Sí, me gusta mucho la música en vivo. Me cuesta mucho descubrir músicos por Internet. Pero cuando estoy en Buenos Aires, voy a conciertos. En una época en el Roxy de Niceto Vega todos los jueves tocaban tres bandas de rock. Entonces, iba todos los jueves y así descubrí un par de bandas que me gustaban mucho. Tengo un circuito que voy chusmeando. De todos los géneros. Porque la música no me gusta por géneros: no hago diferencias por cuestiones de género.

–Si bien en sus primeros discos su música ponía el acento en la raíz folklórica, luego se abrió al pop y otras sonoridades. ¿No quiso encasillarse? ¿Cómo fue ese pasaje?

–El disco más ecléctico de mi carrera es el tercero, Cosas del corazón (2001), en el que grabé “Himno de mi corazón” con Andrés Giménez y Mercedes Sosa, y “Chakay manta” con Domingo Cura. Y ese disco lo produjo Martín Carrizo. Entonces, no es casual que lo haya grabado a los 17 años, cuando, como dice Luca Prodan, no sabés lo que querés pero lo querés ya. La curiosidad por los géneros fue natural, no fue premeditada. Cuando empecé a escribir canciones, con más razón todavía; porque yo escribo una canción con el pulso con el que viene la canción. Nunca digo “voy a escribir una chacarera o una cumbia”.

–Se lo identifica con el folklore, toca en festivales folklóricos tradicionales. ¿Se siente cómodo aún adentro del folklore?

–Es una cuestión subjetiva. Disfruto mucho que se me dé mi espacio en el circuito folklórico, porque el folklore es mi género de raíz, guste a quien le guste. Siempre voy a crear música desde ahí, pero no me preocupo por mantener la misma estética. No soy tradicionalista, no tengo tradiciones. No me junto todos los miércoles de mi vida a comer un asado con mis amigos. Cuando hacía música tradicionalista, sí las tenía, porque vivía en un lugar fijo, tenía mi grupo fijo de amigos. Hacer cosas desde una estética tradicionalista tenía que ver conmigo, pero luego no fui eso. Quizás, el día de mañana yo haya sido el creador de algunas tradiciones dentro de mi vida, de mi familia, entonces tenga ganas de empezar a dar crónica de esas cosas otra vez a través de una estética tradicionalista, porque las sentiría más genuina. Compongo naturalmente sobre subdivisiones folklóricas y luego entiendo como productor que otra estética va a lograr que ese mensaje, que es lo que más me importa de una canción, llegue de una manera más certera. Lo que importa es lo que dice la canción. Yo conocí “El arriero” por Divididos y cuando escuché la versión de Yupanqui me mató, igual que la de Divididos, porque claramente es la canción la que vale. Soy un híbrido. Mi generación escuchó música en casete y ahora lo hace en formato digital. Estamos en el medio del tradicionalismo y el neoliberalismo musical.

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“Nunca conté a quién dediqué o por qué escribí una canción. Le coartaría esa libertad: prefiero que cada uno interprete libremente.”
 
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