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Miércoles, 10 de abril de 2013

CINE › COMIENZA HOY LA DECIMOQUINTA EDICIóN DEL BAFICI

Donde la vanguardia y el cine de género coexisten

Marcelo Panozzo, nuevo director del festival, asegura que “lo único que tiene que quedar fuera del Bafici es el medio pelo”, y en ese sentido orientó la programación, que no tendrá tantas subsecciones pero sí unas cuatrocientas películas en total.

 Por Horacio Bernades

Una fiesta de 15 que no dura unas horitas, sino casi dos semanas. Que no para de la mañana a la noche. Donde la música que ponen no es One Direction, Rihanna o Justin Bieber, sino Arcade Fire, Regina Spektor, Kronos Quartet, los Ramones o Acorazado Potemkin (no la película, sino el grupo). Y donde las consignas son tomarse (mirarse) todo, ir al baño y seguir, perderse por los pasillos, extraviarse y volver. A eso debería parecerse el Bafici 2013. Este año, el festival que le cambió la cara a la cultura cinematográfica porteña hace su fiestita. Nació, con el nombre de Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, un día de 1999. Llega a los quince de la mano del crítico y editor Marcelo Panozzo, quinto director de un evento que, como bien se señaló el domingo pasado en el suplemento Radar, logró mantener una continuidad que, en el país de las discontinuidades llamado Argentina, es poco menos que de otro planeta. Continuidades sin continuismo: en lo que va de Andrés Di Tella a Quintín, de Quintín a Fernando Peña, de Peña a Sergio Wolf y, ahora, de Wolf a Panozzo, hubo tanto “pases del testigo” como rupturas, ajustes, pequeños cambios. Se cumplen, entonces, quince años de continuidad de la ruptura.

Teniendo en cuenta que Panozzo es un veterano del Bafici –en más de una edición fue parte del equipo de programadores–, no llama la atención que el festival que se inaugura oficialmente hoy (mañana a la mañana, para el público en general), extendiéndose hasta el domingo 21, mantenga las características básicas de los anteriores, con más de 400 películas en total, tres competencias oficiales, mucho cine argentino de estreno, grandes autores alternando con legiones de desconocidos a descubrir, cementados bloques de secciones paralelas, cine de género pegado al de vanguardia, el trash junto al documental político, cineastas clásicos y clásicos de la experimentación. Vanguardia y Género es ahora la tercera de las competencias oficiales, remplazando a un Cine del Futuro que, en el marco de un festival que apuntaba enteramente en esa dirección, sonaba un poco a pleonasmo.

La coexistencia, en una misma sección, del cine más de punta imaginable junto al de género más desembozado y el hecho de que ese matrimonio tenga su atrio en el centro mismo del festival (una de sus competencias oficiales) suena a toda una declaración de principios de parte de la nueva conducción del Bafici. Teniendo en cuenta que, como crítico, Panozzo siempre se duplicó entre el pop más pop y la vanguardia más extrema, el gesto multiplica su resonancia, dejando oír sus ecos en los confines mismos de una programación que abre sus oídos a toda clase de música, al tiempo que abre a la vanguardia austríaca y el videoarte británico dos gruesas paralelas.

De Julio Ricardo a Kiarostami

Otra acertada “lectura del partido” (como repite hasta el cansancio el interminable comentarista futbolístico Julio Ricardo) consiste en organizar la programación del Bafici en bloques más compactos. Esto permite, por un lado, reducir los quichicientos focos, foquitos y foquetes que llegó a haber en la anterior edición. Por otro, libera a los programadores de la obligación de llenar subsecciones que requerían un mínimo de películas forzado... aunque no hubiera tantas películas interesantes para poner allí. Con la consiguiente sensación de “relleno”, que cada año se hacía más perceptible. Ahora ya no habrá La Tierra Tiembla o Personas y Personajes, presentándose un único, gigantesco y amuchado Panorama, donde irá a parar casi la mitad de la grilla entera del festival.

Allí aparecen, como todos los años, las últimas películas de los grandes autores, desde el Kiarostami japonés de Like Someone in Love hasta el Apichatpong de Mekong Hotel, pasando por Gebo et l’ombre, de Manoel de Oliveira, Après mai, de Olivier Assayas, el poker de ases lisboeta de Centro histórico (Oliveira, Kaurismäki, Erice, Pedro Costa), Chiri de Naomi Kawase, la nueva carta desde prisión del heroico Jafar Panahi (Closed Curtain), Sleepless Night Stories de Jonas Mekas, la disidente Far from Afghanistan de John Gianvito & Cía, la secuela de Outrage de Kitano, la última de Raúl Ruiz y así sucesivamente. Pero en ese Panorama habrá también mucho para descubrir.

Se recomienda no dejar pasar The Act of Killing, devastadora excursión a la mente de torturadores indonesios, emprendida por el realizador estadounidense Joshua Oppenheimer; los cortos de la transgresora cineasta iraquí Kurdwin Ayub; las indies Starlet, de Sean Baker, y You Make Me Feel So Young, los documentales The Great North Korean Picture Show (sobre el increíble secuestro de un director de cine por parte del fallecido dictador norcoreano Kim Jong-il), La guerra de los volcanes (con Roberto Rossellini, Ingrid Bergman y la Magnani en un triángulo digno de Intrusos) y Mapa (extraordinario doc en primera persona del español León Siminiani).

Paralelas que se tocan

Si se repasan los grandes nombres presentes este año en el Panorama, se verá que hay uno que falta: el del coreano Hong Sang-soo. Se trata de una ausencia escandalosa, teniendo en cuenta que desde sus comienzos el Bafici programó, sistemáticamente y sin que faltara uno solo, cada uno de sus doce largos y un corto (hasta el año pasado; este año ya tiene dos nuevos largometrajes). Pero no hay ausencia ni escándalo, sino todo lo contrario.

