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Viernes, 9 de mayo de 2014

CINE › UN DIA GRIS, UN DIA AZUL, IGUAL AL MAR, DE LUCIANA Y MELINA TERRIBILI

Una historia de amor a la andaluza

El documental de las hermanas Terribili consigue un sensible y profundo retrato humano y social, a partir de la hija menor de una familia de gitanos que, por mandatos ancestrales, queda a cargo de un padre muy mayor y una madre enferma.

 Por Diego Brodersen

Semana tras semana, mes a mes, decenas de películas nacionales son lanzadas al circuito de exhibición con escasas posibilidades de ser ya no vistas sino, siquiera, identificadas por el espectador medio. En algunos casos es casi como si salieran al matadero. Es una verdadera injusticia, por ejemplo, que el documental (con pizcas de ficción) argentino-español Un día gris, un día azul, igual al mar, de las hermanas Luciana y Melina Terribili, se estrene en una única sala y en apenas dos funciones diarias. Injusto y triste, porque este film, que ya tuvo circulación por varios festivales de cine, entre ellos el marplatense, parte de un meticuloso trabajo de acercamiento a sus sujetos –esencialmente una chica gitana de la provincia de Granada, España, sus padres ancianos y su novia– y construye un sensible y profundo retrato humano y social. Un día gris... no es original ni pretende serlo y en sus escenas concentradas en la marca de lo cotidiano es posible encontrar rastros del método de Pedro Costa, aunque quienes se acerquen al film en busca de sordidez se irán con las manos completamente vacías.

Carmen sólo escapa de su asfixiante vida familiar durante sus encuentros con Sheila, una chica no gitana.

Hijas del artista plástico Carlos Terribili, las mellizas Luciana y Melina vienen trabajando en el terreno del documental televisivo desde hace algún tiempo. Y en su primer largometraje, rodado durante dos años en la comunidad autónoma de Andalucía, en un barrio con fuerte presencia gitana en Granada, el Almanjáyar, demuestran tener el suficiente temple para evitar la denuncia y el sensacionalismo, centrándose en cambio en los aspectos más íntimos y personales de la protagonista y su entorno. La joven en cuestión es Carmen, hija menor de una familia de gitanos que, como tal y por mandatos ancestrales, queda a cargo de un padre muy mayor y una madre enferma. Es un mundo asfixiante del cual Carmen sólo escapa temporalmente durante sus encuentros con Sheila, una chica no gitana con quien mantiene una relación sentimental. Si el lesbianismo es un tema tabú dentro de la comunidad gitana, la falta de horizontes laborales no ayuda precisamente a concretar el sueño de las muchachas de mudarse y comenzar juntas una nueva vida. Y Carmen, por más que putee en correctísimo andaluz, ama a sus padres y sabe que no será fácil abandonarlos de un día para el otro.

La vida diurna de Carmen, a quienes las realizadoras conocieron a través de un taller de canto en el barrio de Almanjáyar, incluye alimentar y vestir a sus padres, hacer las compras y cocinar y también concurrir a la escuela-taller donde la joven intenta terminar sus estudios inconclusos y, tal vez, aprender algún oficio que le permita acceder a un futuro trabajo. Por las noches, sin que sus padres se enteren, Carmen hace pasar a su cuarto a Sheila y su pequeña cama de una plaza se transforma en confesionario y ámbito donde dejar volar la imaginación y verbalizar sueños, deseos y miedos. Es durante esos diálogos nocturnos y otros momentos de intimidad de la pareja donde Un día gris... abandona el riguroso registro documental y se permite utilizar ciertos procedimientos del cine de ficción, partiendo de la reelaboración de elementos y situaciones reales en escenas que son “actuadas” por las protagonistas.

El resultado es cálido, creíble, sincero, y le aporta al film un crescendo dramático que Terribili&Terribili refuerzan gracias al uso de ciertos planos (la escalera que da al departamento, las charlas antes de dormir, la compra de billetes de lotería) que se repiten a intervalos más o menos regulares, como si intentaran imitar, a partir del montaje, la monotonía con ligeras variaciones de la vida fuera de la pantalla. En el fondo, como en alguna canción andaluza, Un día gris... es una historia de amor, en este caso no signada por los desvíos y escollos de un guionista sino por las dificultades y presiones de la cultura, la sociedad y las decisiones personales de sus protagonistas.

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