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Jueves, 28 de julio de 2011

CINE › ABBAS KIAROSTAMI Y LAS DIFERENCIAS QUE PLANTEA COPIA CERTIFICADA, SU NUEVO FILM

“Cuando la vi, no la sentí como película mía”

Durante mucho tiempo, Kiarostami no fue precisamente el entrevistado ideal: la resistencia a explicar sus películas, su ánimo refractario a la cinefilia no daban pie a largos diálogos. Ahora, sin embargo, algunas puertas parecen haberse abierto.

 Por Herb Broomfield

El fin del siglo XX parecía haber marcado, para Abbas Kiarostami, una definitiva ruptura con el cine narrativo, así como con los paisajes del interior iraní que durante mucho tiempo constituyeron su hábitat cinematográfico. Tras El viento nos llevará (1999), el realizador de El sabor de la cereza osciló entre el documental (ABC Africa, 2001, sobre la epidemia de sida en Uganda), el ejercicio minimalista (Ten, 2002; Shirin, 2008) y la abstracción lisa y llana (Five, 2003), todas ellas filmadas en digital, formato que el realizador asegura haber adoptado para siempre. De pronto, en medio de esa experimentación de modelos y formatos, el más célebre cineasta iraní apareció, en la edición del año pasado del Festival de Cannes, con Copia certificada, un melodrama, pero también una reflexión sobre la representación artística y sobre la naturaleza del cine.

Según quienes lo entrevistaron recientemente, ahora el realizador nacido en Teherán habla más de lo que lo hacía hace quince o veinte años: en lugar de contestar con una o dos palabras, llega a hacerlo hasta con cinco frases seguidas. Es que para Kiarostami, si algo no debe hacer el creador de una película es intentar explicarla. En la entrevista que sigue y siempre evitando hablar sobre el sentido de su nueva película, el referente máximo del cine iraní cuenta en qué circunstancia se produjo su regreso al cine narrativo, cómo se sintió filmando fuera de su país, por qué no puede ver a Copia certificada como una película propia y por qué cree que las cámaras digitales son como una bendición.

–Copia certificada es la primera película que filma fuera de su país, en base a un guión más o menos ortodoxo y con una actriz profesional. ¿Qué lo llevó a tomar esas decisiones?

–Lo de filmar con una actriz profesional fue consecuencia de un encuentro que tuve con Juliette Binoche en Teherán, mucho tiempo atrás. Le conté la historia que la película narra como una simple anécdota, sin la menor pretensión de hacer con eso una película y mucho menos que Juliette la protagonizara. Pero mientras se lo contaba pude ver cómo su rostro iba mudando de expresión, signo de la intensidad con que ella vivía ese relato, que para mí no tenía tanta importancia. Hay un viejo poema persa, uno de cuyos versos puede traducirse así: “Es el oyente el que da entusiasmo al narrador”. Eso es exactamente lo que me sucedió con Juliette ese día: fue su rostro el que hizo pensar en la posibilidad de filmar una película con esa historia.

–¿Y lo de filmar en otro país?

–El guión se fue armando a medida que iba desarrollando la historia ante Juliette, ese día. La idea de protagonizar la película, en caso de que algún día se filmara, también fue de ella. En cuanto a filmar fuera de mi país, con un equipo enteramente italiano, puedo decirle que lo disfruté enormemente. Lo raro me sucedió no mientras filmaba la película, sino la primera vez que la vi en una proyección con público, en Cannes. La sentí como algo que yo conocía y me resultaba familiar, pero no exactamente como si fuera una película mía. Supongo que el hecho de estar hablada en otro idioma, en un país extranjero, en medio de una cultura distinta a la mía, todo eso habrá provocado esa sensación como de desprendimiento de mi parte.

–¿Cómo se sintió filmando sobre la base de un guión “en regla”?

–Hacerlo no fue elección mía, sino producto de que esta vez, a diferencia de las anteriores, estaba filmando para un productor profesional. Y el cine profesional exige que el director presente un guión al productor, para que éste sepa qué y cómo se va a filmar. Debo decirle que también yo, como director, me sentí más tranquilo teniendo un guión al cual seguir. Así que puede ser que en el futuro adopte este método de trabajo.

–Sin embargo no lo siguió tan al pie de la letra, ¿no?

