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Sábado, 12 de diciembre de 2015

MUSICA › MORRISSEY VOLVIO A DESLUMBRAR AL PUBLICO ARGENTINO EN EL LUNA PARK

Una voz en la conciencia colectiva

El cantante británico es un “artista político” –en un sentido amplio de esos términos– desde que comenzó a sembrar su ideología en el ideario común hace tres décadas. En su cuarta visita a la Argentina repasó algunas canciones de The Smiths y de toda su carrera solista.

 Por Roque Casciero

Breve introducción a la situación política en el Reino Unido: por un lado está la realeza, que no gobierna, y por otro el poder político, con alternancia de laboristas y conservadores. Y está Morrissey, claro, para repartirles palazos a diestra y siniesta, y funcionar como una suerte de ariete intelectual al que siempre se le debe prestar atención. Incluso cuando dice alguna barrabasada o lleva sus convicciones a límites difíciles de tolerar, porque hasta en esos casos lo hace con honestidad y con esa ironía suya que es como un estilete. Morrissey es, fue y será un “artista político” –con ambas palabras entendidas en un sentido amplio, que incluye todas las relaciones humanas–, a veces embarcado en quijotescas batallas que lo sacan de foco, otras con certera mirada sobre Inglaterra y el mundo, pero siempre con las melodías y las palabras de su lado. Puede que para algunas generaciones sólo sea ese señor protestón de jopo canoso que castiga a la estrellita de turno, pero su ideario y su presencia ya han trascendido a la conciencia colectiva desde que plantó la semilla con The Smiths, hace tres décadas. Ese fue el artista que pasó por Buenos Aires para dos conciertos en noches similares y distintas, que encima coincidieron con el último día en el poder de Cristina Fernández de Kirchner y el primero de Mauricio Macri. El timing del Moz, como se lo conoce, no podría haber estado más afilado.

El comienzo de su show en el Luna Park –un día antes había tocado en el Opera– fue con una demoledora versión de “Suedehead”, su primer hit post Smiths (del álbum Viva Hate, de 1988), tras media hora de “adoctrinamiento” con videoclips que incluyeron actuaciones de los Ramones, los New York Dolls, Ike & Tina Turner y Charles Aznavour. Entre esa suerte de árbol genealógico de sus influencias y el recordatorio de su grito de guerra inicial como solista, cualquier duda que pudiera haber sembrado la cancelación de un concierto suyo hace dos años –por problemas de salud– estalló en el volumen de las guitarras de Jessie Tobias y Boz Boorer. La lista de 23 temas tuvo sólo 4 de su último álbum, World Peace Is None of your Business: el que le da nombre, con el estribillo en español a cargo del tecladista Gustavo Manzur; “Kiss Me a Lot”, “Stairway at the University” y “The Bullfighter Dies”, una oda antitaurina que presentó diciendo que “en España tienen un problema: el dolor lo sufren los toros”.

“¿Ahora cuál es tu excusa? Carne es asesinato”, rezaba el cartel en la pantalla del fondo del escenario en el final de “Meat Is Murder”, una de las cinco canciones de The Smiths que abordó. Durante el tema, las imágenes tomadas en mataderos generaban que más de uno se diera vuelta y que los vegetarianos encontraran más argumentos para su causa. La arenga, en ese caso, sólo tuvo forma de canción. Pero antes ya había mostrado una foto de la pareja real inglesa con la frase “United King-dumb” (una traducción aproximada sería “Reino Unidiota”). “En Inglaterra hay gente que anda moviendo un bastón y se llama a sí misma realeza. Y hay otra gente que le cree. Todo eso es porque el mundo está lleno de pesados”, soltó Morrissey como introducción a “The World Is Full of Crashing Bores”.

La otra referencia fuerte entre canciones tuvo sabor más local: “Tienen un nuevo presidente, ¿les gusta?”, preguntó, y se encontró con un abucheo generalizado. Enseguida arrancó con “Mama Lay Softly on the Riverbed” y cuando terminó, retomó: “Me quedé pensando en que si no les gusta, tampoco deben haberles gustado los otros, porque están todos cortados por la misma tijera. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡No más presidentes, no más primeros ministros!”. De ahí pasó al hit “Everyday Is Like Sunday” como si nada. Aunque hubo más desde las pantallas, claro: videos sobre la violencia policial (contra personas y animales) en “Ganglords”, imágenes contra su odiada Margareth Thatcher y una foto de la reina con sus dedos medios para arriba en el bis, “The Queen Is Dead”.

Cada integrante de la banda que acompaña a Morrissey se movió hasta el centro del escenario para presentarse a sí mismo, pero juntos demostraron lo aceitados que están después de varias giras. El sonido del Luna Park no es lo ideal para descubrir sutilezas, que las hubo, pero la suerte de wall of sound guitarrera que el quinteto conseguía cuando subía el pulso era abrumadora. La versión anfetamínica de “This Charming Man” (otra de The Smiths), la ovacionada “First of the Gang to Die” y la demoledora “You Have Killed Me” marcaron el tono en la primera parte del show, que después encontró más cambios de clima con “How Soon Is Now?” y “I’m Throwing my Hands around Paris”. Y en el medio él, que rompió su camisa y la arrojó al público en el final de la dolorosa “Let Me Kiss You”, en un gesto de divo pero también de entrega. Y que cantó como si treinta años no fueran nada, que les dio la mano a los que se apiñaban adelante, que repartió “I love you” durante todo el show, que volvió a citar el hit local titulado con su nombre (de Leo García y Pablo Schanton)... Ese hombre encantador llamado Morrissey, ¿quién, si no?

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Junto a una banda aceitada, Morrissey conectó a la perfección con un público devoto.
 
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