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Miércoles, 15 de abril de 2015

CINE › HAYAO MIYAZAKI HABLA DE SE LEVANTA EL VIENTO, QUE SE ESTRENARá MAñANA EN LA ARGENTINA

Ultimo acto del maestro de la animación

Hace dos años, el creador de El viaje de Chihiro anunció su retiro, justo cuando presentaba en Venecia este film sobre Jiro Horikoshi, el diseñador y constructor del avión de combate Mitsubishi A6M Zero, joya de la flota aérea del Imperio del Sol Naciente.

 Por Stephen Welch

“Mientras la filmaba, no sabía aún que Se levanta el viento sería mi último trabajo. Recién cuando la producción estuvo terminada tomé la decisión.” El anuncio de retiro que hizo Hayao Miyazaki al presentar públicamente su decimoprimera película, en la edición 2013 del Festival de Venecia, produjo, en el mundo del cine –y no sólo– el efecto de una bomba. Hasta John Lasseter, admirado creador de Toy Story y fundador del señero estudio Pixar, reconoce desde hace tiempo que Miyazaki, de 72 años en el momento de hacer el anuncio, es o fue el Gran Maestro de la animación contemporánea. Ganador de gran cantidad de premios en el mundo entero y nominado al Oscar 2015 al Mejor Largometraje Animado, el opus final del creador de El viaje de Chihiro y El increíble castillo vagabundo se estrenará mañana en la Argentina, con un detalle infrecuente que los amantes del cine agradecerán calurosamente: todas las copias de lanzamiento son en idioma original y con subtítulos. Ninguna doblada al molesto castellano neutro.

Basada en un personaje real, Se levanta el viento (Kaze Tachinu, en el original) no estuvo libre de polémicas, en su país y en otros. Sucede que el protagonista, Jiro Horikoshi, no fue otro que el diseñador y constructor del avión de combate Mitsubishi A6M Zero, joya de la flota aérea del Imperio del Sol Naciente, que durante la Segunda Guerra Mundial desparramó muerte desde el aire. En la entrevista que sigue, el creador de las extraordinarias Nausicaa del valle del viento (1984), Mi vecino Totoro (1988) y La princesa Mononoke (1997), y fundador del legendario estudio Ghibli explica qué lo fascina del personaje, cómo se puede ser antimilitarista y coleccionar armas de guerra (y antibelicista y amante del modelo Zero), a qué franja de público se dirige Se levanta el viento y por qué su estilo visual no pretende ser actual, sino todo lo contrario.

–Se levanta el viento es su homenaje más explícito a las máquinas de vuelo, una de sus pasiones de toda la vida. ¿Cuánto tiene el protagonista de usted mismo?

–De mí mismo tiene quizá esa pasión por el vuelo, pero no los datos concretos, que responden a los de dos personajes reales. Cuanto más pasan los años más recuerdo los últimos tiempos de la Segunda Guerra, que son los de mi primera infancia (N. del T.: Miyazaki nació en 1941). Del período previo al ingreso de Japón en la guerra sabía poco y comencé a informarme sobre la vida del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi y la obra del novelista Hori Tatsuo, que vivieron en los años ’30. Ambos tuvieron historias trágicas. El protagonista de Se levanta el viento, si bien se llama Jiro Horikoshi, surge en verdad de una fusión entre ambos.

–¿En qué consiste esa fusión?

–El Jiro de la película corresponde, por un lado, al real, en el sentido de que también se trata, como él, de un ingeniero aeronáutico pionero, que en esos años diseña algunos de los aviones de guerra que se usarían más tarde. Pero la historia de su esposa Naoko está tomada, al igual que el título, de una novela escrita por Tatsuo, cuya protagonista femenina enferma de tuberculosis.

–¿El título cita un fragmento escrito por el poeta francés Paul Valéry, verdad?

–Sí, es una cita de El cementerio marino, publicado por Valéry en 1920: “¡El viento se eleva, debemos intentar vivir!”.

–Su primera versión de esta historia fue una novela gráfica.

