“¡Ay, Dios mío!”, exclama Carlos Alomar, quien mantiene vívida su tonada puertorriqueña, pese a que pasó la mayor parte de sus 65 años en los Estados Unidos, cada vez que tiene que bracear en lo más profundo de sus recuerdos. Y es que algunos de ellos son fundamentales para la memoria del rock. Si bien prestó su guitarra e ingenio para artistas icónicos como Mick Jagger, Paul McCartney, Iggy Pop o The Pretenders, su nombre está asociado principalmente al de David Bowie. Al punto de que fue el músico que más tiempo tocó con él, luego del tecladista Mike Garson. Así que el reciente fallecimiento de Leonard Cohen lo sorprendió casi de la misma manera que la de El Duque Blanco. “Este año fue brutal, y recién ahora comencé a despertarme de ese sueño porque esas muertes, además de la de Prince y la de mi baterista, Dennis Davis, me afectaron profundamente”, afirma. “Es dificultoso hablar porque es una herida personal. Es gente que está muy vinculada a nosotros, pues son parte de la banda de sonido de nuestras vidas. Pero me gusta festejar la música. Por lo que no sólo hay que compartir la tristeza, sino la gloria de su legado”. 
Justo por esa razón, el violero boricua llegó a Buenos Aires para celebrar a Soda Stereo, del que fue productor en el disco Doble vida (1987), en el Movistar Fri Music, donde compartió escenario con Shoot the Radio, el nuevo proyecto de Zeta Bosio. “Durante las giras de Bowie, no lograba escuchar a bandas de los lugares a lo que íbamos. Y para mí eso era un problema porque, como latino que soy, quería representar a mi cultura”, explica Alomar, quien, aparte de reconocer que padeció el coma de Cerati, revela que lo que aunaba al líder de Soda con Bowie no fue sólo su poder creativo, sino también su amabilidad, su carisma  y su humildad para dejar de lado su ego en beneficio del grupo. “Cuando me hablaron de Soda Stereo, lo primero que me llamó la atención fue que Cerati tenía una manera de escribir importante. Más allá de que la música era fácil de hacer, me interesaban las letras. Me presentaron 23 canciones, y rechacé varias. Pero después descubrimos que muchos de esos temas ofrecían una línea que soportaba todo, y que representaban muy bien a la grabación. Ahí nos dimos cuenta de que Doble vida sería un gran éxito”. 
–Usted rompió con ese estereotipo banal y vanidoso que existe sobre la cultura caribeña. Sin embargo, sus inicios como músico profesional coincidieron con el auge de la salsa, que aparte tuvo en Harlem, barrio en el que creció, su epicentro. ¿Por qué apostó por el rock?
–Es una pregunta muy personal. A los 16 y 17 años, ya estaba tocando en lugares como el Teatro Apollo, por donde pasaba mucha gente famosa. Pero recibí el llamado de The Latin All Stars (orquesta con la que Tito Puente grabó por primera vez su himno “Oye cómo va”) para sumarme a ellos. Para un jovencito como yo, eso era un sueño. Lo que sucedió fue que la banda era tan grande que cobraba muy poco dinero. Ya estaba casado en esa época, y cuando volvía a casa mi esposa me miraba con cara de indignación. Así que pensé que lo mejor era acercarme al rock. Pero nunca le quité el ojo a la música latina. Por eso, una vez que entré a trabajar en los Grammy, hice todos los esfuerzos para lanzar el Latin Academy, al igual que el Latin Hall of Fame. 
–Si se tiene en cuenta que fue músico de Chuck Berry y James Brown, no debería sorprender que Bowie lo convocara para ser parte del disco más soul y R&B de su carrera, Young Americans (1975) Aunque un par de años más tarde dio un giro radical en su sonido al grabar Low. ¿Le sorprendió el éxito que tuvo una propuesta tan experimental?  
–Para muchos que no saben, puede ser difícil. Pero para el músico que conoce, se trata de una cuestión de oído. Oyes algo, y si crees que puedes aportar un tono, lo interpretas. Cuando se está haciendo una cosa así, ¿quién sabe si va a tener éxito? Hay grabaciones que se hacen con mucho pensamiento, y no pegan. Yo estaba en ese lugar para tocar, no tenía idea de lo que iba a suceder. 
–Adrian Belew, con el que compartió roles en la gira Isolar II, plasmada en el disco en vivo Stage (1978), vendrá a Buenos Aires próximamente. ¿Qué sensación le deja haber intercambiado experiencias con músicos tan excepcionales?
–No sólo fue importante tocar con ellos, sino un gran placer. Y es que desde sus respectivas trayectorias, trajeron a la música de Bowie algo tremendo. Robert Fripp, a quien nunca conocí personalmente, me deslumbró con sus oberdubs en “Heroes”, mientras que Belew tiene una personalidad increíble, al igual que una técnica única. Yo los admiro. Si bien no les robé el estilo, me enseñaron muchas cosas. Pero todos ellos eran guitarra líder. Por lo que mi mayor orgullo es haber sido el único guitarrista rítmico que tuvo Bowie. 
–¿Cómo era su relación con Bowie para que durara tanto tiempo? 
–Tengo muchas ideas, al igual que un método de orquestación y progresión musical. Por eso soy profesor de música y tecnología en la universidad (Stevens Institute of Technology), porque sé de música. Así que mi trabajo era pasarle propuestas, y él sólo se dedicaba a escogerlas. Por eso, como director musical de su grupo, era importante mantener ese diálogo. 
–Sólo lanzó un disco solista, Dream Generator (1987). ¿Por qué no desarrolló una carrera propia? 
–La razón por la que hice ese disco es porque estaba sumergido en la música de sintetizadores. En ese tiempo, había aparecido la computadora Mac Plus. Tras conseguirla, me la pasaba metido en el cuarto experimentando con ella. Cuando me propusieron grabar un disco, no quería hacer rock, sino algo más tecnológico y experimental, siguiendo los pasos de Brian Eno. Así que esos tracks están hechos sobre la base de la guitarra y los sintetizadores. No salí de gira porque no existía la tecnología necesaria en esa época para llevar eso mismo al show en vivo. Además, yo soy un músico que trabaja mejor para otro que para sí mismo. 
–Luego de haberse involucrado en la música desde un lugar más empresarial y académico, ¿cómo ve el futuro de la industria? 
–Es necesario que la gente entienda que fueron las compañías independientes las que empezaron todo. Luego de la prisión que significaron las multinacionales, veremos el desarrollo de estos emprendimientos otra vez. Ahora los músicos van a tener que crear su propio sello y encargarse de cada paso. Vamos a comenzar de nuevo. 
–¿Y cuál artista se convirtió en una consecuencia de esa realidad? 
–Die Antwoord. No sólo por lo visual y sus letras. Es el tipo de artista que dice: “Que se joda todo”. Eso es muy propio de la independencia. Y lo mejor es que hacen música para el público.