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Miércoles, 23 de agosto de 2006

CINE › CLASICOS E INEDITOS

El paisaje urbano según los maestros

La Ciudad en el Cine se titula el ciclo de la sala Lugones, que reúne 32 films esenciales.

 Por Horacio Bernades

Paisaje y entorno. Lugar de pertenencia y expulsión. Zona de encuentros, roces, choques. Territorio de lo conocido, o de lo completamente ajeno. Sitio en el que la escena social se manifiesta. Calles en las que se muere o se ama. Todo eso es la ciudad y de todas esas maneras la ha reflejado el cine. No por nada el biógrafo es invención eminentemente urbana, producto en una época (fines del siglo XIX) en que la modernidad construía sus mayores monumentos edilicios. Todos los sentidos que la palabra ciudad evoca serán conjurados en el ciclo La Ciudad en el Cine: Centros y Periferias, que se llevará a cabo en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, a partir de hoy y hasta comienzos de septiembre. Organizado por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina (con auspicio del Servicio de Acción Cultural de la embajada de Francia, y colaboración del Instituto Goethe y la distribuidora Cine Ojo), el ciclo representará el puntapié inicial del segundo Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano, cuyo cuerpo central de actividades incluye las visitas de los eminentes Andreas Huyssen y Thierry Jousse –así como una videoconferencia con el escritor y ensayista John Berger– y se desarrollará del lunes 28 al miércoles 30 de agosto, en la sala Casacuberta del mismo Teatro.

Desde una obra maestra estadounidense y muda, firmada por el nativo de Westfalia Friedrich Wilhelm Murnau (Amanecer, 1927, que abre hoy el ciclo) hasta la Ronda nocturna de Edgardo Cozarinsky en una recuperada Buenos Aires (que lo cierra, junto con Fantasmas de Tánger, el jueves 7 de septiembre), La Ciudad en el Cine permitirá viajar de la miserable urbe latinoamericana que don Luis Buñuel imprimió para siempre en Los olvidados (también hoy) a la Tokio que visitó Wim Wenders, en busca de los restos de su admirado Yasujiro Ozu, en Tokio-Ga (el domingo 27). Entre uno y otro polo se podrá recorrer no sólo la geografía sino también la historia parisina, arrancando en el siglo XVIII (en La dama y el duque, de Eric Rohmer, que va el jueves 31) y llegando hasta el explosivo banlieieue multirracial de la actualidad, en El odio (miércoles 6 de septiembre). Entre una y otra, la París de comienzos de los ’60 (en los dos primeros Cuentos morales de Rohmer, La panadera de Monceau y La carrera de Suzanne, el mismo jueves 31) y la de mayo del ’68, en Los amantes regulares, de Philip Garrel (domingo 27).

Claro que tratándose de cine, no podían faltar las ciudades imaginarias. Allí están, para ratificarlo, esa suerte de Buenos Aires mítica y anacrónica que es la Aquilea de Invasión (jueves 24) y la Alphaville de un Godard súbitamente futurista (martes 5 de septiembre). Pero habrá que prestar especial atención a un puñado de películas, muy poco o nada vistas en Buenos Aires. A saber, El carterista/Xiao Wu (viernes 25), el film con el que Jia Zhang-ke comienza a dibujar una China de los márgenes de la transición, que terminará decantando en The World, actualmente en cartel en Buenos Aires. Y Route One, USA, ópera magna en la que el gran Robert Kramer atraviesa toda Estados Unidos, de una punta a la otra y a lo largo de cuatro horas (sábado 2 de septiembre). Y Poco a poco, desconcertante sátira etnográfica del máximo documentalista del género, Jean Rouch (lunes 4). Así como Le mura di Sana’a, Pasolini prácticamente desconocido, en la que el realizador de Salò advierte sobre la demolición de murallas históricas en Yemen (el mismo lunes 4).

Claro que si hubiera que elegir princesas para este ciclo, deberían ser inevitablemente Café Lumière, homenaje del gran Hou Hsiao-hsien a su maestro, Yasujiro Ozu, filmada en Tokio y con una historia de disolución familiar como foco de su observación (sábado 26); la mencionada Los amantes regulares, vasta épica agridulce del Mayo francés, que Garrel narra como si fuera el último avatar de la nouvelle vague; Reyes y reina,que hace del intimismo una suerte de motor de explosión y fue considerada por la crítica estadounidense el mejor film francés estrenado allí en mucho tiempo (viernes 1º de septiembre); la libanesa Beirut Oeste, revelación de la Quincena de Realizadores de Cannes en 1998 (domingo 3) y la asombrosa cabalgata documental china Tie Xi Qu, al oeste de las vías, que registra la caída de un centro industrial clave y de la cual se verá su segunda parte, que dura nada menos que 3 horas (también el domingo 3).

Todo este recorrido se presenta ideal para verificar lo que señala el crítico Thierry Jousse en su reciente enciclopedia La ville au cinéma. Próximo visitante del Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano, apunta Jousse en la introducción a ese texto que “la ciudad se despliega en el tiempo del film, pero el espectador puede solazarse en recomponer o asociar los lugares que ve, con otras películas y otras ciudades. La ciudad de una película se parece con frecuencia a un collage cubista, en tanto el cine permite asociar en espíritu las partes, las calles, los barrios, los edificios que, en la realidad, nunca podrían existir”.

A asociar entonces, de película en película y de ciudad en ciudad.

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Café Lumière, de Hou Hsiao-hsien, y Reyes y reina, con Catherine Deneuve, dos joyas inéditas.
 
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