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Domingo, 30 de junio de 2013

CINE › JAMES CAMERON HABLA DE SU CARACTER, SU CARRERA Y EL FUTURO

“Voy detrás de lo que me gusta, de lo que me genera excitación”

El director de Terminator y Titanic asegura que sólo podrá dejar de hacer “tanques” después de que termine la tercera parte de Avatar. Mientras, planea Battle Angel, sobre una cyborg. “Es la película que no pude hacer y que todavía tengo ganas de hacer”, afirma.

 Por Jonathan Owen *

“Las opiniones son como los culos: todo el mundo las tiene.” Semejante aspereza no es lo que uno espera de uno de los directores de cine más poderosos del mundo, versado en etiqueta hollywoodense. Pero James Cameron no es un director común y corriente: es el responsable de los dos mayores éxitos de taquilla de la historia del cine, Titanic y Avatar.

Sin embargo, la escala de su éxito iguala el tamaño de su reputación. En el curso de su carrera, Cameron le da nuevos sentidos a la idea del “capataz duro”. Para Kate Winslet, filmar Titanic fue un calvario. Acusa al director de tener “un carácter más allá de lo imaginable”. Sam Worthington, protagonista de Avatar, dijo que “si sonaba un celular en medio de una escena, podía llegar a sacártelo de la mano y clavarlo contra la pared con una remachadora”. En la entrega de los Globos de Oro de este año, una de las conductoras, Amy Poehler, acotó que Kathryn Bigelow, directora de La noche más oscura, sabía de torturas “porque estuvo casada tres años con James Cameron”.

Cuando se le menciona el tema durante la entrevista –no sin experimentar un temblor mientras se lo hace–, Cameron, advirtiendo a dónde se dirige la charla, repregunta: “¿Soy realmente un pelotudo?”. Lo dice sin vueltas. Vestido con la combinación de jeans y blazer esperable en un hombre de mediana edad, agrega: “¿Me cree capaz de clavar un celular a la pared? Lo haría, sin dudas, si el celular sonara en medio de una toma. Pero eso no demostraría furia de mi parte. Sería producto de un cálculo teatral. El tema es que cuando la historia empieza a circular, termina sonando como alguien que está todo el tiempo fuera de sí”.

La conversación tiene lugar en el Museo del Cine de Londres, donde Cameron fue el expositor estrella en un seminario organizado por la industria publicitaria. Sus ojos brillan oscuramente mientras retoma el hilo. “La realidad es la pasión por el trabajo, la realidad es que hay gente que se mantiene leal a mí y me sigue de proyecto en proyecto. Eso debe querer decir que no seré tan mal tipo...”

Su incansable búsqueda de materializar sobre la pantalla todo lo que imagina trajo un costo en el terreno personal. Cameron, padre de cinco hijos, a los 58 años va por su quinto matrimonio, con la actriz Suzy Amis. Admite que en sus comienzos respondía deliberadamente a “la imagen de lo que se supone debe ser un cineasta”. “Se suponía que un director de cine debía rodearse de un halo de cierta exuberancia, cierto carácter teatral, y pienso que si se junta eso con las pocas pulgas que me provocaba la escasez de presupuesto de mis primeras películas... bueno, debe haber sido difícil vivir con un tipo como yo.”

Rey en el exilio

Ahora Cameron está más viejo y, de acuerdo con lo que dice el refrán, más sabio. Su carácter “evolucionó” gracias a expediciones “en las que estás varado dos o tres meses en un barco junto a otra gente, en medio del mar. Es una situación que no da para comportarse de esa manera”. Dice que aprendió a ser “mucho más constructivo, a ponerle humor al asunto, sin perder el compromiso, la pasión y el foco”.

Pese a toda la tecnología de efectos especiales que suele volcar en sus películas, el éxito de productos que en términos de gusto representan “el mínimo común denominador” tiene que ver, en su caso, con lo que podría llamarse “instinto visceral”. “Voy detrás de lo que me gusta, de lo que me genera excitación visual. Asumo que mi gusto cinematográfico siempre fue bastante básico. Nunca tomé clases de cine, iba a ver las películas que daban en el drive-in. Así que siempre pienso que lo que a mí me gusta le tiene que gustar a algún otro.”

En la adolescencia, este canadiense que habla en voz baja quería ser científico, no director de cine. Estudió Física y Astronomía, hasta que tuvo que reconocer que no era lo suficientemente bueno en Matemáticas Avanzadas. Allí optó por de- sarrollar su otra pasión, la escritura. El megaéxito de La guerra de las galaxias lo motivó, a los veintipico, a dedicarse al cine. La fama le llegó en 1984, con Terminator, que dirigió y coescribió. En 1998, cuando le dieron el Oscar al Mejor Director por Titanic (uno de los once que la película se llevó) se proclamó Rey del Mundo.

