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Jueves, 28 de noviembre de 2013

CINE › UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD, ESCRITA Y DIRIGIDA POR NICOLE HOLOFCENER

Una de esas películas que cuentan todo

Hay demasiados factores en juego que aseguran una película disfrutable: no sólo el historial de la directora estadounidense, sino también los formidables trabajos de Julia Louis-Dreyfus y James Gandolfini, que dan carnadura a una comedia impecable.

 Por Horacio Bernades

He aquí la mejor comedia en vaya a saber cuánto tiempo. ¿Por qué la mejor? Por la sencilla razón de que Una segunda oportunidad es la clase de película a la que no le interesa definir si es una comedia, un drama o cualquier otra cosa intermedia. No es ninguna de esas cosas, porque es todas. Es una historia con unos personajes a los que les pasan cosas y esas cosas pueden ser humorísticas, graciosas o ridículas, y también tristes, trágicas o frustrantes. No se trata de que la directora y guionista, la señora Nicole Holofcener (de quien se hablará enseguida), haya impuesto que los personajes sean así o les pasen esas cosas: los personajes son así y les pasan esas cosas. Cosas graciosas, porque todos ellos –los protagonistas, sobre todo– tienen el suficiente sentido del humor como para que lo que les pasa, o dicen, o hacen, sea gracioso. Y también les suceden cosas tristes y lamentables, porque vivieron y viven experiencias que pueden serlo.

En otras palabras, Una segunda oportunidad (título de stock para Enough Said, “Está todo dicho”) es algo infinitamente más importante que una comedia, o un drama, o una comedia dramática, o lo que sea. Es eso que uno busca cuando va al cine: una película viva e inteligente, poblada por gente que está viva y es inteligente. Lógicamente la Sra. Holofcener tiene mucho que ver con esto. No es una novedad que así sea: las películas previas de esta neoyorquina de 53 años, algunas de ellas estrenadas en cine (Amigos con dinero, 2006, Saber dar, 2010) y otras en video (Confidencias, 1996), apuntaban en este sentido. En el sentido de filmar comedias habitadas por gente a la que se siente como verdadera. Objetivo finalmente consumado en ésta, su mejor película.

“Estoy cansada de ser graciosa”, dice Eva (la gran, la genial Julia Louis-Dreyfus, aquí mejor que nunca e inusualmente jugada en el plano emocional). Obviamente que la confesión la está haciendo también la propia Holofcener, que siempre puso mucho de sí en sus películas (no por nada todas están protagonizadas por chicas, solas, en grupo o en pareja). Por suerte, por muy cansadas que estén Eva y Nicole, igual no dejan de ser graciosas. Muy graciosas. “Se te ve el pito”, le dice una Eva, masajista a domicilio, a Albert, que dirige un Museo de la Televisión, a quien acaba de conocer (el gran, el enorme, el gigantesco James Gandolfini, en uno de sus últimos papeles).

Divorciados ambos, cuarentona larga ella, cincuentón él, Eva y Albert se conocieron en una fiesta. Cuando los presentan, ella afirma que en esa fiesta no hay ningún tipo que le interese. “A mí me pasa lo mismo”, responde él, y ahí mismo ya empieza a interesarle a Eva. Casi al mismo tiempo, Eva dice haberse “enamorado” a primera vista de una señora que le encanta. Se llama Marianne, es poeta y la interpreta Catherine Keener, actriz fetiche de Mrs. Holofcener. Arreglan para una sesión de masaje y rápidamente se hacen amigas, tal como podía adivinarse. Aunque sea un toquecito envarada, Marianne es una tipa inteligente y Eva también lo es.

Simetría absoluta, lógica absoluta: en la misma fiesta Eva conoce a un señor con el que comparte una circunstancia vital y una condición, el sentido del humor, y una señora que es un poco como le gustaría ser a ella: inteligente, piola, con un look un poco post-hippón, versión Los Angeles. Se ha formado una pareja (amorosa) y otra (amistosa). Falta agregarle un toque de coincidencia, de esas que antes se llamaban “de biógrafo” (o sea, las que es imposible que ocurran en la realidad) para que se produzca un cruce indeseado. Un ruido, una contaminación en la relación fluida, natural, casi perfecta, que Eva y Albert establecen desde un primer momento (lo de “se te ve el pito” ocurre el domingo en que ella va a almorzar a casa de él, y él la atiende en un pijama de bragueta indecisa).

En ese punto, justo en ese punto, Una segunda oportunidad deja de ser una comedia encantadora, desternillante por momentos, y pasa a convertirse en otra cosa. En una amarga reflexión sobre la peligrosa permeabilidad al juicio ajeno, que puede hacernos dudar y hasta hacer fracasar lo que hasta entonces era la más pura convicción. Una cuestión que toca a todos. Tanto como tocan, claro, la sonrisa gigante de la Sra. Dreyfus, los ojos pícaros del signore Gandolfini, la soltura de la gran, inmensa Toni Collette (aquí como la mejor amiga de Eva), el sexo cincuentón y doméstico de Eva y Albert, sus desayunos en la cama, el carácter estirado de la hija de Albert, la genial relación de celos de la hija de Eva por su mejor amiga (mamá quiere adoptarla como sustituta, cuando ella se vaya al college), la tristeza y soledad de mamá ante el síndrome de “nido vacío”.

Si todo lo que pasa, se siente o piensa Una segunda oportunidad toca al espectador es por la sencilla razón de que películas como ésta no cuentan algo: cuentan todo. Sin la más mínima pretensión, claro: un solo gramo de pretensión tiraría todo el edificio abajo.

9-UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

(Enough Said, EE.UU., 2013)

Dirección y guión: Nicole Holofcener.

Fotografía: Xavier Pérez-Grobet.

Duración: 93 minutos.

Intérpretes: Julia Louis-Dreyfus, James Gandolfini, Catherine Keener, Toni Collette, Michael Watkins.

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Una segunda... es una película viva e inteligente, poblada por gente que está viva y es inteligente.
 
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