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Domingo, 11 de mayo de 2014

LITERATURA › UN EMOTIVO HOMENAJE A JUAN GELMAN

Todos los caminos del poeta

Daniel Freidemberg, Jorge Boccanera, Rodolfo Alonso y Jacques Ancet supieron encontrar las palabras para recordar al enorme poeta fallecido en enero. El encuentro cerró con una frase por demás adecuada: “Gelman se agarraba el alma para limpiar la vida”.

 Por Silvina Friera

Un homenaje fraternal al poeta que marcó a varias generaciones de escritores en Latinoamérica. Juan Gelman abrió muchas puertas y caminos. Logró que el dolor hablara como sólo él podía hacerlo. Imposible olvidar sus versos y su forma de decirlos. Daniel Freidemberg, Jorge Boccanera, Rodolfo Alonso y Jacques Ancet –poeta y traductor al francés de varias obras de Gelman– se reunieron el viernes por la noche para celebrar la poesía gelmaniana en la 40o Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Alberto Díaz, editor del poeta que estuvo a cargo de la presentación, comentó que uno de los premios más apreciados por Juan –que obtuvo nada menos que el Cervantes– era el pedazo de tablón de la vieja cancha de Atlanta –club del que era hincha–, que le regalaron cuando se cumplieron los cincuenta años de Violín y otras cuestiones. “Cada vez que hacíamos bromas, yo le decía: ‘si seguís jorobando con esto, devolvé el tablón’. El me contestaba algo así como ‘ni en pedo lo devuelvo’.” Boccanera aprovechó el preludio humorístico, el anecdotario tan inevitable como imprescindible, para volver a reproducir una frase de cabecera del poeta: “Soy de Atlanta, aunque gane”.

Cuando el joven Freidemberg leyó Gotán –aun no podía saber que con el correr de los años sería al autor que más leería y trabajaría–, descubrió que la poesía podía ser “otra cosa”. Que siendo un lenguaje lírico, “uno sentía que se abría una puerta”, que había como “un murmullo” que estaba detrás de las palabras y servía para escribir. Ese murmullo fue el principio de lo que se llamó “coloquialismo” o “la poesía de los ’60” y está conectado con “algo de la conversación con el otro sin ampulosidad”. Gelman fue el primero en dejar esta vía que él mismo abrió con Cólera Buey, donde rompe con ese coloquialismo para enfrentarse a la poesía, “a ciertas búsquedas que son inalcanzables, insatisfactorias”, planteó Freidemberg y reivindicó a Gelman como “un grande de la poesía a secas, no sólo de la poesía argentina o de la lengua castellana”. Entre los poemarios más significativos se detuvo en Carta abierta, libro escrito dialogando con su hijo Marcelo, que estaba muerto –aunque él todavía no lo sabía, seguía desaparecido–, donde “hace que sea el dolor el que hable con un lenguaje balbuceante y entrecortado”. “Gelman entra en el dolor para escribir, hace hablar al dolor y a los silencios, despliega los silencios de distintas maneras. El decía una frase de un amigo suyo que lo introdujo a la lectura de los poetas místicos, José Angel Valente. ‘La poesía es la palabra que dice lo que calla y calla lo que dice.’ Y lo practicó a fondo y fue avanzando cada vez más.”

La poesía de Gelman se fue haciendo “más extraña, más lanzada a una aventura propia que no tenía otro fin que el descubrimiento de aquello que la palabra no podía decir”, reflexionó Freidemberg. “En los últimos libros esa aventura se extrema. Gelman se hace cargo de la insuficiencia de la palabra. Por eso son libros tan ásperos, tan difíciles de abordar, requieren una lectura que nunca se puede completar, una lectura que no tiene sosiego. Es una aventura tan extrema, tan alta, que en cierto modo la poesía es un instrumento para otro tipo de búsqueda que no hay como llamarla, pero que trata de poner a prueba nuestras posibilidades de relación profunda con el mundo que nos rodea.” Alonso optó por evocar un intercambio de correos electrónicos y una frase de Juan: “Los premios no escriben por uno”, le contestó por mail. “A veces me parece que me la estuviera diciendo con esa voz única que tenía para decir sus poemas y para hablar. Después del 14 de enero, después de su muerte, me acuerdo cada vez más de esas palabras.” Alonso mencionó que el hermano mayor de Gelman le leía Pushkin en ruso. Y aunque no entendía la lengua, algo de la música del ruso le llegó. “Esa música no lo abandonó nunca; está desde su primer libro hasta el último.” Ancet, que tradujo Citas y comentarios y Carta abierta entre otros poemarios, señaló que la lengua gelmaniana “habla su propia lengua dentro de la lengua de los demás”.

Boccanera conoció a Gelman en 1975, “un año donde la Triple A causaba estragos y no era el mejor momento para encontrarse”. A pesar que el poeta estaba clandestino, se reunió con el grupo El ladrillo que integraban el propio Boccanera, María del Carmen Colombo y Vicente Muleiro, entre otros jóvenes poetas que querían charlar sobre la creación poética pero también acerca de la política. “El entusiasmo que noté en ese momento en Juan, el fervor por lo que hacía ese hombre sencillo, sin alharaca, nunca hablando de él, sin ganas de figurar, sin bajar línea, fue el entusiasmo y el fervor que mantuvo hasta sus últimos días.” Boccanera subrayó el hecho de que Gelman siempre estuvo atento a lo que escribían los más jóvenes y precisó que en ese primer encuentro –donde lo asediaron con preguntas y lo sometieron a los mates lavados– era “como si Juan instalara el barrio, como si llevara puesta la esquina”. El coloquialismo no puede alcanzar a describir lo que implicaba el trabajo poético de Gelman, en el que se produce “una orquestación mucho más profunda de locuciones populares, de frases a medio terminar, de sobreentendidos, de inflexiones que le dieron un ritmo a su poesía”.

Otro momento personal que evocó Boccanera junto a Gelman fue en una calle de Oaxaca, en México, cuando comieron de parados un mole negro poblano “muy picoso”. La anécdota le permitió introducir al poeta latinoamericano, una faceta que ha sido muy poco frecuentada, de la que se habla poco. “A la vez que era muy porteño, tenía esa apertura a lo latinoamericano. Visitaba un país y se involucraba con su gente y su cotidianidad. Está el Gelman que vive en Nicaragua en los ’80 –y me parece que en este sentido hizo con Cortázar un camino muy similar–; y está el Gelman de las crónicas en Chiapas y de una entrevista muy extensa que le hizo al Subcomandante Marcos. El Subcomandante le cuenta que cuando era muy joven llevaba en su mochila una antología de poemas de Gelman. Se da entre ellos una gran empatía, inclusive hay correspondencia del año ’90 de Marcos a Gelman. Todo eso se ha recogido en un libro de crónicas que acaba de salir en Francia”, repasó Boccanera. Para concluir eligió un hermoso epílogo. Leyó unos versos de Juan y los reescribió para afirmar: “Gelman se agarraba el alma para limpiar la vida”.

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El encuentro del viernes permitió realizar una semblanza de Gelman a través de las épocas.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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