–Sí, lo que en mi país se conoce como manga. Pero la hice sólo por gusto, no con la intención de darle difusión comercial. Mi productor me propuso hacer de ella una película, pero el problema que presentaba era que por ser una historia de gente adulta muchos niños se iban a quedar afuera. Y por más que yo nunca haya descartado al público adulto, mi audiencia básica siempre fueron los niños. Por lo cual la idea de hacer una película no me cerraba. Había otro factor que me hacía guardar distancia y era que los dibujantes del estudio Ghibli no están muy familiarizados con la historia de ese período, por lo cual no estaba seguro de que estuvieran en condiciones de dibujar adecuadamente los aviones de la época. Pero finalmente el productor me convenció y lo hicimos.

–El héroe de la película diseña aviones por pasión, hasta de un modo romántico si se quiere. Pero termina construyendo naves de guerra. ¿Cuál es su visión con respecto a esto?

–Creo que debe haberse sentido destrozado por dentro al ver en qué terminó el objeto de su pasión creativa. Construir el más bello avión es su sueño, pero son tiempos de guerra y es ese el uso que se le terminará dando. Siendo el ingeniero aeronáutico más talentoso de su tiempo, no podía negarse a trabajar para el Imperio: esa es su tragedia. Para peor, las circunstancias lo obligaron a desarrollar proyectos sin contar con el financiamiento adecuado para ello, por lo cual encima no pudo estar a la altura de sus exigencias.

–Parecería que usted sufre una contradicción parecida a la del héroe de Se levanta el viento: ha manifestado públicamente su rechazo por la guerra pero ama los aviones, incluidos los de guerra.

–Debe ser un rasgo infantil de mi personalidad, el coleccionar desde pequeño toda clase de minucias relacionadas con armas de guerra. Después de escuchar en una ocasión a un profesor universitario detallando hasta qué punto los gastos bélicos pueden llegar a destruir la economía nacional, saqué cuentas de cuánto dinero había gastado yo mismo, a lo largo de mi vida, en libros y modelos de armas, y tiré a la basura todo lo que conservaba. Sin embargo, tiempo más tarde volví a comprar de nuevo todo lo que había tirado.

–Al enterarse de la cantidad de misiones suicidas que se hicieron a bordo del modelo aéreo que diseñaron, el ingeniero que asistió a Horikoshi dijo que de haberlo sabido antes no hubiera participado de su construcción. ¿Cree que el propio Horikohsi pensó algo semejante?

–Creo que debe haber sentido algo parecido. En la película, el personaje de Yoshitoshi Sone, el asistente de Horikoshi, dice algo que me parece clave: “Construir un avión de guerra es un sueño hermoso pero maldito”. Es algo que soñaban hacer y que no podían no haber hecho, pero estaba fatalmente destinado a causar muerte.

–¿Qué es lo que le genera tanta fascinación del modelo creado por Horikoshi y Sone?

–Fue el modelo más de avanzada de su época, no sólo en mi país sino en el mundo entero. Su diseño era tan avanzado que cada unidad resultaba muy cara y compleja de construir, hasta el punto de que muchos ingenieros extranjeros se mostraron asombrados, después de la guerra, de que se hubieran producido diez mil de ellos en tiempos del conflicto bélico. Representa lo mejor que hizo el Japón en tiempos de guerra. Lo demás –el proyecto de expansión imperial, la invasión de países asiáticos, el sueño militarista, la arrogancia triunfalista– fue lo peor.

–En relación con el estilo visual de Se levanta el viento, hay quienes señalaron cierto carácter anticuado en el dibujo y diseño.

–Tratamos de ser fieles a la época que pintamos. Una época que no tiene nada que ver con la que vivimos hoy en día. Una época en la que aún se respetaban códigos de comportamiento que luego se irían perdiendo, y que eran muy estrictos. Cómo dirigirse al otro, cómo sentarse en un tatami, como caminar con un kimono. Hicimos un trabajo de investigación sobre la vida cotidiana en mi país en los años ’30, consultamos textos y material fílmico y fotográfico. Tuvimos en cuenta que el aire era más puro que el de hoy en día, no había la polución que actualmente hay. Por eso que los cielos que se ven en la película son cristalinos. Y tal vez las propias emociones también lo sean.

Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.

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Miyazaki es antibelicista y, a la vez, colecciona objetos de la Segunda Guerra Mundial.
 
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