–No, en verdad no... Bueno, al comienzo sí. Pero a medida que el rodaje avanzaba nos fuimos tomando libertades.

–Curiosamente, Jean-Claude Carrière, que debe ser el guionista más famoso del mundo, hace un pequeño cameo en Copia certificada.

– Pero porque es amigo y me pareció que podía hacerlo bien. No porque haya querido usarlo como un modo elíptico de afirmar mi nueva fe en el guión, o algo así.

–¿Seguirá filmando de aquí en más películas como ésta ? ¿Con estrellas y equipos profesionales, para un público más universal y con un presupuesto mayor que el habitual?

–Cuando Juliette Binoche ganó el Oscar por El paciente inglés, le preguntaron si en adelante iba a seguir trabajando para Hollywood, y ella contestó: “No, quiero filmar con Abbas Kiarostami”. No la cito por vanidad personal, sino porque me pasa lo mismo que a ella. Yo también “quiero filmar con Abbas Kiarostami” (risas). De hecho, en poco tiempo más espero hacerlo.

–¿La historia de Copia certificada se basa en un episodio que usted vivió?

–Es algo que me sucedió hace, no sé... diez, quince, veinte años. Mi sentido del tiempo es muy errático. Me pregunto si sólo yo guardé ese recuerdo en mi memoria, o también la mujer con la que lo viví. Es algo que duró un solo día, así que tal vez para ella no tuvo la resonancia que tuvo para mí. ¿Se acordará ella de ese episodio? En verdad, volvimos a vernos una vez más, pero fue un encuentro lejano y fugaz. Durante una conferencia de prensa la vi entre el público, y le hice un gesto de “veámonos a la salida”. Pero los organizadores me llevaron directamente a un sector donde el público no tenía permitido el acceso y la perdí de vista.

–¿Cómo fue su trabajo con Juliette Binoche?

–Nos fuimos acercando a su personaje muy de a poco. Al comienzo ella tenía muchas preguntas para hacerme, y muchas dudas sobre el personaje. Noté que tendía a trabajar en base a ciertos modelos clásicos de composición de personajes. Anna Magnani, por ejemplo. Pero yo quería lo contrario: no que se pareciera a otra, sino a sí misma. Como ella no sentía que el personaje “fuera ella”, le propuse que cada vez que no se sintiera representada por una línea de diálogo o una reacción del personaje, me lo dijera, y yo lo modificaba. Así, de a poco ella comenzó a sentir que esa mujer de la película era ella misma, que era lo que yo quería lograr.

–William Shimell, que interpreta al protagonista masculino, no es actor sino cantante de ópera. ¿Lo eligió por ese carácter de performer?

–No, para nada. Lo elegí porque vi en él la confianza en sí mismo que tiene el personaje. Si lo hubiera conocido por la calle, sin saber a qué se dedicaba, lo hubiera elegido igual. Lo que elegí no fue su oficio, sino algo que él me transmitió.

–¿Pero usted quería que fuera un no-actor?

–Eso sí. No quería un actor profesional para ese papel.

–¿Por qué razón?

–Quería que al lado de una actriz profesional hubiera un actor amateur, para “contagiarle” a Juliette esa falta de profesionalidad.

–¿Lo logró?

–¡No! ¡Shimell terminó actuando como un profesional! Y en lugar de que Juliette tuviera que adaptarse a un estilo de actuación más amateur, fui yo el que me tuve que adaptar a trabajar con dos actores profesionales. (Risas.)

–Filmó Copia certificada en video digital, formato que viene usando a lo largo de la última década. ¿A qué se debe esa preferencia?

–Por su tamaño, por su peso: la cámara digital no se siente como un peso, sino como un instrumento que permite acercarse a la gente sin tener un aparato en el medio. La cámara digital fue para mí una bendición, desde que la uso siento una libertad que nunca antes había sentido. Me permite filmar de otra manera. Pero le aclaro una cosa: esta película la filmé con un modelo de cámara digital que se llama RED, y que es tan pesada como las de cine. Así que todo lo que acabo de decirle sobre filmar con una camarita digital en este caso no corre.

Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.

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“Le propuse a Juliette que cuando no se sintiera representada por el personaje me lo dijera, y yo lo modificaba. “
 
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