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Jueves, 8 de septiembre de 2005

CINE › “LOS EDUKADORES”, DE HANS WEINGARTNER

Los ideales de la revolución, pero en un siglo despolitizado

El film de Weingartner demuestra la buena salud que posee el nuevo cine alemán.

 Por Horacio Bernades

“Cada corazón es una célula revolucionaria”, dice la pintada hecha sobre la pared con aerosol rojo. Jan y Jule lograron franquear la mansión de un cerdo burgués durante su ausencia y, tras ponerla patas arriba, en medio de una suerte de bacanal revolucionaria (que incluyó brindis con champagne, zambullidas en la pileta y besos húmedos), dejaron estampada en los muros esa consigna que parecería querer reunir enamoramiento y revolución en una sola frase. No, no se trata de una escena arrancada de algún Mayo del ’68 en versión berlinesa, sino de los despolitizados albores del siglo XXI, en el mismísimo corazón de la complacida Europa. Pero la sombra del ’68 terminará volviendo sobre Jan, Jule y su amigo Peter cuando menos lo esperen y proyectada por quien menos lo esperan. Como si se tratara de un boomerang de torcida trayectoria.
Presentada en Cannes 2004 tras una ausencia de más de una década por parte del cine germanohablante en esa competencia, preestrenada con llamativa repercusión en el V Festival de Cine Alemán que acaba de celebrarse en Buenos Aires, premiada como mejor película por los críticos de ese país y exhibida en una enorme cantidad de festivales de primera línea durante el último año, The Edukators es una de las cabezas de flota del llamativo resurgimiento experimentado durante los últimos años por el cine de ese origen. Producto de uno de los treintañeros que vienen revitalizando el cine germano versión siglo XXI, la película del austríaco Hans Weingartner comparte con los otros éxitos recientes la voluntad de revisión histórica. Si Goodbye Lenin lo hacía en relación con el comunismo caído, si La caída, Sophie Scholl y El noveno día vuelven la mirada sobre los tiempos del nazismo, Los Edukadores replantea otra cuenta pendiente –no sólo en Alemania sino en toda Europa– , como es la de las utopías revolucionarias extinguidas. Y lo hace con dosis francamente inusuales de humor, honestidad y lucidez.
“Los edukadores” es el nombre de un grupo anarco, que tiene entre otras peculiaridades la de reducirse a dos miembros. Veinteañeros, Jan (Daniel Brühl, protagonista de Goodbye Lenin y seguramente la gran estrella del reciente cine alemán) y Peter (el morocho Stipe Erceg, una suerte de Daniel Tognetti desaliñado) salen “a trabajar” por las noches. Eso es al menos lo que le dicen a la rubia Jule (Julia Jentsch, otra que pinta para estrella, luego de ésta y Sophie Scholl), que conoció a Peter tras una manifestación antiglobalización y desde ese momento es su novia. Lo que Jan y Peter en realidad hacen es saquear las casas de los ricos, los dos solos y con una kombi por base de operaciones. “Los edukadores” se caracterizan por no robar nada, sólo desordenan muebles y pertenencias. “¿Para qué lo hacen?”, pregunta Jule al enterarse. “Para asustar a los ricos”, responde Jan. “Para que cuando van al banco los tipos se sientan frágiles, expuestos, vigilados.”
Pero uno de sus operativos se complica y terminan secuestrando al tipo que acaba de ganarle un juicio millonario a Jule, que no sabe cómo hacer frente a la demanda. Los tres secuestradores y el secuestrado terminarán refugiados en una casa en las montañas, junto con una pistola de chasco y mientras los muchachos piensan cómo salir de la encerrona en la que ellos mismos se metieron. La revisión de los ’60 que emprende Hans Weingartner (cuya ópera prima, Ruido blanco, había sido muy elogiada) no se limita a confrontar el espíritu de aquella época con las constrictivas realidades de ésta. En el mismo movimiento, Weingartner (que tiene el extraño antecedente de ser neurólogo y neurocirujano) pone a la película en tensión con el cine de los ’60, tendiendo entre Jule, Jan y Peter las líneas de un triángulo amoroso que desde los propios nombres de pila remite directamente al de Jules et Jim.
Pero no es sólo la sombra de Truffaut la que conjura Los edukadores, sino también la de Godard. La desconcertante combinación de sátira política y maoísmo militante que aquél practicaba en La chinoise se ve duplicada por la ambigua mirada que Los edukadores echa sobre los protagonistas. Los espléndidos Brühl, Jentsch y Erceg aparecen a la vez como militantes idealistas, snobs de la revolución y chicos confundidos y hasta eventualmente ridiculizados. Será la confrontación con su víctima/victimario –un ex agitador del ’68, convertido en burgués absoluto– la que los haga madurar, dicho esto tanto en sentido humano como político. Junto con sus héroes muta el film en su conjunto, pasando del consignismo aparentemente irresponsable del comienzo al lucidísimo replanteo de cuestiones como los márgenes entre capitalismo y rebelión, entre acción individual y repercusión social, entre voluntarismo ideológico y madurez política. Lograr todo esto en el marco de una película que jamás deja de ser fresca, sorprendente y enormemente viva –hasta la mismísima imagen sorpresa que resignifica el final– marca un éxito nada menor para Herr Weingartner y los suyos.


8-LOS EDUKADORES
The Edukators Alemania/Austria, 2004.
Dirección: Hans Weingartner.
Guión: H. Weingartner y Katharina Held.
Fotografía: Matthias Schellenberg y Daniela Knapp.
Intérpretes: Daniel Brühl, Julia Jentsch, Stipe Erceg y Burghart Klaussner.

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Los Edukadores son un grupo anarquista que se dedica a desordenar casas “para asustar a los ricos”.
 
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