espectaculos

Martes, 30 de diciembre de 2008

CINE › LO QUE DEJó LA PRODUCCIóN ARGENTINA MODELO 2008

Un año de triunfo artístico, un año de grandes preguntas

Sin lugar a dudas, la temporada que ya termina fue de consumación, con muy buenas películas, en infinidad de registros y para todos los gustos. Pero el público no acompañó, con lo que 2009 se perfila nuevamente como un año de preparación.

 Por Horacio Bernades

Hay años de preparación y otros de consumación. 2007 fue, para el cine argentino, de los primeros, con gran cantidad de producciones en rodaje, que llevaron a que la expectativa se trasladara a la temporada que en estos días finaliza. Con todas esas películas viendo la luz, 2008 resultó, en términos creativos y de producción, un año de consumación. Hubo, en los papeles al menos, para todos los gustos. Las nuevas películas de dos de los grandes monstruos sagrados del cine local no los mostraron en estado de anquilosamiento, precisamente: Leonardo Favio levantó la apuesta con Aniceto, mientras que con El último tren Pino Solanas consolidó su proyecto de pentalogía en curso. Varios de los nombres mayores de lo que alguna vez se llamó “nuevo cine argentino” también se reafirmaron: Lucrecia Martel con La mujer sin cabeza, Pablo Trapero con Leonera, Daniel Burman con El nido vacío y Lisandro Alonso con Liverpool. A su turno, con Historias extraordinarias y La rabia a la cabeza, los sucesores de aquella generación se ratificaron como herederos legítimos. ¿Un año extraordinario, entonces? Tal vez, si el público hubiera acompañado. Pero no acompañó.

Es cierto que el cine de Daniel Burman continuó sumando adeptos, como viene sucediendo, en forma ininterrumpida, desde El abrazo partido para acá. Es cierto también que los 140.000 espectadores que fueron a ver Leonera no son una mala cifra, que los 145.000 de Motivos para no enamorarse están más que bien por tratarse de una comedia pequeñita, que los 50.000 que llevó El último tren invierten la pendiente que el último par de documentales de Solanas venía describiendo, que el reestreno de Aniceto sirvió para sacarla de la zona del descenso. Y que el (casi) millón y medio de Un novio para mi mujer confirma que el mismo público que le da la espalda al cine argentino choca los cinco cuando el que convoca es Juan Taratuto.

Igualmente cierto es que, desde la zona más alternativa, Historias extraordinarias generó una muy interesante corriente de público, a razón de sólo una exhibición semanal (al principio fueron dos) en una única sala (la del Malba). Estrenada a comienzos de octubre y con cartel asegurado de acá a marzo, la expansiva película-río de Mariano Llinás logró redondear un círculo que, incluso en términos económicos, es virtuoso. Todo un convencido de que se puede filmar al margen de subsidios y créditos oficiales, en su nueva película el autor de Balnearios da la impresión de haber extremado deliberadamente los recursos para demostrarlo, filmando en digital un largometraje de duración inusual (más de cuatro horas), producido en forma autónoma y con actores amateurs o provenientes del teatro off.

A diestra y siniestra

La económica no es la única inversión de sentido que Historias extraordinarias produjo, en relación con el conjunto del cine argentino. Con su apuesta al maximalismo y la proliferación ficcional, la película de Llinás les probó de paso, a sus pares y cogeneracionales, que el cine fatto in casa no tiene por qué resignarse a un monominimalismo de expresión adusta, sacrosanto respeto por lo real y política del acontecimiento cero. Historias extraordinarias indicó que el cine autogestionario bien puede aspirar a la aventura, el humor, la peripecia, el espíritu lúdico y demás fiebres narrativas y cinematográficas, sin morir en el intento. Siempre dispuesto a subir la vara, ahora Llinás va por más, produciendo una nueva película, ya no en digital, sino en el terreno mismo en que a la industria le gusta medirse: el fílmico. Es un capítulo que, sin duda, continuará.

Más allá de que el público le haya dado la espalda a algunas de las apuestas más extremas (La mujer sin cabeza, La rabia, la magnífica Extranjera, de Inés de Oliveira Cézar), es preocupante que, con la excepción de Cordero de Dios, ninguna ópera prima –se trate de Los paranoicos, El desierto negro, S.O.S. Ex o Incómodos– haya logrado hacer pie este año. Pero también, ratificando lo que había sucedido el año pasado con Incorregibles, en esta temporada se confirmó que si el público pega a siniestra, también lo hace a diestra. Tan mal como a las películas nombradas (que puede pensarse que le quedan demasiado “a la izquierda” al público local) les fue a los grandes subproductos “de derecha”, que redondearon cifras que rondan la mitad, o menos, de lo que hasta hace un par de años solían totalizar.

Futuro imperfecto

Lo de Brigada explosiva y Los Superagentes, en particular, es casi como para cerrar el boliche. Con cifras de unos 200 mil espectadores, es como que se les acabó el curro a esa clase de subproductos. Que, a diferencia de las películas “de arte” –que exportan bien–, dependen pura y exclusivamente del mercado local. Tal vez un producto como La leyenda –que, como los autos que la pueblan, es pura fabricación en serie, pero sin rayas ni raspones– esté señalando una dignificación en ciernes para el sector más crasamente comercial del cine argentino, poniéndole fin a ese “cine de la truchada” que imperó durante demasiado tiempo. ¿Apuntan las nuevas medidas de fomento, como recelan los más críticos, a desarrollar una industria que se base en menos películas, más caras, con fuertes filtros a los directores debutantes? ¿Servirán de algo controles más estrictos en el cumplimiento de la cuota de pantalla? ¿Podrá competir el cine argentino con los monstruos grandes que pisan fuerte? ¿Será más exportable un cine que estimule fuertemente la coproducción con cinematografías más poderosas? Esas preguntas quedarán picando a lo largo de 2009. Mientras tanto, en el mundo entero se reduce el espacio para el cine de arte, de riesgo o como quiera llamárselo. En todas partes, presupuestos y subsidios oficiales se recortan, compañías especializadas cierran. En este contexto no deja de ser preocupante, típico de una idiosincrática ciclotimia nacional, que cineastas exitosos –tanto en términos de crítica como de público– se hallen, aquí y ahora, en un parate que no por poco difundido deja de ser tal.

Realizadores como Adrián Caetano, Damián Szifrón y Rodrigo Moreno parecerían estar pagando no por sus fracasos, sino por haber concretado películas de muy buena crítica y repercusión más que buena, como lo fueron Crónica de una fuga, Tiempo de valientes y El custodio. Tener parada a esta clase de gente son lujos que el cine argentino se da, en un tiempo que parecería reclamar lo contrario. No sólo porque los números siguen sin cerrar, sino porque el ciclo bianual volverá a repetirse una vez más. Más allá de algún título fuerte (lo nuevo de Aristarain y Campanella, alguna otra cosita), 2009 pinta como otro año de preparación. ¿De preparación de qué? En 2010 se sabrá.


Las diez películas más vistas

1) Un novio para mi mujer 1.400.000 espectadores
2) High School Musical: El desafío 480.000
3) El nido vacío 270.000
4) 100 % lucha 245.000
5) Brigada explosiva: Misión pirata 240.000
6) Los Superagentes: La nueva generación 238.000
7) Motivos para no enamorarse 145.000
8) Leonera 140.000
9) Lluvia 57.000
10) La leyenda 55.000

Fuente: Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Se trata de cifras estimativas.

Compartir: 

Twitter

Aniceto demostró que Leonardo Favio es uno de esos “monstruos sagrados” que están lejos de anquilosarse.
SUBNOTAS
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.