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Jueves, 16 de febrero de 2006

CINE › “SOLDADO ANONIMO”, DE SAM MENDES

Los soldaditos que nunca dispararon

POR H. B.

6

SOLDADO ANONIMO
(Jarhead) EE.UU., 2005.


Dirección:
Sam Mendes.

Guión:
William Broyles Jr., sobre libro de Anthony Swofford.

Fotografía:
Roger Deakins.

Montaje:
Walter Murch.

Intérpretes:
Jake Gyllenhaal, Peter Sarsgaard, Jamie Foxx, Chris Cooper, Lucas Black y Scott McDonald.

Amenazar con quemar al soldado novato con uno de esos sellos al rojo que se usan para marcar ganado, y terminar haciéndolo con otro conscripto, casi como saludo final, antes de que el tipo pase a mejor vida. Que la guerra es una locura se sabe desde por lo menos Trampa 22, y de distintas maneras y con dispares intenciones, películas tan disímiles como Apocalypse Now o Tres reyes llevaron al extremo esa locura. Basada en un relato autobiográfico escrito por un soldado tras la operación Tormenta del Desierto, Soldado anónimo roza también, en más de un momento, esa propensión a la insania que parece marcar indefectiblemente toda conflagración. De hecho, es plenamente absurda la premisa básica de la película: tras un largo y esforzado entrenamiento, un pelotón de soldados es trasladado a través de miles y miles de kilómetros, para entrar en acción. Pero nunca lo hacen, volviendo a casa meses más tarde sin haber disparado un solo tiro.

Claro que resulta difícil identificarse con la mala suerte de estos pobres soldaditos de Bush, que no tienen ocasión de probar la precisión de sus miras telescópicas en medio del desierto saudí. Pero esa dificultad de identificación no obedece sólo a un desencuentro de índole política o ideológica entre el espectador y la película: es el propio film el que no termina de decidir qué es lo que quiere contar y desde qué punto de vista hacerlo. Suma de episodios entre banales y ligeramente absurdos (un partido de rugby con equipos de guerra química como vestimenta, una sesión de fotos en medio del desierto, una lucha entre escorpiones con apuestas, el bombardeo por error de una nave amiga, la masturbación como forma de acortar kilómetros), la película dirigida por Sam Mendes (realizador de la sobrevaloradísima Belleza americana) parecería no poder ir nunca más allá de lo digresivo, tal vez como deuda con el texto original, suerte de diario personal.

Interpretado por el ascendente Jake Gyllenhaal (el cowboy más activo de Secreto en la montaña), el protagonista y narrador parece oscilar, como la película toda, entre el sarcasmo y la complacencia para con las órdenes de sus superiores. Uno de los cuales es un sargento extrañamente humano y compinche, magníficamente encarnado por el morocho Jamie Foxx. Es sin duda un hallazgo la escena en que los soldados celebran la célebre Marcha de las Walkirias de Apocalypse Now como si fueran una hinchada de fútbol cuando el equipo sale a la cancha. Y son muy fuertes –tanto en términos visuales como políticos– los fragmentos que muestran a los soldados bajo una verdadera lluvia de petróleo (producto del bombardeo de los pozos por parte de aviones propios).

Mendes cuenta como aliados con Roger Deakins (director de fotografía de los hermanos Coen) y nada menos que Walter Murch, editor y sonidista de El Padrino y la mismísima Apocalypse Now. Pero la película termina por no comprometerse jamás con lo que está contando. De tal modo, la sensación que va ganando al espectador es un creciente desinterés, por una situación y unos personajes que ni al propio director parecerían haberlo desvelado en exceso.

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La película de Mendes se basa en el relato autobiográfico de un soldado que participó en la operación Tormenta del Desierto.
 
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