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Jueves, 14 de mayo de 2015

LITERATURA › VIVIAN ABENSHUSHAN, LUIGI AMARA Y VERóNICA GERBER BICECCI, DE TUMBONA EDICIONES

“Que el libro no sea una mercancía más”

El trío de editores mexicanos da cuenta del espíritu independiente y cooperativo de su emprendimiento, que en su país va contra la corriente de la filosofía comercial imperante y los curiosos enfoques que se realizan a la hora de estimular la lectura en la población.

 Por Silvina Friera

El radical despabilamiento surge de un colectivo de espíritu heterodoxo y provocador. Un trío iconoclasta de editores mexicanos, integrado por artistas y escritores, patea el tablero de la edición. Vivian Abenshushan, Luigi Amara y Verónica Gerber Bicecci combaten contra la uniformidad instaurada por el neoliberalismo. Sin horarios fijos, sin oficina, sin jefes, la cooperativa Tumbona Ediciones es un laboratorio político, estético y vital que reivindica la publicación ecológica –pocos títulos, aquellos tan imprescindibles como incómodos– y “el derecho universal a la pereza”. El impulso de crear esta editorial nació en Buenos Aires, en un viaje que hicieron a fines de 2004, cuando se encontraron con la efervescencia de las editoriales independientes porteñas. El catálogo de este sello, que se presentó en la Feria del Libro y pronto se distribuirá en las librerías del país, es hospitalario con el ensayo y la narrativa breve, los textos inclasificables o paradójicos; con los autores que permanecen en los sótanos de la tradición, como Ulises Carrión (Veracruz, 1941-Amsterdam, 1989) o Carlos Díaz Dufoo Jr. (Ciudad de México, 1888-1932) y con los escritores inéditos que se mueven en los márgenes.

“Nos parece muy importante que la edición se pregunte qué es hacer un libro hoy desde un país todavía llamado México, pero que vive en una profunda crisis de violencia. Queremos también extender la pregunta hacia cómo circulan los libros. El monopolio de las librerías mexicanas impide la circulación natural. Las editoriales independientes tienen muy pocos espacios en las librerías. Hay casi que pedir de rodillas que te dejen poner tus libros”, cuenta Abenshushan (Ciudad de México, 1972), autora de El clan de los insomnes y Una habitación desordenada. Amara (México D.F., 1971) comenta a Página/12 que la editorial rescató al escritor-artista Ulises Carrión para producir “una suerte de sacudida en el medio literario”. La colección Versus resignifica y potencia el desgastado arte de la diatriba con títulos como Contra el amor, de Laura Kipnis, Contra la belleza, de Rafael Gumucio, Contra la vida activa de Rafael Lemus, Contra el trabajo, “seis ensayos en huelga” de Séneca, Friedrich Nietzsche, Theodor H. Adorno, Samuel Johnson, Bertrand Russell y E. M. Cioran; Contra los hijos de Lina Meruane y Contra el copyright, “cinco ensayos combativos” de Richard Stallman, Wu Wing, César Rendueles y Kembrew McLeod, entre otros títulos. “Hay mucha gente interesada más en la circulación de los libros que en el sueño un poco delirante de obtener regalías y que un día Hollywood compre tu libro. Abrimos la editorial para que se pudieran hacer cosas en copyleft. Muchos libreros y editores dicen que estamos locos, que deberíamos defender el copyright. Pero el copyright lo detenta la corporación, no el autor. Nosotros estamos en contra del copyright y a favor del derecho de autor”, aclara el editor.

Ensayista y poeta, autor de Historia descabellada de la peluca, Amara recuerda que la idea de hacer la editorial nació de aquella visita a Buenos Aires a fines de 2004. “Nos dimos cuenta de que se podía alcanzar vitalidad editorial con imaginación y sin dinero. Entendimos que no tenía sentido hacer una editorial para que el libro sea una mercancía más.” Gerber Bicecci (Ciudad de México, 1981), artista visual que ha publicado Mudanza, libro en que narra la transformación de cinco escritores en artistas visuales, plantea que “editar es señalar, hacer uso de un poder”. “A diferencia de las editoriales independientes en México, Tumbona edita colectivamente; es muy sabido que hay mucha gente que mete mano en un libro, pero normalmente hay una figura de editor. En Tumbona discutimos tanto cómo editar cada libro que nos volvemos absolutamente inoperantes. Nosotros editamos a seis manos y discutimos hasta el último detalle.” Tumbona –en México– es una reposera, una silla cómoda para leer.