Dado que el realizador coreano y el festival porteño tienen una trayectoria paralela (una paralela que no deja de tocarse), a la hora de elegir un cineasta a quien dedicarle una retro que funcionara también como modo de celebrar este cumple de 15, Panozzo y su equipo de programación (que sufrió, con respecto al de la gestión Wolf, tres desplazamientos y una incorporación) pensaron en Hong Sang-soo, quien tendrá su retro completa en esta edición. Incluidas las flamantes In Another Country (donde actúa Isabelle Huppert) y Nobody’s Daughter Haewon. Y excluido –todo lo indica así, al momento de cerrar esta nota– el propio Hong. Que estaba invitado e iba a venir a Buenos Aires, hasta que una lesión en la espalda se lo impidió. Una lástima.

Las otras paralelas que no necesitaron del infinito para tocarse fueron, a lo largo de estos quince años, las que trazaron el Bafici, el Nuevo Cine Argentino y lo que algunos llamaron Nueva Crítica, nucleada en la representación local de Fipresci (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica). Teniendo en cuenta esa triple sinergia, y como modo de remacharla, el festival invitó a los críticos a programar quince películas que en estos últimos tres lustros hayan pasado por el Bafici y hayan dejado su marca en el cine argentino. Tal como explica el colega Diego Lerer en el catálogo del festival, el criterio que se siguió fue tanto el de seleccionar films clave como otros que no hayan tenido la repercusión que merecían. Es así que se proyectarán desde films jamás estrenados (Modelo 73, del salteño Rodrigo Moscoso) o estrenados en forma muy tardía (Parapalos, de Ana Poliak) hasta otros tan consagrados como Mundo grúa (Pablo Trapero y el Bafici debutaron juntos, en 1999), La libertad, Historias extraordinarias o El estudiante. Todas ellas contarán, durante el Bafici, con presentaciones de los críticos que las eligieron.

Medio pelo no

En una nueva confirmación de ese mutuo compromiso de década y media, cine argentino habrá a lo largo y a lo ancho del 15º Bafici, empezando por la Competencia Internacional. Allí aparecen Leones, ópera prima de Jazmín López (estrenada en enero en Rotterdam), Viola, opus 4 de Matías Piñeyro (vista en la última edición de Berlín) y la inédita Acá adentro, de Mateo Bendesky. Casi una provocación para aquellos que denuncian favoritismos del Bafici para con la Universidad del Cine que dirige Manuel Antín, las tres son obra de ex alumnos de esa escuela.

De las quince que participan de la Competencia Argentina, a priori se destacan Ramón Ayala, debut cinematográfico del fotógrafo Marcos López; P3ND3JO5, summa de dos horas y media del cine de Raúl Perrone; Bomba, de Sergio Bizzio, y Beatriz Portinari. Un documental sobre Aurora Venturini, de Agustina Massa y Fernando Krapp. Además, claro, de lo más nuevo de buena cantidad de abonnés del Bafici, desde Santiago Loza (La Paz) hasta Iván Fund (AB, codirigida junto al danés Andreas Koedfoed), pasando por Marco Berger (Hawaii) y Alejo Moguillansky (El loro y el cisne). Y dos óperas primas de muy buena repercusión en Berlín, ambas obra de realizadoras mujeres: Deshora, de Bárbara Sarasola-Day, y Habi, la extranjera, de María Florencia Alvarez. En Vanguardia y Género (que el catálogo tiende a siglar como VyG), cuatro argentinas: Las amigas, del hiperactivo Paulo Pécora; El día trajo la oscuridad (una de vampiras, dirigida por Martín Desalvo), Hábitat, de Ignacio Masllorens, y Mujer lobo, de Tamae Garateguy (que no es de mujeres-lobo, pero casi).

De las siete películas de Selección Oficial que se presentan fuera de competencia, seis son de producción local. Incluidas Bloody Daughter, donde Stéphanie Argerich destripa su intimidad junto a mamá Martha; El crítico, donde Hernán Guerschuny (codirector de la revista Haciendo Cine) les toma el pelo a los personajes del título; El gran simulador (documental sobre uno de los argentinos vivos más geniales, después de Messi y la propia Argerich: el ilusionista manco René Lavand) y Los posibles, que Santiago Mitre, realizador de El estudiante, codirigió junto al coreógrafo Juan Onofri Barbato. Finalmente, el homenaje a un grande del cine argentino, escandalosamente desempleado desde hace casi una década: Adolfo Aristarain, objeto de una retrospectiva (casi) completa.

Pero el compromiso regional del Bafici no es sólo con el cine argentino, sino con el resto de los cines de la zona. Ese compromiso se manifiesta ya en la elección del film de apertura (la chilena No, de Pablo Larraín, sobre el plebiscito convocado por Pinochet en 1988), se consolida en la Competencia Internacional, con la presencia de dos films uruguayos (Anina y Tanta agua) y uno chileno (Soy mucho mejor que vos) y se reafirma en toda la grilla, hasta llegar a la retrospectiva completa dedicada al brasileño Julio Bressane y otras dos, que rescatan a dos cineastas chilenos en los antípodas: el veterano documentalista Ignacio Agüero y el joven cultor del trash Ernesto Díaz Espinosa. Como para ratificar en los hechos el mantra de Panozzo: “Lo único que tiene que quedar fuera del Bafici es el medio pelo”.

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El largometraje chileno No será el encargado de abrir el Bafici.
 
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