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Sábado, 1 de septiembre de 2007

MUSICA › “LA MUSICA ES UN ALIVIO”

“La música es un alivio”

Uruguaya radicada en Francia, fue pionera del punk rock y tapa de la revista Playboy. Dedicada durante años a la actuación, en el Bafim mostrará las canciones de EM, su nuevo disco.

 Por Roque Casciero

Un día de 1974 o 1975, Elli Medeiros caminaba por París cuando la paró Malcolm McLaren: el hombre detrás de los Sex Pistols había quedado impactado con el look de esa chica nacida en Uruguay, criada en Buenos Aires y establecida en Francia. Lo que le había llamado la atención a McLaren eran los pantalones rotos y sostenidos con alfileres de gancho que usaba Medeiros. Un tiempo después, cuando ella fue a Londres con su banda Stinky Toys, para tocar junto a los Pistols y The Clash, todo el mundo usaba alfileres de gancho: se habían convertido en el emblema del punk. Entonces, ella dejó de usarlos y empezó a combinar camisas grises con corbatas negras... Algo así como la imagen del pospunk (pensar en Joy Division), pero otra vez antes de tiempo. Sin embargo, ahora Medeiros –51 años, cuatro hijos– usa dos alfileres de gancho a modo de aros. El primero se lo colgó porque sí, casi como para hacerse cargo de que ella inventó esa estética. El otro, más personal, era el que sostenía su babero en Montevideo. “Yo no me consideraba punk, me parecía una boludez que dijeran que no había futuro”, dice, mientras se acomoda sobre un sillón en un hotel porteño. “Me interesaba romper todo, pero para crear algo mejor.” La dama está en Buenos Aires para presentarse hoy en El Dorrego, en el marco del Bafim (a las 19.30, con entrada libre). Allí mostrará las canciones de EM, el disco con el que volvió al mundo de la música después de veinte años dedicada a la actuación y que será editado próximamente en la Argentina. Medeiros, que fue estrella pop y salió en la tapa de Playboy, regresará a la ciudad en octubre para ser parte de Leonera, la próxima película de Pablo Trapero.

–¿Cómo empezó en el punk, que también estaba empezando?

–Cuando uno comienza algo, no le pone nombre: los nombres se los ponen después. Uno no se da cuenta de lo que está pasando porque está adentro. Es como con lo del alfiler de gancho o la cámara de fotos: se inventa en varios lugares al mismo tiempo, porque corresponde a algo de una generación.

–¿Qué llevó a los Stinky Toys a hacer punk rock en Francia al mismo tiempo que estallaba en Inglaterra?

–El mundo está dividido en países, pero también hay divisiones culturales: el mundo de la música, el del cine... Y creo que en París se escuchaba lo mismo que en Londres y Estados Unidos. Igual, lo que escuchaba yo era mi mundo en París, pero me alucina ver documentales de televisión de esa época, porque me doy cuenta de que éramos marcianos. Yo me vestía de una manera diferente a la media, vivía en otro mundo que el de esas señoras peinadas con laca, como en la serie Starsky & Hutch. Escuchábamos The Stooges, New York Dolls, MC5...

–Usted había llegado a Francia poco tiempo antes. ¿Cómo se animó a cantar en una banda punk?

–Supongo que es algo que me corresponde naturalmente. La primera vez que subí a un escenario me di cuenta de que estaba en un lugar en el que me sentía bien. Todo el resto del tiempo era una lucha para encontrar un lugar. Me sentía mal, recibía la agresión permanente del mundo, de la sociedad en la que vivía, en ese momento en el que estaba volviéndome una persona adulta. Salir de la infancia es tener la necesidad de definirte, porque mientras sos chico te definen los otros. Pero la música era y sigue siendo un alivio: para mí, el escenario es un lugar seguro. Me gusta estar allí porque puedo intercambiar una comunicación positiva con la gente que viene a verme, del mismo modo que me pasaba a mí con la música que escuchaba. En aquel momento, en la música francesa no pasaba nada: lo único que había eran copias de las cosas americanas e inglesas, adaptadas en versiones edulcoradas. Entonces, esa explosión, que fue simultánea con la de otros lados, en París fue pequeña. Eramos nosotros y alguna gente a nuestro alrededor, nada más. Pero como estábamos tan metidos en la música, era nuestra única respuesta. Pero hoy estamos mucho peor que hace treinta años.

–¿El rock ya está demasiado asimilado por el sistema para convertirse en una respuesta a eso?

–La música cambia y cada período tiene su música, que es la respuesta de la calle a lo que está pasando. ¿No son los mismos temas los del blues, el jazz, el rock y el hip hop? Lo importante es que en cada país, por más que exista la impronta anglosajona, cada música encuentre su propio mestizaje.

–Los Stinky Toys salieron en la tapa del New Musical Express.

–Para mí no era nada especial, pero cuando volvimos a París estaban todos alborotadísimos. Sobre todo las discográficas, que nunca nos habían dado pelota: de pronto nos llamaban todas para ofrecernos contratos. Casi firmamos con el sello que publicaba a Kraftwerk. Nos invitaron al lanzamiento del disco Trans Europe Express, que fue arriba de un Trans Europe Express en el trayecto París-Rennes. Durante todo el viaje había champagne, entonces cuando llegamos estábamos en el espacio: en un momento les vomité encima a todos los tipos de la discográfica. Encima, un amigo nuestro prendió fuego las cortinas: no era raro que no quisieran volver a vernos (risas). Cuando tus hijos saben cosas así de vos es mucho más interesante criarlos. Saben que si les digo algo, no son macanas.

–¿Queda algo de aquella chica punk de 18 años dentro de usted?

–Sí, porque tengo el mismo impulso. Es por eso que hubo varios períodos, con uno muy importante antes de este disco, en los que me alejé de la música. No puedo tomarme la música como un laburo. Sí, es mi trabajo, mi rol en la vida. Pero no puedo hacerlo por encargo. Y si pierdo eso, pierdo lo único que me salva. Cada vez que escribo algo es un alivio, porque con eso podré sobrevivir un día, una semana, un mes.

–¿Cuál cree que fue el legado de la generación punk?

–Para mí, la revolución debe ser permanente. Cada cosa nueva que sale es nueva hasta que la asimilan y hay que ir contra eso. En el rock y en el hip hop hay estratos no comerciales, más extremos. Les presto atención a las cosas que escuché toda mi vida, pero hoy escucho más reggaeton y hip hop que rock.

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Medeiros regresará a Buenos Aires en octubre, para trabajar en la próxima película de Pablo Trapero.
 
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