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Miércoles, 1 de junio de 2011

CINE › ALEJO HOIJMAN, CODIRECTOR DE QUé CULPA TIENE EL TOMATE

Mercados en los márgenes

El film, que se estrenará mañana, muestra historias alrededor de los mercados populares de venta de alimentos en Bolivia, Argentina, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil y España. Es un único largometraje en el cual siete cineastas aportan su mirada.

 Por Oscar Ranzani

Cuando se habla de “cultura” suelen mencionarse, casi automáticamente, las disciplinas artísticas como el cine, el teatro, la música, la danza o bien la literatura. Pero poco es lo que se menciona acerca de la importancia de la comida en la definición del término. Contrarrestar esta equivocación es uno de los objetivos del documental Qué culpa tiene el tomate –que se estrenará mañana–, focalizado precisamente en ese aspecto menos mencionado de la cultura de un lugar: compuesto por siete miradas de directores iberoamericanos, el film muestra cómo son los mercados populares de ventas de alimentos en La Paz (Bolivia), Misiones (Argentina), La Victoria de Lima (Perú), Corabastos (Colombia), Caracas (Venezuela), el Mercado Carioca (Brasil) y el Mercado de Abastos de Galicia (España). “Es una película que se origina en productores: el argentino Hugo Castro Fau fue el de la idea y se trata de una coproducción bastante compleja ya que fue de siete países; luego fueron convocando directores”, cuenta el cineasta Alejo Hoijman, encargado del primer corto. Su parte del film es la que menos se focaliza en un mercado; más bien, Hoijman se detiene en el proceso de producción de alimentos en un campo misionero y recién el final es en un mercado popular. Los otros directores son el boliviano Marcos Loayza, el peruano Josué Méndez, la colombiana Carolina Navas, la brasileña Paola Vieira, la venezolana Alejandra Szeplaki y el español Jorge Coira.

“La idea implicaba una única premisa para todos los directores: a partir de la temática ‘Ferias y mercados populares’, que se viera que los alimentos llegaran del productor al consumidor de manera directa, o por lo menos con la mínima cantidad de intermediarios posibles, como un sistema alternativo al tradicional de las grandes ciudades”, explica Hoijman. El director de Unidad 25 coincide en que el punto de partida fue mostrar la riqueza cultural de los mercados tradicionales frente a la industrialización de la distribución de la comida. “Después, cada director tuvo la libertad de abordar el tema o de acercarse como mejor le pareciera”, comenta Hoijman. Y agrega que cada uno eligió la locación y los productores las aprobaron. “Si bien estaba la premisa de que fueran documentales de tipo observacional, no todos los directores decidieron seguir eso al pie de la letra”, dice. Y explica cómo fue en su caso: “El tipo de cine que estoy haciendo y que me interesa va en esa dirección, entonces me sentí cómodo. El film busca mostrar la riqueza cultural pero también lo que a mí me motorizó fue plantear que el sistema de economía formal, que sobre todo rige en las ciudades, deja afuera a mucha gente, pero gente que sabe producir, tiene capacidad de producción, que también tiene necesidades y a la que, sin embargo, el sistema no incluye. Y hay otros sistemas que están en los márgenes pero que, de pronto, no por estar en los márgenes involucran a poca gente. Es mucha la gente que puede participar de un sistema alternativo”.

Hoijman aclara que no todo lo que se ve en Qué culpa... son sistemas alternativos, pero que en el caso de su trabajo sí lo es. “Me interesó ir a Misiones porque allí, en el momento de ir a filmar, había un sistema de ferias muy desarrollado alrededor de toda la provincia. Eran ferias en las que los productores ofrecían su producción de manera directa al consumidor”, afirma.

–¿Cómo fue el trabajo de realización?

–A partir de enterarme de que en Misiones existían estas ferias, viajamos a una ubicada en las afueras de Posadas. Fui un viernes para ver cómo armaban la feria a la noche. Y ahí empecé a ponerme en contacto con los vendedores que, a la vez, eran productores. Encontré un matrimonio que me interesó mucho y que terminó siendo el protagonista del corto. Tirando un poco de la soga, me interesó saber de dónde venían y resultó que venían de una localidad que está a 400 kilómetros de Posadas. Fui a ver dónde vivían. Fue un primer viaje de investigación, de encontrar los personajes, de ir a ver cómo producían. Y después hice otro viaje para la filmación.

–Si bien su corto muestra un mercado, está más centrado en el proceso anterior a la distribución de los alimentos. ¿Por qué?

–Me interesaba hacer un registro muy humano, por eso focalicé en personas concretas. Pero además, tomé a la feria como si fuera una especie de punta de iceberg. Quería ver qué había detrás de eso. Mi corto termina cuando los personajes empiezan a vender sus productos en la feria.

–¿Este film está pensado como un conjunto de cortos independientes o como un único largometraje al que cada cineasta le aportó su mirada?

–La idea de partida era que fuera un único largometraje en el cual siete cineastas aportaran su mirada. En esta obra colectiva no había un guión preestablecido ni un control del punto de vista o de la narración por parte de los productores. Este equilibrio entre que tuviera unidad y además fuera coral y hubiera libertad para los puntos de vista, era complicado. Quiero decir, no hubo un guionista o un editor trabajando de manera precisa todo eso.

–Pero usted aparece en los créditos como editor general. ¿No tuvo en cuenta pautas para darle coherencia al documental?

–En realidad, debo observar algo: aparezco como editor general pero no diría que exactamente ése fue mi rol, porque en un documental, como yo entiendo el trabajo de edición, es un rol muy clave. Una película se hace al filmar y se hace de nuevo al editar. Y no es ése el rol que tuve en esta película. Cada corto fue editado en su país de origen por su director y con un editor propio, en conjunto. Pero los directores tuvieron la posibilidad a su elección de enviar los cortos aquí con el tiempo final que debían tener o enviarlos más largos para que aquí se ajustaran. Algunos eligieron mandarlos más largos y ese trabajo de ajustar y poner en tiempo quedó a mi cargo. Pero no intervine en una decisión estilística ni sobre qué se contaba o no se contaba. Entonces, no fue realmente un trabajo de editor. Mi rol de editor ocupó una tarea muy técnica.

–¿Qué diferencias y similitudes encuentra entre los diferentes mercados que se muestran?

–Son distintos. El que elegí yo era claramente un mercado donde los productores vendían de manera directa al consumidor. No cumplían exactamente con este requisito todos los otros cortos. Lo que sí tienen todos en común es que ese nexo es mucho más directo que en una economía formal de las grandes ciudades. También tienen en común que las personas no están trabajando ahí por una cuestión de moda, porque ahora está la cuestión del marketing de la comida orgánica. No es por una decisión sino por estar fuera de la economía formal. La película muestra que en los márgenes de la economía hay espacio para grandes cantidades de personas. Y que no son pequeñas. Son grandes cantidades de personas que deben producir, que tienen necesidades. Y entonces, el consumidor y el productor deben encontrarse. Eso ocurre en los márgenes y todos estos mercados tienen eso en común.

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Hoijman filmó su cortometraje en una feria ubicada en las afueras de Misiones.
Imagen: Rafael Yohai
 
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