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Lunes, 17 de marzo de 2014

CINE › CINE VIOLETTE, DE MARTIN PROVOST, SE VERá HOY EN EL CICLO LES AVANT-PREMIèRES

Un film para tocar el misterio poético

El director francés abordó la relación entre la escritora Violette Leduc y su par Simone de Beauvoir, quien hizo salir a la luz a la primera. “Es esa relación indispensable, ese misterio de la creación lo que yo quise filmar”, asegura el cineasta.

 Por Oscar Ranzani

Si bien no goza del reconocimiento internacional que tuvieron grandes escritores de la rama del existencialismo que la admiraban, la francesa Violette Leduc fue una precursora al abordar temas como el aborto y la bisexualidad, que prácticamente no tenían visibilidad en la comunidad literaria de mediados del siglo XX. Había tenido una infancia tormentosa: era hija de un hombre de la alta sociedad que nunca la reconoció y de una empleada doméstica que siempre tuvo un trato hostil y poco afectuoso con ella. El director francés Martin Provost estudió con detenimiento su vida y su obra y realizó el film Violette, que se exhibirá hoy a las 19 en el Cinemark Palermo (Beruti y Bulnes), como parte de la programación de la sexta edición del ciclo Les Avant-Premières, organizado por el Institut Français y la Embajada de Francia en la Argentina, entre otras instituciones.

Hace unos años, Provost estaba preparando su largometraje Séraphine, sobre la vida de la pintora francesa Séraphine Louis, que se estrenó en 2008, y su editor, René de Ceccatty, le preguntó si había leído el libro de Violette Leduc sobre la artista plástica, ya que a la escritora le gustaba muchísimo la obra de la pintora y hasta había escrito un texto sobre ella. “Realmente es un texto maravilloso y extraordinario, que me gustó muchísimo, y mientras iba haciendo Séraphine empecé a leer todo lo que había escrito Violette Leduc. Y me gustaba cada vez más”, cuenta Provost a Página/12, que vino a la Argentina a presentar su film. El cineasta recuerda que, cuando terminó de filmar Séraphine, volvió a ver a su editor y le dijo: “Quiero hacer esa película”. Y entonces De Ceccatty lo ayudó a escribir el guión de Violette. “En cuanto empecé a leer los libros de Leduc, me di cuenta de cómo escribía y me gustó muchísimo ese impulso poético”, afirma Provost, quien encuentra lazos entre Séraphine y Violette porque la primera “tenía esa creación pictórica” que le permitió “poner eso en imágenes y con Violette Leduc fue como poder tocar el misterio poético, porque tiene una literatura muy poética”.

Violette no es una biografía de Leduc, sino que está centrada en la relación que estableció con Simone de Beauvoir, gracias a la cual pudo salir del nido literario. La historia se sitúa en los finales de la Segunda Guerra Mundial: Leduc (Emmanuelle Devos) comparte un hogar con el escritor Maurice Sachs (Olivier Py), ya que el dinero escasea. Sachs la estimula a que exprese esa vida tan tormentosa como apasionada en la literatura. Cuando Leduc lee un libro de Simone de Beauvoir, trata de dar con su paradero, hasta que la encuentra y le entrega el manuscrito de su primera novela, La asfixia. Al leer ese libro, en el que Leduc relata la difícil relación que siempre tuvo con su madre, Beauvoir (Sandrine Kiberlain) queda fascinada y logra que la editorial Gallimard le publique el libro en una colección dirigida por Albert Camus. A partir de entonces, surge una estrecha relación de amistad entre ambas, aunque la película también muestra el deseo sexual que sintió Leduc por Beauvoir, un deseo que nunca fue correspondido.

–¿Estuvo tentado de hacer una biopic o siempre pensó que el núcleo de su película debía ser la relación entre Violette Leduc y Simone de Beauvoir?

