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Miércoles, 27 de junio de 2007

MUSICA › ENTREVISTA A ALTERTANGO

En la confluencia del rock y el tango

“Que se filtre lo que se tenga que filtrar”, dicen Victoria Di Raimondo y Elbi Olalla.

 Por Cristian Vitale

Altertango, como nombre de grupo, podría provocar varias acepciones. La más concreta estaría indicando una especie de tango alternativo, renovado, nevado por nuevos estilos. Fusionado o “corrompido”. Pero también podría pensarse en un superlativo. En una especie de tango al cuadrado, puro y virgen. O, desde un punto de vista más audaz, hablarse de una alteración del tango. De un conocer el género para enfrentarlo, retarlo a duelo, desviarlo, subirse sobre sus hombros para mirar más allá. Pero Victoria Di Raimondo y Elbi Olalla, las creadoras del hoy quinteto mendocino, descartan cualquier conjetura. “La realidad es que teníamos que ir a tocar a un festival en Chile y había que ponerle un nombre. Ante la ausencia de propuestas, quedó la del guitarrista”, cuenta Olalla. “A mí no me gustaba, me sonaba pretencioso –sigue Di Raimondo–, pero ahora ya está, nos acostumbramos.”

Como sea, un rápido repaso por la discografía permite seguir jugando al determinismo etimológico. Lo que se escucha es tango, eso es indudable. Pero hay giros, fugas, gambetas y misterios. En el disco debut –el más acústico– se cuela una interesante versión de “No soy un extraño” (Charly García) entre una maraña de redescubrimientos a la cuyana de “Sur” o “Malena”. En el segundo, retumba “Tumbas de la gloria” de Fito Páez en medio de “Yuyo verde” o “Los condenaditos”. Y en el reciente Tormenta –en homenaje a Enrique Santos Discépolo– no impide que el grupo se luzca con una versión imponente de “Rock yugular”, patentado por los Redondos, entre versiones arregladísimas de “Cuesta abajo” o “Fangal”. ¿Hay o no una alteración de la realidad, entonces? “En nuestra música hay una tensión que implica no negarse al conflicto generado por tus influencias. Que pase lo que tenga que pasar, no hay una intención de fusionar estilos. Lo que es, es lo que sale. Yo pongo algo sucio, algo de ruidismo, pero porque es lo que me sale. No hay una voluntad de impedir que se filtre lo que se tenga que filtrar”, reflexiona Olalla.

Y las influencias no anclan necesariamente en la Guardia Vieja. Ambas tienen en común un pasado diverso. Olalla, pianista, fue sesionista de jazz, tocó en bandas de electropop y funk de la provincia (Funky Malibú, Black Panic), y adora la música experimental. Di Raimondo, pese a un inicio temprano como frontgirl de tango, pasó por experiencias rockeras como Penélope Glamour, por caso. “Nos cruzamos en el circuito rockero de Mendoza, éramos parte de la pequeña farándula”, se ríe Elbi. “Lo primero fue juntarnos como buenas mujeres, tomar mate y charlar... y nos dimos cuenta de que teníamos una idea clara de lo que queríamos hacer con nuestros proyectos de vida: grabar discos, viajar, crecer y tocar. No sabíamos si con Altertango iba a funcionar o no, pero era lo que queríamos hacer.” El tango fue el nexo, pero hubo que abrir camino en la selva. Victoria lo cantaba desde que tenía 14 años. “Desde chica me sentí atraída por el sonido del bandoneón. Después me enamoré de la jerga, de las palabras, y empecé a investigar qué había más allá de Goyeneche”, cuenta. Elbi arrancó con menos background. “Hasta que la conocí a ella, mis conocimientos del tango eran formales. Dada mi formación clásica, apenas tocaba algunas cosas de Piazzolla. Entonces, escuché diez tangos de golpe y dije ‘a ver qué se puede hacer’. Me costó muchísimo entender el lenguaje del género, porque no tuve maestros...”

–¿No hay profesores de tango en Mendoza?

Elbi Olalla: –En ese momento no había... una rareza. No es que Mendoza no pudiera apropiarse del tango, sino que en esa época había cero difusión del género. Yo estaba muy metida en la escena musical, y el tango me sonaba a música celta (risas), creo que le entré al género por el rock argentino... por haber escuchado años a Fito, a Charly o los Redondos. Siempre quisimos tender este puentecito entre el rock y el tango para demostrar nuestra teoría de que el rock está lleno de alusiones al tango.

Victoria Di Raimondo: –Yo me volvía loca para encontrar discos de tango. No se conseguían en las disquerías, pero funcionaba pedir prestado a algún amigo melómano.

–¿Sigue siendo así o Altertango cambió las cosas?

E. O.: (Risas.) –Aportamos nuestro granito, pero no hay mucha gente haciendo tango. No sucede. No es una provincia tanguera... pero ni un poco, eh. Chile lo es mucho más. Tiene más tradición y conocimiento.

V. D. R.: –Cuando me propuse abandonar todo y dedicarme al género, no faltó quien dijera “estás completamente loca” (risas). Mis amigos lo veían como algo raro, como una pérdida de tiempo o algo así.

Pero primó el riesgo. Altertango no sólo generó un público de culto en la provincia del vino y la tonada –convoca a 700 personas promedio–, sino que exportó sus inquietudes a Santiago de Chile con muy buenos resultados, giró por Madrid, Barcelona, Toulouse y Estocolmo, y se animó a jugar de visitante en la ciudad madre. Mixturar la energía gris de la prosa discepoliana con la visceralidad vital del rock le permitió al quinteto matriarcal encarar un ciclo en Notorious –en mayo– y no morir en el intento. “Buenos Aires implica un enorme desafío para nosotras. Estamos haciendo un camino extraño, porque la mayoría de los grupos del interior que vienen a probar suerte acá directamente se mudan..., nosotras preferimos seguir viviendo en Mendoza. No nos importa dormir en casas de amigos o tomarnos el micro después de cada show”, admite Olalla.

–¿Encontraron la fórmula del éxito?

V. D. R.: –Tal vez sea la de hacerle gustar a un pibe de 18 un tema como “Yira yira” y a uno de sesenta “Rock yugular”. Nos encanta el cruce de generaciones.

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En Tormenta, su tercer CD, conviven “Cuesta abajo” y una notable versión del “Rock yugular” ricotero.
 
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