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Lunes, 9 de noviembre de 2009

CINE › LAS PRIMERAS PELíCULAS DEL 24º FESTIVAL DE MAR DEL PLATA

Un arranque con buenas perspectivas

Madre, de Bong Joon-ho, y Vikingo, del local José Celestino Campusano, dieron el puntapié inicial de la competencia internacional, mientras que El perseguidor abrió la argentina.

 Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

Luego de que en la noche inau gural no se cumplieran los peores augurios (la lluvia, los muchos y largos discursos, una proyección arrancando tardísimo), pero sí, por suerte, los buenos (la nueva película de los hermanos Coen, Un hombre serio, es, como decían, una bien redondita), la 24ª Edición del Festival de Mar del Plata comenzó a desplegar el conjunto de su programación, en todas las secciones. Les tocó a Madre, del cineasta coreano Bong Joon-ho, y Vikingo, del nativo de Ezpeleta José Celestino Campusano, abrir el fuego en la competencia internacional, una de las tres secciones oficiales del festival, junto a la competencia latinoamericana y la argentina.

Es difícil concebir un puntapié inicial más genial que la secuencia de títulos de Madre, la película más reciente del realizador de The Host, que viene de presentarse en la última edición de Cannes. Vale la pena contar esa secuencia en detalle. Una señora sube una ladera con rostro compungido. Ante las primeras notas de una canción pop, la señora comienza a bailar, como si estuviera en un musical. La danza es sublime y ridícula al mismo tiempo. La señora parecería imitar, exagerándola, la gestualidad excesiva de algún cantante melódico, tirando a grasún. Pero lo hace con una gracia y delicadeza incomparables. Pasados los primeros segundos de estupor, superadas las primeras risitas de desorientación, observando con más atención se advertirá en ella una expresión de profundo dolor. Esa expresión resignifica la escena por completo, haciéndola virar del kitsch a la hondura. En esa suerte de baile trágico, de pop hondo, de melodrama inadecuado, se condensa, en unos pocos instantes incandescentes, la película entera de Bong Joon-ho.

El problema es que lo que viene de allí en más (la película misma) está, inevitablemente, por debajo de esas alturas. Como el título indica, Madre es –en esencia, al menos– uno de esos melodramas de madres abnegadas. En este caso, la de un joven discapacitado, que irá a parar a prisión, acusado del asesinato de una chica. Esto da lugar a una segunda línea y una segunda adscripción genérica, la del whodunit, la clase de policial en el que se comete un crimen y hay que averiguar quién fue el autor. De modo característico, Bong Joon-ho trata este material a través de un filtro irónico, eventualmente farsesco, desplegando una suerte de pequeña comedia humana, echando luces y sombras sobre la galería de personajes y construyendo algunas escenas a puros golpes de talento anómalo. Pero el todo resulta menos que la suma de las partes. No importa demasiado quién mató a la chica y la relación central entre madre e hijo tampoco adquiere mayor interés que el de ciertos contraluces entre ambos, dejando, al cabo, cierta sensación de gratuidad, de falta de necesidad.

Por segundo año consecutivo compite José Celestino Campusano en la sección de cabecera de Mar del Plata, después de haberlo hecho en la edición anterior con Vil romance. Como aquélla, de reciente paso por la cartelera porteña, Campusano vuelve a hablar, en Vikingo, de aquello que conoce de primera mano: la zona del conurbano quilmeño a la que podría llamarse The Wild South. Vikingo superpone la crónica realista urbana con el western aggiornado (los protagonistas parecen una nación india, al margen de la civilización), cruza la película de motoqueros con el documental barrial, y todo eso con una reflexión sobre el machismo y la violencia. Reflexión bien desde adentro, contagiada de los propios códigos de pertenencia y movida por una intención quizás emparentable con algunos de los primeros films de Spike Lee.

Con varios dientes menos, casco con cuernos, largas lanas y barbita a la Carmela, el Vikingo del título aparecía, subido a una moto de las llamadas choppers (las de cuello largo, como las de Busco mi destino) en Legión, documental de Campusano estrenado también este año. Aquí se ve al Vikingo tironeado entre la vida familiar y alguna que otra festichola salvaje, entre la libertad del jinete rutero y los compromisos a los que le obliga su aura de leyenda motoquera, entre la amistad viril y el irrefrenable espiral de paco, rivalidades armadas y ajustes de cuentas que impone el entorno. Como sus películas anteriores dejaban ver, Campusano se confirma como el cineasta en mejores condiciones para convertirse en una especie de corresponsal de guerra, reportando desde el frente más peligroso de la sociedad argentina-siglo XXI. La diferencia con Vil romance es que aquélla era heavy pero elaborada, mientras que a ésta no le hubiera venido mal algo más de cocción.

Cocción no le falta a El perseguidor, ópera prima de Víctor Cruz y una de las que dan el puntapié inicial a la competencia argentina. Filmada en digibeta y en formato scope, casi enteramente con encuadres cerrados, en planos cortos y opresivos, El perseguidor trabaja sobre formas de violencia más sofisticadas y urbanas que las ejecuciones a tiro limpio de Vikingo. Narrada en dos tiempos, la película de Cruz relata el seguimiento al que un hombre somete a un cirujano y su mujer, luego de que un chico queda en la mesa de operaciones, según todo indica por negligencia médica. La idea de una familia burguesa con pies de barro, sumada a ese tercer ojo que los acosa, vigila y filma (con una camarita de video) reconoce un precedente demasiado evidente: el de Caché, de Michael Haneke. De más está decir que ese carácter vicario debilita a una película que, tan bien filmada como construida, queda como ejercicio de estilo breve y compacto, aunque no del todo libre de tiempos muertos.

* Madre se verá hoy a las 13 en el Ambassador 1 y mañana a las 15 en el cine Del Paseo 2. Vikingo, hoy a las 17.30 en Del Paseo 2 y mañana a las 15.30, en Del Paseo 3. El perseguidor, hoy a las 18 y el viernes a las 00.15, en el Teatro Colón.

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Madre abre con una secuencia muy difícil de empardar.
 
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