–No, no pensé en la biopic y la palabra me resulta horrible. De hecho, no cuento la vida de Violette Leduc desde su infancia hasta su muerte y tampoco hablo de su abuela, que fue tan importante para ella, sino que realmente me focalicé en filmar el misterio de la creación. Así como los cineastas tenemos una relación con los productores, los novelistas tienen esa relación con los editores. Y esas relaciones son fundamentales. Como Violette empezó como una desconocida absoluta, fue su relación con Simone de Beauvoir la que le dio el impulso y le permitió escribir. Es esa relación indispensable, ese misterio de la creación lo que yo quise filmar.

–¿Cómo fue el trabajo de investigación histórica?

–Fue un trabajo larguísimo. Me llevó más de un año leer toda la obra de Violette Leduc, de Beauvoir, Jean Genet, Jean Paul Sartre... Tuve que sumergirme en ese mundo de la literatura de la época, en el existencialismo. El trabajo más cinematográfico lo hice con el director de fotografía, con quien trabajamos un año antes de empezar a filmar, mirando todas las películas de la época y dibujando lo que iba a ser la película. Como iba a ser un film de época, era muy difícil porque había que pensar todo antes, y sobre todo debía tener la opciones desde un punto de vista económico. Yo quería filmar en muchos lugares, por ejemplo en el Café de Flore en el Boulevard Saint-Germain, pero superaba el presupuesto que tenía. En total, fueron dos años de trabajo.

–¿Cuánto tiene de real y cuánto de ficción la relación entre Violette Leduc y Simone de Beauvoir que muestra la película?

–La relación entre ambas es muy real porque justamente es el eje de la película. Esa relación es la más importante del film. Capaz que en la película da la sensación de que se veían muchísimo, pero en realidad se veían cada quince días. Entonces, inventé muy poco realmente. No estoy seguro de que Leduc haya entrado alguna vez en el departamento de Beauvoir. Se encontraban en el Café de Flore, pero no pude reconstruir eso porque era imposible desde el aspecto económico. Y por eso decidí que se encontraran en el departamento. Si bien esa parte no es real, creo que aporta mucho desde un punto de vista de la intimidad, ya que vemos la diferencia social que existía entre las dos: es directa y clara, y capaz no podría verse tanto si se reunían en un café. Entonces, tomé ciertas libertades.

–Si bien se hicieron amigas, ¿la personalidad de Violette Leduc era una especie de contracara de la de Simone de Beauvoir?

–Sí, está la idea de contrapeso. En realidad, cuando Simone conoció a Violette se quedó fascinada con la personalidad de esta mujer. Creo que lo que tenía Violette Leduc, que no tenía Simone de Beauvoir, era esa iluminación, esa inspiración, esa parte colosal en todo lo que escribía. Si bien Simone de Beauvoir escribió mucho y de una manera muy fluida, siempre estuvo muy controlada. Y Violette Leduc decía de ella misma que no era una intelectual. Simone le decía que sí, ya que escribía. No estoy de acuerdo con la opinión de Simone de Beauvoir porque creo que, al igual que Séraphine, Violette Leduc era una poeta, no pasaba por lo intelectual.

–¿Cuánto influyó la dolorosa infancia de Violette Leduc en su literatura?

–Esa infancia fue formadora, influyó en ella y con eso pudo empezar a escribir. Si bien fue Maurice Sachs el que le dio el impulso y el que le permitió realizarlo, fue algo que siempre quiso hacer. Y Simone de Beauvoir dijo algo muy justo: “Fue mediante la escritura que Violette Leduc iba a lograr que la sociedad le diera lo que no tuvo al principio”. Entonces, fue una batalla para pasar esa infancia, superarla y aceptarla si era posible. También Simone de Beauvoir casi reemplazó a ese padre que no la reconoció y Violette pudo hacer, entonces, el trabajo de reconciliación que no podía hacer con este padre que no quería saber nada de ella. Y la escritura fue como un arma o un tipo de instrumento de conocimiento que le permitió poder superar ese problema de infancia.

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Provost entró en contacto con la obra de Leduc mientras preparaba su largometraje Séraphine.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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