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Sábado, 4 de noviembre de 2006

MUSICA › ENTREVISTA A VICENTICO, QUE ACABA DE SACAR SU TERCER CD SOLISTA, “LOS PAJAROS”

“No concuerdo ideológicamente con el rock”

El ex Fabulosos Cadillacs desarticula el convencional discurso rockero cuando dice que le gustaría que con este disco “la gente baile”. En ese sentido, relativiza la protesta. “Si el mensaje de un tema es una bajada de línea, llega solamente al que está preparado para escuchar algo así”, señala.

 Por Facundo García

La voz se adivina del otro lado de la puerta. Pero es un saludo ínfimo, difícil de asociar con los hits que andan dando vuelta por ahí. ¿Timidez? No necesariamente: Vicentico se aferra del picaporte con fuerza porque a los pocos segundos lo atropellan dos perrazos que vienen desde atrás para olfatear la entrada con desesperación. Mientras tranquiliza a los guardianes, el artista invita a pasar a su casa. Hay un Buda de piedra y un jardín con árboles, bajo cuya sombra corretean, como si descansaran de su rutina voladora, varios gorriones. “A mí me gusta ver grupos de animales, sobre todo aves”, anticipa el entrevistado mientras él, el fotógrafo y el cronista se dirigen –en grupo– hacia un sótano acondicionado como estudio. Una vez adentro de la sala, Guillermo Fernández Capello se sienta en el piso y empieza a desandar el camino que lo llevó a su flamante disco, que se llama, justamente, Los Pájaros.

“Fijate que las bandadas vuelan en forma de ‘V’, con una especie de sincronización”, se embala Vicentico. “Lo mismo pasa con los cardúmenes: ves mil peces que de pronto hacen ¡zup! y cambian de dirección todos al mismo tiempo. Esa conexión es un misterio, y a mí me genera muchas preguntas. Porque en general uno siente que el ser humano ha perdido esas formas de comunicación, pero es porque no se fija en cosas como la música y el baile. Este disco es un trabajo para recuperar eso, y contiene la propuesta de ser escuchado desde ese lugar.”

Las canciones del ex cantante de los Fabulosos Cadillacs se han convertido en parte del paisaje urbano, al punto de que en los trenes hace tiempo que los pasajeros se acostumbraron a escuchar niños tratando de ganarse la vida con versiones a capella de “Los caminos de la vida”. Vicentico asume los retos de ese carácter callejero. Por eso apostó otra vez por sonidos que parecen hechos para rodar por asfaltos y adoquines: “Me gustaría que con este trabajo la gente baile. No me estoy refiriendo a saltar alocadamente, prender bengalas y cagarnos a trompadas entre nosotros. En la danza hay algo importante que estamos dejando de lado. Mirá lo que pasa en los barrios con la cumbia. En cualquier reunión los muchachos ponen cumbia y la gente se junta a bailar. Eso es liberador”, define.

–De hecho, su nuevo disco tiene una canción, “El baile”, que dice: “Porque fue duro vamos a festejar/que el perro que robaba se tuvo que guardar”...

–Es que yo siento que ya se dio el gran cambio que yo esperaba. Percibo que me pasó algo de lo cual ya no hay vuelta atrás. A mucha gente le está sucediendo lo mismo: entendimos cómo funcionan las cosas en este pequeño barrio. Yo ya no me como más ninguna, ni política ni religiosa, ni nada.

–Suena nihilista. Pero la canción es alegre...

–Es que en el nihilismo hay una alegría muy grande. A mí me produce mucha felicidad el no recibir órdenes de nadie. Eso no significa que uno no haga las cosas con una conciencia profunda. Al contrario. Pero sí he aprendido que a veces, sin darte cuenta, vas haciendo pequeñas resignaciones. Al principio parece que tienen que ver con pelotudeces; pero se acumulan y te hunden. Trato de esquivar eso. Llamalo nihilismo, si querés.

–¿A qué se debió ese cambio en usted?

–A veces estás atento y te das cuenta de que cambiaste en algo importante. A veces estás desatento y vas haciendo la metamorfosis sin darte cuenta; y a veces te creés que cambiaste y no cambiaste un carajo. Esas cosas no tienen un momento preciso y no pasan solamente con la música. Yo lo siento, sin ir más lejos, con las modificaciones que se dan en mi cuerpo. Para mí el físico es muy importante, aunque no parezca...

Recostado, Vicentico se señala la barriga y ríe. Debe haber poca gente en el mundo del espectáculo capaz de hacer esa broma. “Muchas veces logro un estado ideal y creo que voy a poder mantenerlo –se sincera el ex Cadillac–; aunque después por ahí pasa un año en el que no hago absolutamente ningún ejercicio y vuelvo a la situación anterior.”

