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Lunes, 18 de abril de 2016

CINE › PELíCULAS DE TRES CONTINENTES EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL

De Senegal a Buenos Aires

The Revolution Won’t be Televised, de Rama Thiaw, es un documental centrado en Senegal. Je me tue à le dire, del belga Xavier Seron, está obsesionado con las mamas y el cáncer. Y en Viviré con tu recuerdo, el argentino Sergio Wolf regresa a su primer largometraje.

 Por Diego Brodersen

Películas de tres continentes se sumaron durante el fin de semana a la Competencia Oficial Internacional del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. La primera de ellas, dirigida por la mauritana Rama Thiaw, registra la convulsionada situación política de Senegal antes, durante y después de las elecciones que derribaron el mito de un presidente aparentemente invencible, mientras que, por su lado, el belga Xavier Seron presentó una fábula familiar bañada en humor negro. Finalmente, el argentino Sergio Wolf regresa al territorio de su primer largometraje y sigue merodeando alrededor de ese misterio llamado Ada Falcón.

The Revolution Won’t be Televised –siguiendo el título de ese clásico oscuro del funk activista de comienzos de los 70, cortesía de Gil Scott-Heron– es un caso atípico dentro del terreno del documental político. Tan atípico como el rol de los rappers de Senegal a la hora de concientizar y movilizar a sus conciudadanos. La historia de la película comienza en el año 2011, cuando el presidente de ese país –Abdoulaye Wade, en el poder durante casi doce años consecutivos– logró que el congreso le aprobara la posibilidad de ser re-re-reelecto. Como reacción popular, se formó una fuerte corriente opositora entre ciudadanos comunes y corrientes bautizada, sin ninguna clase de eufemismo, como “Y’en a marre” (“Estamos hartos”), y es allí en donde entran en acción Thiat y Kilifeu, miembros de una banda de hip hop en extremo politizada. A tal punto que, a escasos minutos de iniciada la proyección, uno de ellos es arrestado por la policía durante una manifestación. El film permanecerá durante gran parte de su primera mitad en las calles, recorriéndolas junto a ellos, acompañándolos en recitales, marchas y conferencias.

El de Rama Thiaw fue claramente un trabajo complejo y paciente de rodaje y montaje, ya que su película termina un par de años más tarde, con Wade derrotado en las urnas y el nuevo presidente, Macky Sall, elegido en una reñida segunda vuelta. El camino de un punto a otro, lleno de obstáculos, confesiones y compromisos, muestra a una sociedad de la cual poco y nada se conoce por estos lados, iluminando posibles diferencias y similitudes sociales y políticas, tanto en sus falencias como en las fortalezas. En el centro del relato, el grupo de músicos que, en palabras de uno de ellos, tuvieron la suerte de ser primero activistas y luego rappers, a diferencia de tanto hiphopero millonario que intenta dar una imagen de rebeldía con su pose y sus canciones. Es evidente que en Senegal el Sistema todavía no atrapó en sus redes a todos los artistas.

Je me tue à le dire (algo así como “Me mato diciéndolo”) es un film obsesionado con dos cosas: las mamas y el cáncer. Y, por lo tanto, con el cáncer de mama. Ese es la dolencia que los médicos le han diagnosticado la madre de Michel, a la cual le queda poco tiempo de vida, y es la enfermedad que también cree sufrir el propio protagonista, hipocondríaco de manual, a pesar de que un doctor le asegura que está ciento por ciento sano y otro especialista le confirma, por si hacía falta, que los casos de ese tipo de cáncer en hombres son extremadamente raros. Con un tono de humor absurdo y oscuro y un blanco y negro que, por momentos, recuerda a algunas películas de Aki Kaurismaki (y también a aquella otra comedia belga hoy algo olvidada, Aaltra), el primer largometraje de Xavier Seron logra ser extremadamente humano a pesar del grotesco que exuda cada uno de sus poros.

Michel es un clásico “perdedor” y la relación con su madre es tan fuerte y endogámica que la expresión amor-odio les queda demasiado chica. Entre botellas de vino espumoso y los cinco o seis gatos que viven con ella, la mujer deja pasar sus últimas semanas de existencia recordando constantemente el parto y la lactancia de su hijo, al tiempo que éste intenta mantener una relación con su novia, que se advierte problemática. No todas las viñetas de Je me tue à le dire llegan a buen puerto y algunos momentos se sienten algo forzados en su intento por movilizar la risa y/o el shock, pero hacia el final del recorrido queda claro que el realizador logró crear un universo autónomo, tan disparatado como emocionalmente sensible y frágil. La última imagen del film, con su relectura kitsch y blasfema de la pintura religiosa medieval, es poco menos que inolvidable. Aunque, como gran parte del film, no apta para moralistas cinematográficos.

El crítico y documentalista (y ex programador y director del Bafici) Sergio Wolf regresa a las salas del festival porteño dos años después de presentar la notable El color que cayó del cielo. Viviré con tu recuerdo funciona como un epílogo a su ópera prima, Yo no sé qué me han hecho tus ojos, codirigida junto a Lorena Muñoz. Aquel film partía del encuentro de los realizadores con la cantante Ada Falcón, recluida durante décadas en un pueblito de Córdoba, para construir una investigación acerca de algunos mitos y hechos del pasado. En primera persona, Wolf confiesa al comienzo de su nuevo film que existieron dos registros de entrevistas con Falcón, pero que el primero –rodado en el formato de Super 16mm– no había podido ser utilizado por la pérdida del material sonoro que debía acompañarlo.

Viviré con tu recuerdo está construida a partir de esa ausencia, de la imposibilidad de reconstruir de manera completa una instancia del pasado. Como un sosías espiritual del Thomas encarnado por David Hemmings en Blowup, Wolf se obsesiona con las imágenes de ese rollo de material fílmico, intentando discernir algunas palabras o frases ocultas en las imágenes sin sonido. El escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky, participando del juego, aparece en un par de escenas como consultor (entre la poesía y el espiritismo) y gran parte de la película transcurre frente a una moviola, un monitor de sala de montaje y un micro cine, en los cuales los planos de la Falcón conversando se repiten una y otra vez. Como si la maldición mencionada por Wolf continuara tendiendo sus tentáculos. El cine puede ser la necrópolis donde los muertos repiten infinitamente algunos fragmentos de su vida, pero, entre citas a Junichiro Tanizaki y Pascal Bonitzer –y el apoyo de una mujer sorda que puede leer los labios–, parece triunfar el cine como herramienta para conjurar la vida y sus pasiones.

* The Revolution Won’t be Televised se exhibe el miércoles 20, a las 15.10, en Artemultiplex Belgrano 3.

* Je me tue à le dire se exhibe el martes 19, a las 13.15, en Village Caballito 7.

* Viviré con tu recuerdo se exhibe hoy, a las 20, en Village Recoleta 5 y el viernes 22, a las 14, en Village Caballito 8.

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The Revolution Won’t be Televised, dirigido por la mauritana Rama Thiaw.
 
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