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Jueves, 1 de octubre de 2009

CINE › LLUVIA DE HAMBURGUESAS, DE PHIL LORD Y CHRIS MILLER

Unas disfunciones onírico-culinarias

Como suele suceder con el pop en apariencia más descerebrado (a la manera de Bob Esponja), esta nueva incursión de Hollywood en la animación 3-D vuelve inteligente lo que parecería la mayor de las estupideces. Ese es el logro de los creadores de la serie Clone High.

 Por Horacio Bernades

El título lo dice todo. O casi todo. En Lluvia de hamburguesas llueve no sólo el plato básico del país de McDonald’s, sino all you can eat, como dicen allá. Desde helados hasta pizza, pasando por pollos frizados, bifes crudos, donuts y tartas de verdura. ¿Qué sentido tiene todo esto? Eh... difícil precisarlo. ¿Cuál es la gracia del asunto? Eso no es tan difícil de precisar como de explicar. Pero que la tiene, la tiene. No sólo gracia. Como suele suceder con el pop en apariencia más descerebrado (ver Bob Esponja), Lluvia de hamburguesas vuelve inteligente lo que parecería la mayor de las estupideces. Y eso no cualquiera puede hacerlo.

Basada en un libro (!) muy popular según dicen, Lluvia de hamburguesas (Nublado, con probabilidad de albóndigas es el título original) es la primera película escrita y dirigida por Phil Lord y Chris Miller, creadores, un lustro atrás, de la serie animada Clone High. La emitió MTV, duró una sola temporada, llegó a ser de culto y trataba de un científico loco, que para dominar el mundo creaba clones de personajes históricos y los soltaba por ahí. Lejos está Flint Lockwood, héroe de Lluvia de hamburguesas, de querer dominar el mundo. Lo que quiere es inventar cosas. Cosas locas: para la cultura tecnoindustrial estadounidense, no hay nada más parecido a un poeta que un inventor. Al comienzo, las cosas que Flint inventa no le salen del todo bien. Por ejemplo, una cruza de pájaros con ratas, a los que podría llamarse pajarratas. Un día se le ocurre poner agua en una especie de hiperlicuadora de su invención, apretar muchos botones y voilà, la comida está servida. Dispárese sin querer hacia la atmósfera, un día muy nublado, y se obtendrá lo que el título indica.

Producción en 3-D que saca provecho de esa técnica pero no da la impresión de necesitarla, todo intento de ver a Lluvia de hamburguesas como comentario, referencia o metáfora de algo parece destinado al fracaso. La decadencia de la sardina, industria de la que vivía el entero pueblo de Swallow Falls, no da la impresión de aludir a algún proceso económico de la realidad, sino que funciona como simple excusa para darles valor a las hamburguesas que el héroe hace llover. Pero eso tampoco parece entrañar un comentario sobre los hábitos alimentarios de los americanos del norte. Del mismo modo, la incesante deglución de burgers practicada por el intendente de Swallow Falls no parece tener por objetivo una referencia a la obesidad como enfermedad social, sino simplemente la graciosa conversión del hombre en bola humana. Otro tanto podría decirse sobre lo que en películas más “normales” funcionaría como núcleos temáticos. El carácter comprensivo de la mamá de Flint y no del padre derivan, por ejemplo, en la construcción del tan entrañable como complejo Mr. Lockwood, sardinero tosco y hermético, pero también noble y estoico.

En la misma línea, el carácter de “distinto” de Flint no remata en moraleja políticamente correcta, sino en gag liso y llano. Freak al fin, a la hora de darle un beso a la chica (meteoróloga de la tele, cientificista, lírica y aventurera, como él), el tipo infla los mofletes, suponiendo que es así como se besa. La mayor apuesta de Lluvia de hamburguesas se concentra en el último tercio de película, cuando Flint, la chica y otros compañeros de aventura se lanzan, en una suerte de Armageddon ridiculizado, a frenar un tornado de fideos con albóndigas. Monstruo que el héroe creó y amenaza con arrasar el pueblo entero. Allí, todo funciona sobre una base especulativo-imaginativa. En un verdadero furor catalógico, el “qué pasaría si...” incluye balsas hechas con sandwiches, porciones de pizza utilizadas como velas, gigantescos choclos-aplanadoras y pollos congelados, descabezados y asesinos. En todo ese largo segmento, Lluvia de hamburguesas recuerda tanto el episodio más brillante de Fantasía (el del aprendiz de brujo) como al Tim Burton más desaforado. Con Charlie y la fábrica de chocolate, la ópera prima de Lord & Miller, podría compartir el rubro “megadisfuncionalidades culinarias, en plan onírico-pesadillesco”. Rubro que, se supone, una abre y la otra cierra. O no. Nunca se sabe.

7-LLUVIA DE HAMBURGUESAS

(Cloudy with a Chance of Meatballs, EE.UU., 2009)

Dirección: Phil Lord y Chris Miller, sobre libro de Judi Barrett y Ron Barrett.

Música: Mark Mothersbaugh.

Voces (en copias subtituladas): Bill Hader, Anna Faris, James Caan, Bruce Campbell y Mr. T.

Estreno en 2-D (copias subtituladas) y 3-D (copias dobladas).

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Para la cultura tecnoindustrial estadounidense, no hay nada más parecido a un poeta que un inventor.
 
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