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Lunes, 24 de julio de 2006

LITERATURA › “NOCHE DE CUENTOS” EN BARTOLOMEO

“Esta es una manera de conjurar la literatura”

El Grupo Alejandría propone, martes por medio, un espacio en el que confluyen narradores inéditos con autores ya reconocidos. El Fondo Nacional de las Artes les concedió una beca para preparar una antología de relatos.

 Por Angel Berlanga

El aire se va tensando en este bar de Mitre 1525, al tiempo que la escritora Moira Irigoyen avanza en la lectura de “Un anillo por un conejo”, el relato de una psicopedagoga acerca de sus entrecruces con una nena que llega a su consultorio con un diagnóstico de úlcera precoz; las dos terminan construyendo el alivio a un dolor que tienen en común: la muerte de alguien muy cercano. Las luces en este lugar son tenues e iluminan sobrias a la primera autora que, sobre un pequeño escenario, lee una pieza propia en esta Noche de cuentos, el nombre que llevan las reuniones que cada dos martes organiza el Grupo Alejandría, un equipo de cinco escritores “jóvenes” –de entre 19 y 30 años– en Bartolomeo. “Había varios lugares para lectura de poesía de autor, pero faltaba alguno en el que pudieran leerse cuentos”, dice Edgardo Scott, uno de los alejandrinos fundadores, psicólogo y narrador hasta ahora inédito, autor de un libro de relatos y de una nouvelle a pocos retoques del final. En un espacio pensado a favor de un género en el que estremecieron Cortázar, Quiroga, Borges, desde marzo del año pasado leyeron sus textos más de cien autores poco conocidos y también una veintena de escritores con obra publicada y cierto reconocimiento.

“La idea se mantiene desde que arrancamos –cuenta Clara Anich, 25 años, recién recibida de psicóloga, autora de una obra de teatro y un libro de cuentos–. Primero leen cuatro autores desconocidos, o casi, y cierra la noche un escritor bastante conocido, al que luego se le hace una entrevista sobre su concepción del género y su visión de la literatura argentina.” El primer martes de agosto la “estrella” será Patricia Suárez, y dos semanas después será el turno de Juan Sasturain, quienes alumbrarán un firmamento cuentero al que ya contribuyeron Vicente Battista, Carlos Gamerro, Liliana Heker, Pablo Ramos, Ana María Shua, Hebe Uhart, Martín Kohan y Paola Kauffman, entre otros. Pero esta noche es especial porque quienes leen sus relatos son cinco de las narradoras que conforman la antología Una terraza propia, organizada por Florencia Abbate y recién publicada por editorial Norma, un libro que reúne textos de 23 autoras nacidas entre el ’63 y el ’83. Se da aquí, esta noche, un cruce potente de iniciativas: en la pluralidad de voces que propone Alejandría, se pronuncian los relatos de un libro también signado por esa pluralidad. Hay, en Bartolomeo, cincuenta y dos personas. Cuando la nena y la psicopedagoga están por cambiar conejo por anillo y por despedirse, lo único que parece moverse es el humo de un cigarrillo, perdiéndose hacia la oscuridad del techo. Cada tanto, eso sí, por Mitre pasa rugiendo un colectivo.

El tercer alejandrino se llama Juan José Burzi –30 años, autor de la novela El trabajo del fuego, publicada por la Universidad de La Plata, y hacedor de la revista Los Asesinos Tímidos– y es el que va presentando a las lectoras. Claudia Feld pone a contar a una taxista y su extraña experiencia con un pasajero que se va para Ezeiza, pero antes hace unas cuantas paradas misteriosas y la invita a comer un asado hecho por él mismo, con carne que saca de su enorme valija; Alejandra Laurencich le da voz a una mujer lastimadísima y resentida que va en viaje hacia el hospital donde su bebé sufre una enfermedad terrible; Selva Almada cuenta “El llamado”, el extrañamiento de una mujer que oye por teléfono cómo un desconocido le dice que es su hijo; entre el humor y el espanto, Gabriela Cabezón lee “La hermana Cleopatra”, el devenir de un travesti con “look Eva Perón” al que le habló la Virgen, cuya primera noticia data de sus doce años y proviene de la prensa, más precisamente de Crónica: “Barbarie homofóbica: casi mata a su hijo porque el nene quiere ser como Susana”. Al final, Florencia Abbate comenta de la experiencia del armado de la antología y no necesita que se declare contentísima, porque es evidente: “Me parece que en la Argentina hay un montón de gente que escribe y los espacios para publicar no dan abasto para dar a conocer la producción que hay circulando. Y también me pareció interesante rastrear y ver qué estaban produciendo escritoras que tuvieran más o menos mi edad”.

El Grupo Alejandría fue becado por el Fondo Nacional de las Artes para armar una antología con algunos de los relatos de los narradores que pasaron el año pasado por Bartolomeo. “Para nosotros significó un reconocimiento a un trabajo que hacemos a pulmón, es un logro mantener el espacio y acrecentarlo”, dice Sandra De Falco, una abogada de 30 años, cuentista inédita, que dice que escribir es el “fundamental motor de vida”. Los proyectos del grupo incluyen un libro que recopilará las entrevistas que fueron haciendo y la generación de un espacio similar para chicos. “Los cuentos nos llegan a través de gente que nos contacta en el bar o a través del correo (alejandriagru [email protected])”, explica Anich, que aclara que la página en Internet (www.grupoalejandria.com.ar) está en construcción. “La idea es recibir tres o cuatro cuentos de cada autor –agrega–. Luego, nosotros elegimos los relatos y vamos armando las noches, porque algunos pueden ser muy bellos, pero pierden al leerlos en voz alta; también procuramos que no sean excesivamente largos, porque en ésos suele costar mantener la tensión. Cortos, que den para la oralidad y que sean disfrutables: casi siempre elegimos ésos.” “Tampoco se discuten ni se critican en público –dice De Falco–. Además procuramos una heterogeneidad de estilos: hubo cuentos eróticos, humorísticos, de todo un poco.” “Para nosotros, como escritores, es una experiencia invalorable –tercia Scott–. Hemos leído muchísimos relatos de una gran cantidad de autores. Eso nos da un panorama de qué se está escribiendo hoy, más allá de lo que se publique.”

Los cinco integrantes de Alejandría –el grupo se completa con Verónica Yattah, estudiante de Letras– pasaron en algún momento por el taller literario de Abelardo Castillo. “Hemos escuchado demasiadas cosas acerca de la literatura, demasiadas definiciones –señalaron a comienzos de año, en una especie de manifiesto–; que se ha convertido en un objeto de mercado; que es necesariamente política; que debería despolitizarse; que se ha aburguesado; que tiene que ser experimental; que es una gran tradición; que debe responder al lector; que debe ignorarlo. (...) Vamos a sincerarnos: no sabemos qué es la literatura, ni mucho menos qué debería ser. Pero, sin embargo, sabemos de su existencia. A veces, incluso a nuestro pesar, la hacemos; otras, la buscamos; y otras no nos queda más remedio que perderla. Este espacio probablemente sea una manera de conjurarla. De invitarla a venir.”

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Noche de cuentos se impone como una invitación a la lectura.
 
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