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Jueves, 2 de julio de 2015

CINE › PLACER Y MARTIRIO, UN CAMBIO DE RUMBO PARA JOSé CELESTINO CAMPUSANO

La pregunta de qué hacer con el vacío

El realizador de Vikingo adopta aquí un registro deliberadamente prolijo, para poner el foco en una mujer de la alta sociedad.

 Por Ezequiel Boetti

Plena noche en Puerto Madero. Una puerta perfectamente centrada en la pantalla permite vislumbrar un coquetísimo salón mientras se oye de fondo una melodía clásica. Entonces sale de su interior una señorita vestida de gala con rostro visiblemente preocupado y un teléfono celular en mano, para comunicarse con su amiga Delfina (Natacha Méndez), demorada sin razón aparente. Mujeres, pulcritud y los usos y costumbres de un sector socioeconómico de medio tirando a alto: difícilmente podría pensarse que así comience Placer y martirio, el último film de José Celestino Campusano. Pero lo cierto es que el director que encontró su lugar en el mundo en la geografía del conurbano bonaerense e hizo de su uso un elemento narrativo con peso específico y los personajes ubicados en esas márgenes geográficas, legales, éticas y morales los estandartes de su filmografía, muestra aquí un notorio desplazamiento temático y estético. Y lo convierte en un salto al vacío dentro de un cine que ya en El perro Molina empezaba a mostrar ciertas fisuras y vicios de reiteración, a la vez que las primeras ráfagas de un viento de cambio que aquí ya arrecia en todo su esplendor.

Estrenado en la Competencia Oficial del último Festival de Mar del Plata, su trabajo anterior había mutado espontaneidad y frescura por una marcada estilización que rompía la lógica interna de su cine. Placer y martirio, parte de la Selección Nacional del Bafici de este año, marca un norte artístico mucho más claro, ya que Campusano vuelve a alinear otra vez forma y contenido para construir una película deliberadamente prolija, estética consecuente con el barrio (Puerto Madero) donde se desarrolla casi la totalidad de la acción. El centro narrativo recae en Delfina, una mujer que tiene todo (auto, dinero, familia, amigas, vida social), pero que en el fondo no tiene nada. Qué hacer con ese vacío es la pregunta rectora del film, y todas las posibles respuestas, marchas y contramarchas son mostradas por Campusano sin las ínfulas reivindicatorias de Vikingo y Fantasmas de la ruta, en las que el pragmatismo de sus protagonistas esfumaba cualquier atisbo de duda sobre el “qué hacer”, pero tampoco cayéndole con el rigor del prejuicio. El realizador oriundo de Quilmes opta, en cambio, por una observación extrañada, visiblemente ajena, para intentar comprender el funcionamiento de sus personajes femeninos –los mismos que solían ser funcionales para la puesta en acción de las dinámicas masculinas– y, a la vez, la lógica de ese universo social desconocido.

En la fiesta de la apertura Delfina conoce a Kamil (Rodolfo Avalos), un acaudalado empresario cubierto por un manto de misterio que dispara no tanto el amor como su obsesión. Así, ella responde al desprecio y al uso fetichista y casi sanitario de él acompañándolo con fascinada devoción a un viaje laboral a Chile, y concediéndole todos y cada uno de los pocos minutos que él alega disponer para ella. Mientras tanto, su círculo cercano se convierte en una auténtica pesadilla, con su marido abandonándola, la hija adolescente en común rebelándose y su empresa de diseño gráfico hundiéndose. Campusano evita la saña y el maltrato gratuito mostrando la espiral creciente de patetismo, fiestas, consumo de psicofármacos y retoques estéticos de Delfina sin jamás burlarse, como si entendiera que su comportamiento es producto del desasosiego y no la validación de una tesis clasista.

Lejos del drama intimista que podría haber sido, Campusano suma a su universo una bienvenida dosis de humor a medida que avanza el metraje. Humor que estuvo velado en gran parte de sus películas anteriores, sobre todo Vil romance, y aquí alcanza su punto máximo con la conversión de la mucama (Myrian Agüero) en un comic relief clásico. Ver sino la cena entre ella, Delfina y su amiga, donde corre tanto vino como verdades. Porque quizás ella, después de todo, opere como los ojos del propio director ante tamaña fauna. El cine de Campusano, entonces, cambió de forma y contexto, pero la mirada se mantiene inalterable.

8-PLACER Y MARTIRIO

Argentina/2015

Dirección y guión: José Celestino Campusano

Fotografía: Eric Elizondo y Nicolás Pittaluga

Música: Claudio Miño

Duración: 101 minutos

Intérpretes: Natacha Méndez, Rodolfo Avalos, Paula Napolitano, Aldana Carretino, Myrian Agüero y Juan Bautista Carreras.

Estreno exclusivo en los cines Gaumont y Artemultiplex Belgrano.

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A la hora de pintar sus personajes, Campusano opta por una observación extrañada, visiblemente ajena.
 
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