En ese punto abandonó los “tanques” de taquilla para embarcarse en una serie de proyectos personales: desde trabajar junto a la NASA, desarrollando ideas para futuras misiones a Marte, hasta sumergirse en expediciones submarinas. Recién en 2005 comenzó a desarrollar Avatar, una película que había concebido diez años antes. Invirtiendo millones en el desarrollo de cámaras digitales 3D y tecnología de captura de movimiento, con Avatar Cameron volvió a jugar fuerte. “Tuvieron que pasar tres años y 150 millones de dólares invertidos, hasta que logré filmar una toma que me convenció de que finalmente tenía una película.”

Cameron no da por garantizado su éxito en el futuro: “Siempre siento que hay un público dando vueltas en mi cabeza, puedo escucharlos discutir sobre qué es bueno y qué no. Tenés que ser despiadado con vos mismo, no dejarte seducir por lo tuyo. No drogarte con tu propia mercancía. Pero, por otro lado, cuando hacés algo bien tenés que ser consciente de ello y defenderlo. Lo hacés de la manera que querés y ahí es donde la gente del estudio quiere hacerlo pedazos para ‘arreglarlo’”.

Cuestión de tamaño

–¿Qué piensa sobre el hecho de que hoy en día mucha gente ve las películas en dispositivos manuales, que no les hacen justicia?

–En un primer momento me preocupó mucho esa migración masiva hacia pantallas cada vez más pequeñas –dice.

Menciona un plano de Dr. Zhivago, en medio de los Montes Urales, en el que se ve un pequeño cortejo fúnebre, en un rincón del encuadre, filmado de esa manera justamente para subrayar la diferencia de escala entre el ambiente y los pobladores. “Ves ese plano en un iPad y ahí ya no hay cortejo, así que no entendés qué sentido tiene el plano. El empequeñecimiento de las pantallas trae una pérdida verificable. Pero no hay más remedio que aceptarlo, dejar que cada espectador haga su propia elección.” Cameron cree en “la santidad de la experiencia cinematográfica”, y argumenta que hay “películas grandes en términos visuales, como The Avengers o Iron Man 3, o comedias como ¿Qué pasó ayer? Parte 3, que la gente a la que le gusta el cine va a querer ver en el cine, al menos la primera vez”.

En lo que hace al cine inglés, menciona a Ridley Scott como “el ejemplo perfecto” de alguien que hace películas mainstream para una audiencia global. Le parece que una película como El discurso del rey “tiene lo mejor que siempre tuvo el cine inglés: actuaciones perfectas, iluminación transparente, poca confianza en los grandes efectos especiales y toda esa cosa típica del cine comercial mainstream”. Concede que sus películas “muy mainstream” tal vez tengan “más que ver con un bajo denominador común que con una película como El discurso del rey”, pero insiste en que ambas variantes son “válidas, tanto artística como comercialmente”.

–¿Cuáles de sus películas representan más para usted, en términos estrictamente personales?

–Estoy tan orgulloso de los pequeños documentales que hice, como Aliens of the Deep (N. de la R.: En el período que va de Titanic a Avatar, Cameron filmó varios documentales “de la naturaleza”, sobre todo de temas submarinos), como de algunas de mis películas de mayor tamaño. Supongo que esto sorprenderá a más de uno...

En este momento, Cameron está en modo “película de gran tamaño”. “Mi primera oportunidad de hacer algo que no sea un ‘tanque’ va a ser después de filmar Avatar 3”, anuncia. Sus planes futuros incluyen Battle Angel, sobre una cyborg, que es “la película que no pude hacer y que todavía tengo ganas de hacer”. Para Cameron, sus películas para Hollywood siguen siendo la vía para poder cumplir con una finalidad más amplia. “Rellenan el tesoro”, según sus palabras, permitiéndole arriesgar la vida en expediciones peligrosas. El año pasado fue el primero en pilotear una nave submarina individual, que llegó hasta el Foso de Mariana, varios kilómetros al fondo del Océano Pacífico. El mismo había diseñado la nave.

La ciencia sigue siendo para él una gran pasión. “Vivimos en una era mágica”, dice. “No sabemos cómo funcionan las cosas. Nos limitamos a recitar el encantamiento adecuado y las cosas empiezan a andar. Así se educan los niños hoy en día. Creo que hasta cierto punto es algo poco saludable, estamos desconectados de la ciencia, no creemos en ella ni tampoco comprendemos el método científico.” Cameron pone como ejemplo el tema del cambio climático. Sufrió, según él, “un secuestro político”, convirtiéndose en “opinión o toma de posición”. La ciencia no funciona de esa manera, argumenta. “Es un hecho, es una teoría aceptada o no. No se trata de opiniones... Las opiniones son como los culos, todo el mundo las tiene.”

El cineasta quiere que las cosas cambien. “Tratar cuestiones sociales es algo que me incumbe, en la escritura de los guiones o en las películas mismas. Específicamente el tema del clima, el medio ambiente en general. Los derechos de los pueblos nativos. Son cosas interrelacionadas, que tienen que ver con el lugar hacia dónde vamos como civilización.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Horacio Bernades.

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“Aprendí a ser mucho más constructivo, a ponerle humor al asunto, sin perder el compromiso, la pasión y el foco”, afirma Cameron.
 
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