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Martes, 1 de noviembre de 2005

MUSICA › DEEP PURPLE EN OBRAS

Los veteranos aún saben cómo rockear

Con los históricos Ian Gillan, Ian Paice y Roger Glover al comando, Deep Purple descerrajó una batería de temas ideal para los fans del hard rock de cualquier edad. Incluyendo, claro, Smoke on The Water y Highway Star.

 Por Cristian Vitale

La apuesta no era fácil. Deep Purple debe ser, sino la más, una de las bandas con mayor predicamento y adoración dentro del circuito de rockers argentinos “de ley”, devotos del hard rock clásico. No es éste un público que se conforme con el pancho y la Coca. Todo lo contrario. Menos si en lugar de ese ídolo indestructible llamado Ritchie Blackmore, le traen un guitarrista, aunque pirotécnico y virtuoso, bastante menos genial que aquel –Steve Morse–, o si el sitio del hombre que supo construir desde su endiablado Hammond la veta clasicista y sinfónica de la púrpura profunda, Jon Lord, lo ocupa un nombre diminuto ante tal deidad: el ex Rainbow Don Airey. Pero Ian Paice, Ian Gillan y Roger Glover –los sobrevivientes– sabían a lo que se atenían y, la verdad, se metieron en el bolsillo a las cinco mil personas que atiborraron Obras. Con bastante sorpresa –necio sería negarlo–, Morse y Airey lograron espantar con una hora y media de música impecable a los fantasmas de ausencia que acechaban en la previa. No sólo en el segmento instrumental del show, cuando los viejitos le dejaron la escena a disposición para solear a gusto, sino mediante explosivas, exactas y hechiceras intervenciones en el recorrido histórico que realizó la banda por temas de Fireball (1971) y Machine Head (1972). Más que el pancho y la coca, el dúo de suplentes pagó una cena bien nutritiva, y les tiró el vuelto en la cara a los descreídos.
También la ubicación de los temas –y el repertorio mismo– primó para desacreditar ortodoxias, recelos y sospechas de hurto veterano. El quinteto se las arregló para ir colando parte de su última producción, Rapture of The Deep (2005), en medio de clásicos insoslayables. Cuando sonó Wrong Man, tercer tema de la grilla, purplemaníacos de vieja, nueva e intermedia generación pararon la oreja. Más aún ante un temazo, sólo superable por las gemas que la forjaron en banda imprescindible, llamado Kiss Tomorrow Goodbye. Hasta que tuvieron que rendirse definitivamente frente a una de las composiciones de Morse, Contact Lost, incluida en el anteúltimo trabajo del grupo, Bananas (2003). Nada hay que lo pueda igualar a Blackmore, claro, pero Steve –consciente del contexto y del desafío– se las arregló muy bien para bajar su nivel de aceleración habitual y pelar yeites mágicos, sutiles, cuasipsicodélicos... blackmorianos. Tampoco Airey quedó pagando en términos de versatilidad e intuición. No sólo sus teclas invocaron permanentemente reminiscencias setentistas, sino que tuvo el talento universal necesario como para, en medio de un solo de órgano progresivo, meter una versión calcada de ¡Adiós nonino!. O lograr el clima apropiado para que el público truene al son de Perfect Strangers.
El minirrepaso por la actualidad fue preciso y equilibrado: cuatro temas contra doce de la vieja y querida cosecha pre Coverdale/Hu- ghes. Para delirio de los fans, Purple arrancó el set con dos rayos fúlmines de Fireball (el homónimo y Strange Kind of Woman), coqueteó con tempraneros simples reeditados en decenas de discos recopilación (Demon’s Eye y Black Night) y, aunque ninguneó por completo In Rock (1970), extirpó ansiedades y deseos de cuajo con ¡medio Machine Head! La Biblia eterna del rock pesado rejuveneció en la noche de Obras con tres de sus cinco hacedores originales, a través del inolvidable Highway Star, una impresionante versión de Space Truckin, Smoke on The Water y Lazy (“Haragán”), que Gillan –¿sarcasmo, chiste o despiste?–, salió a cantar con la camiseta de la selección argentina. Pero lo más viejo del arcón fue datado en 1968, cuando Purple era una banda súper under, que mechaba covers de The Beatles y The Nice con tímidas composiciones propias. Hasta cuando todavía estaban Rod Evans y Nicky Simper en vez de Gillan y Glover y editaban Shades of Deep Purple. De ese origen reciclaron Hush, de Joe South, en clave funky, y provocaron encantamiento en muchos viejos –y algunos nuevos– acérrimos.
¿Punto flojo? Más que flojo, casi natural. Es imposible que Gillan, con 60 años y pasado estruendoso, pueda siquiera aspirar a lograr los agudos de épocas doradas. Tal vez ello explique que no figuraran Child in Time o Speed King en el repertorio, pero muchos de los temas elegidos tampoco le fueron favorables. Se le tornó imposible en Highway Star, mucho más en Smoke on The Water o Lazy, donde sí brilló la bella melodía de su armónica, como cuando era joven. De todas formas, fue el detalle que cinco mil gargantas se encargaron de disimular, gritando estrofa por estrofa aquellos himnos: un gesto de agradecimiento a 37 años de maravilloso rock and roll.

9-DEEP PURPLE
Músicos: Ian Gillan (voz), Steve Morse (guitarra), Roger Glover (bajo), Ian Paice (batería), Don Airey (teclados).
Duración: 90 minutos.
Público: 5 mil personas.
Estadio de Obras Sanitarias, domingo 30 de octubre.

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Ian Gillan y Steve Morse, voz y guitarra de un Deep Purple que aún tiene pilas para salir al escenario.
 
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