–Hay una irreverencia en el catálogo que no se corresponde con el nombre, con esa idea de la reposera para leer cómodo, ¿no?

Vivian Abenshushan: –Es cierto, lo hemos pensado... Hubo una campaña de lectura México por un País de Lctores, que puso en marcha el entonces presidente Vicente Fox, que impuso la idea de la lectura casi como una obligación moral. La peor campaña es decir que leer te hace mejor persona o que te ayuda a prevenir el Alzheimer. Frente a esa condición moral de la lectura, nos parecía importante generar una tensión con la idea del carácter gratuito de la lectura, que no tiene una utilidad práctica, cuantificable. Cuando estuve acá en 2004, en San Telmo, vi un esténcil que decía: “Mate a su jefe: renuncie”. Yo trabajaba doce horas diarias en una revista y renuncié. Lo maté simbólicamente (risas). Hay una defensa de la haraganería, de la lentitud, de la improductividad a contracorriente de un discurso que en México se instaló de manera muy fuerte con el Tratado de Libre Comercio con la productividad, la competencia, el dinero, la ganancia, todos estos valores neoliberales que es importantísimo discutir.

Verónica Gerber Bicecci: –En México no es un cliché la figura del lector tirado con un libro como lo es en Argentina. Al contrario, el grueso de la población en México aprende a leer por obligación, porque se lo imponen en la escuela; la cultura de la lectura es mucho más pobre que la de Argentina. Entonces el nombre de la editorial tiene mucho que ver con invitar a algo que para usted, como argentina, es totalmente un cliché: tirarse a leer.

Luigi Amara: –Hablar de leer por placer en México es antiproductivo. Las campañas de lectura son tan absurdas que ahora una propone: “cuantifica el tiempo que lees, llega a los veinte minutos al día”. Son parámetros completamente ridículos.

V. A.: –Imagino a la gente leyendo con sus hijos: “¡A ver, llevamos quince minutos, sigue, sigue, tú puedes...” ¡es horrible! Nuestros niveles de consumo y de desgaste son inmensos, entonces nos parecía importante ralentizar la producción de libros.

–¿Qué significa editar libros en un país con tanta violencia y con un futuro tan incierto?

V. G. B.: –Si algo se puede detectar, viendo el problema de manera muy general, es una ruptura irreparable en la sociedad que va a tener unas consecuencias que ni siquiera alcanzamos a imaginar. Este ejercicio que hacemos de discutir cada libro genera una pequeña comunidad. Si esto se repitiera, podría subsanar las grietas sociales, que son muchas. Aunque siempre nuestros libros buscan incomodar, esa incomodidad también en el fondo está tratando de coser una herida.

L. A.: –El problema del narco es consecuencia de una visión individualista y completamente mercantil de la vida. El narco, el que cree que puede secuestrar y asesinar al otro, responde a una lógica neoliberal desatada. Nuestra idea como editorial es luchar contra el individualismo intentando crear redes, haciendo fiestas colectivas, incluso contra la lógica de los demás sellos que quieren chingarte, como decimos en México. Hay un punto en que sentimos que quizá seguir editando libros es un poco frívolo o inconsecuente. Sigue la pregunta qué hacer, cómo responder a una situación en la que hay una falta total de horizontes. No es sólo la violencia, sino todo lo que se ha resquebrajado socialmente.

V. A.: –Para nosotros es una pregunta abierta porque hay una violencia declarada desde hace ocho años, pero en los últimos siete meses, desde Ayotzinapa, todo entró en un estado de excepción. Nuestros códigos culturales están también entrando en un estado de excepción.

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“Estamos en contra del copyright y a favor del derecho de autor”, dicen Abenshushan, Amara y Gerber Bicecci.
Imagen: Bernardino Avila
 
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