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Jueves, 22 de septiembre de 2011

CINE › LO MEJOR DEL FESTIVAL POR ESTOS DIAS ESTA FUERA DE LA COMPETENCIA

Previsibles e imprevisibles

Con Life Without Principle, que se vio en la sección Perlas de Otros Festivales, el hongkonés Johnnie To logra su obra maestra. Y los films Sentados frente al fuego (Chile) y Entre la noche y el día (México) mantienen el alto y parejo nivel latinoamericano.

 Por Horacio Bernades

Desde San Sebastián

Life Without Principle tiene crímenes exuberantes, martillazos, mafiosos y botines.

Lo previsible y lo imprevisible conviven en San Sebastián. Lo previsible son las películas de estos días en Competencia Oficial. A saber: una española de posguerra civil, con bravas mujeres resistiendo en Madrid (una, embarazada y en la cárcel, la otra en libertad), mientras sus bravos hombres se levantan en armas desde la sierra (La voz dormida, de Benito Zambrano), una sueca con intención social (el tema es la violencia de género, problema que tanto aquí, en España, como en los países nórdicos es de particular gravedad) y una exposición como de laboratorio (Happy End), y una china con chicos (como otras dos que acaban de precederla en competencia, Kiseki y Le Skylab), que transcurre en tiempos de la Revolución Cultural (11 flores, del habitué de festivales Wang Xiao-shuai) y se desarrolla con académica pesadez. Lo imprevisible apareció por fuera de la Competencia Oficial, en la sección Perlas de Otros Festivales, que recibe películas que, como su nombre indica, pasaron antes por Berlín, Cannes o Venecia. En este caso, Duo ming jin, cuyo título de distribución internacional es Life Without Principle. Se trata de lo último del hongkonés Johnnie To, especialista en cine de género (acción, policiales, películas de gangsters, esas cosas), cuya maestría cinematográfica se pule película a película, alcanzando aquí uno de sus puntos más altos.

Directamente a To, entonces: una de sus ¡tres! novedades de este año, Life Without Principle viene de presentarse en Venecia hace pocos días y todavía no se estrenó en Hong Kong. La película transcurre en 24 horas. Y qué horas: se trata del momento (un año atrás, apenas: To se mueve a velocidad warp) en que el gobierno griego pidió ayuda económica y el mundo entero tembló. En ese marco, To entrelaza un tejido de historias, todas ellas sacudidas por el terremoto griego. ¿Pero cómo, el autor de ambas Election, de Exiliados, de PTU, se puso social de golpe? Si se quiere, sí, pero sin correrse ni un solo paso del cine de género. Película coral, llena de cálculos de porcentajes, márgenes de riesgo y tasas de interés, Life Without Principle no deja de ser un policial puro y duro. Uno con crímenes exuberantes, investigaciones, martillazos, intentos de robo, mafiosos y botines. Es magistral el modo en que el guión (escrito a seis manos) practica una suerte de cirugía del capitalismo financiero, teniendo por protagonistas, entre otros, a un viejo inmigrante chino que asesina a otro por no poder salir de la pobreza, una jubilada que viene a renovar su plazo fijo, una empleada de una megacorporación bancaria a quien sus jefes obligan a pedalear más fuerte la bicicleta financiera, la mujer de un policía que necesita un crédito para llegar a la casa de sus sueños, un prestamista que pesca en el río revuelto del estallido griego y un pobre “pinche” de la mafia hongkonesa, súbitamente enfrentado con los más pesados del métier.

Igualmente magistral (o más) es la manera en que To desbroza todas estas historias simultáneas, moviéndose hacia delante y hacia atrás en el tiempo con el relax de un bailarín de tap (el mexicano González Iñárritu debería tomar clases de fluidez con él, de por vida), sincronizando subtramas con la naturalidad de un malabarista. Ni qué hablar de la puesta en escena, que aprovecha el scope en toda su extensión y ofrece algunos acercamientos a planos detalle (¡esa válvula de gas abierta, en un ascensor hermético!) de una intensidad que no se veía desde los grandes tiempos de Brian de Palma. Es eso: como si el De Palma de los ’70 y ’80 filmara aquella frase de Brecht (“mayor crimen que robar un banco es fundarlo”), con la ética de El hombre que burló a la mafia, de Don Siegel. ¿Obra maestra? Daría toda la sensación de que sí.

Mientras tanto, la selección latinoamericana de este año en San Sebastián sigue luciendo como la de nivel más alto y parejo, vaya a saber en cuánto tiempo. Esta vez toca hablar del film chileno Sentados frente al fuego, incluido en la paralela Zabaltegui, y la mexicana Entre la noche y el día, que es parte de la sección Horizontes Latinos, enteramente dedicada al cine de la región. Como en su muy lograda ópera prima (Huacho, 2009), en Sentados... Alejandro Fernández Almendras vuelve a practicar, en relación con sus personajes, una forma de acercamiento pudorosa pero indeclinable. Una vez más se trata de gente humilde, de campo, a quienes el realizador parece observar por la pura voluntad de conocer, como lo haría un documentalista. Pero a la vez Fernández Almendras construye, con hilvanes muy finos, casi imperceptibles, una historia de ficción. Vuelve a aparecer en sus personajes un sentido del humor, una calidez, una picardía sin mala intención que los distingue como tales, y hay un crecimiento dramático construido con enorme delicadeza, que produce el efecto de una red emocional: cuando el espectador quiere darse cuenta, está atrapado en ella.

Ganadora de la pasada edición de Cine en Construcción, Entre la noche y el día, del joven debutante Bernardo Arellano, también se mueve en los límites entre lo real y lo ficcional. Se trata de una fábula sencillísima, en la que un hombre con una ligera discapacidad, que ha vivido toda su vida encadenado a unos parientes que lo desprecian, termina viviendo una aventura que, se supone, hará de él otro. Lo que en una película de Hollywood sería una sacarina intragable aquí se vuelve calladamente conmovedor, gracias a la sencillez casi rudimentaria de la puesta en escena y al hallazgo del no actor protagónico, que permite la clase de efecto de verdad que por aquellas colinas no pueden comprar.

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