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Miércoles, 10 de agosto de 2016

LITERATURA › MELINA KNOLL PRESENTA SU DEBUT EN LA NOVELA UN PERRO SOLO

Un policial sin detectives

Autora de piezas teatrales como Doble contra sencillo y guionista de programas de televisión como Grandiosas y No hay dos sin tres, Knoll se lanza ahora con su primera novela al género policial. “No quería escribir un policial con policías y detectives”, se desmarca.

 Por Silvina Friera

El mundo es frágil como una muñeca de porcelana a punto de ser decapitada por un perro rottweiler llamado Rhin. La tensión madura como el filo de una cuchilla en la que se trama una rigurosa venganza. La ideóloga es Cecilia –en el pasado su nombre era Sonia–, una mujer que después de la muerte de su hijo Gino –un niño de dos años que fue asesinado por Rhin, el perro de la familia– asiste al resquebrajamiento de su matrimonio con el empresario Darío Bentancourt. “Se trata en el fondo de aplastarse el uno al otro contra el piso como si fueran cucarachas. Lo hacen con estilo, sin escándalo, como bailando un vals en medio de un salón. Sin gritos. Sin palabras, casi. Con una delicadeza que les terminará por helar la sangre”. Cecilia no sacrificará al perro, como le exige Bentancourt, porque tiene otro plan: se lo entregará a su amante Basquet, quien lo entrenará para matar en la casa en la que vive con su mujer, Elizabeth. Los hilos de la conjura alcanzan a Otto Gauss, el siniestro dueño de un criadero de rottweilers, su mujer Ingeborg, la niña de la pareja, María Gauss, y la profesora particular Ruth Starhand. Un perro solo (Adriana Hidalgo), la primera novela de Melina Knoll que tendrá una versión cinematográfica, despliega una atmósfera sombría y densa, fraguada por las esquirlas de una fatalidad que enmienda el rumbo de los personajes.

La tercera persona narrativa es filosa y precisa como un cuchillo de carnicero en manos de Knoll, una escritora que experimenta con el tiempo presente a la manera de una acróbata que camina sobre una cuerda tensa y salta hacia el pasado sin hacer ningún esfuerzo. En el texto de contratapa, Oliverio Coelho plantea que la novela “es original en su forma, pero de un modo oblicuo: casi todo lo trágico ya sucedió y está narrado retrospectivamente, aunque el lector intuye, con un nudo en la garganta, que lo peor está por suceder”. La muerte siempre altera el paisaje existencial. “Quería escribir un policial y a partir de ahí empecé a ver cómo armarlo y qué me parecía más fértil. Entonces surge la venganza como móvil y también la cuestión de que fuera difícil inculpar: una venganza a partir de una impotencia muy fuerte. Y apareció un perro que mata a un chico y algo más adonde hubiera que ir a vengarse. No quería escribir un policial con policías y detectives. Trabajé un tiempo en seguridad, en prevención del delito, y conozco la fuerza. Los policías nuestros no son los policías de las series norteamericanas”, cuenta la escritora y guionista a Página/12.

Una decisión que tomó al comenzar la novela fue que no hubiera discurso directo. No hay diálogos en Un perro solo. “Mi experiencia con el diálogo es enorme, pero quería otra cosa al escribir. Hace un par de años gané el primer premio Itaú con el cuento ‘La planta medicinal de los hallazgos’ y tampoco había diálogo. Me gustan mucho las atmósferas de las novelas de Patricia Highsmith, sin importar tanto la cuestión clásica del cuerpo que aparece y el enigma. Como que el enigma me pasa por otro lado. El armado del plan de venganza me llevó mucho trabajo de escritura”, recuerda la escritora. Knoll escribió guiones de programas de televisión como Grandiosas y No hay dos sin tres, entre otros. “El teatro siempre ha tenido que ver con la comedia para mí. Si tuviera que escribir teatro, volvería a escribir comedia; es muy raro que lo dramático me guste en teatro –advierte la autora de las piezas teatrales Doble contra sencillo, Prêt-à-porter, En la posición de Trendelembur y Plantas secas en la calle White–. Yo estudié muchos años teatro con Hugo Midón, Roxana Berco y Carlos Gandolfo. Estudiaba actuación a la par que estudiaba la carrera de Letras. Pero no me veo en este momento escribiendo teatro, aunque nunca se sabe. Me gusta mucho mirar el mundo desde distintos lugares. Fue hermoso estudiar Filosofía y Letras, estar en Puán, pero mi escritura tiene más que ver con el humor”.

El tono narrativo de la primera novela de Knoll expulsa la posibilidad del humor. “Un perro solo jamás deambula, comprendió mirando a Rhin hasta que lo perdió de vista. Siempre busca algo; un rastro indescifrable para quien lo ve pasar, pero que es en verdad un camino perfecto, claro, que se abre entre su hocico y algún horizonte”, plantea el narrador acompañando a Basquet en el preciso instante en que consumó la venganza.

–¿Por qué detrás del plan de Cecilia aparece la historia de una mujer violada y humillada?

–Necesitaba extender la cuestión de la impotencia en los orígenes. Hay situaciones violentas, pero no es la violencia de género, ni tampoco el asesinato en los términos en que se da en la novela. Hay hechos que van generando un estado de impotencia que conduce a la violencia. En la misma impotencia de no poder culpar al animal apareció también ese sentimiento de quedarse con algo que no se expresa de forma directa. Los personajes no se detienen a pensar. Oliverio Coelho los define como máquinas del mal echadas a rodar que ya no se van a detener. Eso me dio la tranquilidad de que la novela es verosímil (risas). Hay algo de esa cosa de echar a rodar el mal que no se sabe dónde va a terminar.

–¿Un perro solo va a tener una versión cinematográfica?

–Sí, estoy escribiendo el guion, con toda la dificultad que tiene el traslado al diálogo.

–Hay una gran escena en la novela, muy cinematográfica: el momento en que Elizabeth, por el miedo que siente ante el perro, se orina encima.

–Me gusta mucho cómo quedó esa escena. Las escenas con el perro y el personaje de Elizabeth son las más descontroladas. Hay más desborde; son escenas en las que sentía que el límite se iba corriendo cada vez más. También me parece muy cinematográfica la búsqueda del perro durante la noche. Ahí se nota que hay más afecto entre Elizabeth y el perro.

–¿Imagina a algunos actores para la película?

–Me encantaría que el personaje de Elizabeth lo hiciera Laura Oliva. Para el personaje de Cecilia-Sonia por momentos se me apareció Julieta Díaz. Basquet podría ser Diego Peretti… y Ruth, la maestra particular, Mercedes Scápola.

–Escribe narrativa, teatro, guiones televisivos. ¿De dónde viene esa especie de unidad en la diversidad de escrituras?

–El deseo de escribir apareció de muy chica. Aun cuando estudiaba Letras escribía. La escritura no es un juego de niños, no importa el tema que sea. (Haruki) Murakami dice que escribir es como abrir la pesada puerta. La escritura es muy poderosa y mueve muchas cosas.

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“Mi experiencia con el diálogo es enorme, pero quería otra cosa al escribir”, dice Knoll.
Imagen: Rafael Yohai
 
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