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Jueves, 1 de octubre de 2015

CINE › MISIóN RESCATE, DE RIDLEY SCOTT, CON MATT DAMON

El optimismo como virtud marciana

El director de Alien y Blade Runner regresa al futuro y al espacio exterior, pero lo hace con un relato de una simpleza equivalente a la de su héroe, un astronauta abandonado en Marte que nunca duda de que regresará vivo a la Tierra.

 Por Luciano Monteagudo

Afirmar que Misión rescate es la mejor película de Ridley Scott en años no es decir mucho, por cierto. Hace demasiado tiempo que el director de Alien (1979) y Blade Runner (1982) dejó de ser lo que era, o lo que alguna vez auguró ser. Ni siquiera Prometeo (2012), que marcó su regreso a la ciencia-ficción desde aquellos hitos, auténticos mojones del género, logró recuperarlo para el cine, después de tanto tiempo dedicado al espectáculo circense, pleno de gladiadores y éxodos, con esos movimientos de masas de los que el viejo Cecil B. De Mille se hubiera reído, por tratarse apenas de meros pixeles. Sin renunciar a las nuevas tecnologías y todo aquello que el dinero puede comprar, Misión rescate tiene sin embargo una simpleza de espíritu que la redime de tanta importancia impostada que impregnó la obra de Scott. El problema, en todo caso, es que esa simpleza –y la de su héroe– termina pareciendo demasiada para una película que costó más de cien millones de dólares y dura casi dos horas y media, la mayoría de las cuales transcurren en el espacio exterior.

Se diría que lo mejor de The Martian –el título original no podría ser más pertinente, en la medida en que el protagonista se convierte en el único habitante del planeta rojo– sucede en los primeros minutos. Un equipo de la NASA, que está recabando información científica del suelo marciano, se ve obligado a abortar bruscamente la misión, ante una súbita y feroz tormenta que amenaza con volar su campamento. En medio de la huida, y antes de que pueda abordar la nave que lo trajo hasta allí, el astronauta Mark Watney (Matt Damon) es golpeado brutalmente por los restos de una antena que vuela en pedazos y es dado por muerto por sus compañeros. La nave logra partir a duras penas y Watney queda allí tirado. Para cuando despierte, alertado por la alarma que marca la escasez de oxígeno dentro de su escafandra, la tormenta ya habrá pasado, pero el campamento parece una villa miseria abandonada y no hay un alma a la vista.

¿Qué mejor punto de partida que ése, el de un hombre librado a su propia suerte en suelo extraño, a millones de kilómetros de la Tierra, y de quien nadie sabe que está vivo? Hay una condición esencialmente trágica en esa situación –la de un ser humano enfrentado no sólo a las dificultades técnicas de la supervivencia, sino a la más pura y absoluta soledad– que la nueva película de Ridley Scott ni siquiera se molesta en rozar.

Tampoco era necesario hacer una película de Bergman en el espacio. Si el primer Alien alcanzaba a abismarse hacia una suerte de miedo metafísico, lo hacía justamente porque era capaz de catalizar a través de la puesta en escena todo aquello que remitía a una angustia profunda: el encierro, la oscuridad, la soledad del espacio exterior, el temor a lo Otro, el monstruo como metáfora de un cáncer que va haciendo “metástasis” en toda la tripulación.

Pero ya desde su título en castellano, que anticipa su previsible final, no hay angustia ni suspenso algunos en Misión rescate. Su protagonista es deliberadamente unidimensional y de un optimismo rayano en el absurdo. Es verdad, tiene algo de gracia al comienzo que, en tanto botánico, descubra que con sus propios excrementos puede producir el abono que le permitirá desarrollar la modesta plantación de papas de la que pretende vivir durante cuatro años. Pero cuando ese proverbial buen humor y confianza en sí mismo del personaje interpretado por Matt Damon –que parece salido de un comercial de reclutamiento de la NASA– se vuelven exasperadamente reiterativos, la película pierde interés. Sin ir más lejos, en Gravedad (2013), que duraba casi una hora menos y con la cual The Martian comparte su punto de partida (y de llegada), la astronauta Sandra Bullock, también ella sola perdida en el espacio, pasaba alternativamente por momentos de euforia y desánimo que le daban no sólo verosimilitud sino también dinámica dramática al relato.

No ayudan tampoco los clichés, tantas veces vistos, del esfuerzo mancomunado de los expertos en Tierra, y mucho menos de la insólita, caprichosa ayuda de la agencia espacial china, que parece estar allí simplemente para asegurarse la simpatía de un mercado al que Hollywood presta cada vez más atención. A favor, debe decirse que entre la fotografía en 3D de Dariusz Wolski y el trabajo del equipo de dirección artística se tiene toda la impresión de estar allí, paseando por Marte. Quizás por eso está tan contento Matt Damon, porque sabe que al fin y al cabo no está tan solo, que tiene toda una platea compartiendo su odisea del espacio con él.

5-MISION RESCATE

The Martian;

EE.UU., 2015.

Dirección: Ridley Scott.

Guión: Drew Goddard, basado en una novela de Andy Weir.

Fotografía: Dariusz Wolski.

Música: Harry Gregson-Williams.

Duración: 141 minutos.

Intérpretes: Matt Damon, Jessica Chastain, Kristen Wiig, Jeff Daniels, Michael Pena, Kate Mara, Sean Bean, Donald Glover, Chiwetel Ejiofor.

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La fotografía en 3D provoca la ilusión de estar allí, paseando por Marte con Matt Damon.
 
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