–Esas fluctuaciones de su panza, ¿tienen alguna influencia en su condición de cantante?

–Puede ser. En todo caso no me doy cuenta. Para mí el canto pasa por un lugar más hondo. Hay cosas que siento que me afectan más, como el hecho de poder tocar en vivo. Eso sí te va modificando: a pesar de que la experimentación en los conciertos puede exponerte al ridículo, también te enseña cosas que cuando se fijan, quedan para siempre.

–A esta altura, queda claro que muchos compositores destacados se están yendo del rock, y no solamente desde el punto de vista musical. ¿Acaso el género se ha convertido en una anacronía?

–En lo que yo no acuerdo con el rock es en lo ideológico, en eso de que “tenés que ser así o asá” porque si no quedás como “blando” o como no sé qué. Tampoco me sirve el rock de protesta. Me gusta Bersuit; pero las canciones de ellos que más me atraen son las que no hablan tanto de “lo social”. Si el mensaje de una canción es una bajada de línea, llega solamente al que está preparado para escuchar algo así. En cambio, cuando Cordera interpreta una canción tierna, modifica algo que tiene que ver con lo íntimo del que está escuchando. Yo me planteo llegar ahí...

–Al espacio personal, que también tiene una dimensión política...

–Claro, porque esas son las luchas más auténticas que una persona puede dar. Pelear por tu familia, por tu mujer, por tu casa. Los enfrentamientos más típicamente “políticos” son tramposos. Al principio empiezan más o menos, pero después se confunde todo.

–En esa búsqueda de simpleza parece estar también Andrés Calamaro, que de hecho tocó en “Felicidad”, uno de los temas nuevos...

–...Y fue uno de los momentos que más disfruté, porque conseguimos sonar salseros, algo que con LFC intentamos con resultados dispares. Sí, con Andrés me siento muy emparentado. Hay quien, aún con cariño, opina que las nuestras son canciones “fáciles”. Yo no estoy de acuerdo: me parece que esa es una perspectiva expresada desde cierta forma de escuchar música. Conseguir la simpleza es lo más difícil. Tranquilamente yo podría ponerme en “freak”, pero estoy a la pesca de otra cosa. Por otra parte, en mis tres discos solistas lo conceptual tiene un peso enorme. El concepto es: “Toca el mismo compositor haciendo canciones que para él tienen un significado juntas”.

–¿Qué influencia ha tenido en esas búsquedas su hijo? Con sus once años y después de haber tocado juntos varias veces, ya debe ser parte del equipo creativo...

–Florián me conecta con mi propia infancia. A veces, mientras estoy ensayando arriba, me llega lo que él está tocando abajo, y eso es muy inspirador. Siempre que un artista comparte el espacio con otro aparecen cosas nuevas, y en este caso es lindo zapar con un músico con el cual uno tiene un vínculo tan grosso.

Algunos señalan que la relación del entrevistado con su público en los conciertos no respeta ningún marco de amabilidad hipócrita. “A veces –explica Vicentico– veo en la tele a Mirtha Legrand puteando al que puso mal un cable. Lo primero que uno dice es ‘qué hija de puta que es esta vieja’ (risas). Pero yo después pienso ‘¡pero tiene razón La Señora!’. ¡Hace veinte años que pone la jeta todos los días y un pelotudo se tropieza y le tira todo!” De todas maneras, no está en los planes del muchacho nacido en 1964 empezar a conducir almuerzos ni ponerse irascible por demás. “Trato de pensar mi carrera como un oficio. Igual, cuando tenés mucho laburo, es cierto que podés andar un poco alterado”, aclara.

Está claro que fuera del escenario, el tipo que sigue hablando de rock, amigos y filosofía oriental desde el suelo no ha dejado de ser el que un día salió a jugar por primera vez en las calles de su Boedo natal. Tiene puesta una camisa que se arremanga permanentemente y confiesa que lo incomoda cuando alguna ropa lo hace sentir “un chanchito rosado”. Como cualquier hijo de vecino, intenta empilcharse un poco más cuando lo amerita la ocasión. “El otro día –cuenta– hice unas fotos de prensa y saqué del placard un saco. Cuando volví a casa me puse a ver un video de los Cadillacs de hace catorce años y me di cuenta de que tenía el mismo saco. Un bochorno... Después encima vi un diario viejo en el que presentábamos La marcha del golazo solitario ¡Otra vez la misma ropa! ¡Un horror!”

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“Yo ya no me como más ninguna, ni política ni religiosa, ni nada”, advierte Vicentico.
 
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