espectaculos

Miércoles, 22 de junio de 2016

CINE › CLAUDIO REMEDI PRESENTA LA ILUSIóN DE NOEMí EN EL ESPACIO INCAA KM 0-GAUMONT

“Filmé la realidad de la clase trabajadora”

La primera ficción del grupo Boedo, históricamente dedicado a documentales sociales, narra una historia infantil, que también toca de cerca a los adultos. “Los personajes pelean por su trabajo y eso repercute en los chicos y en las familias”, dice Remedi.

 Por Oscar Ranzani

El grupo Boedo Films nació en 1992, en plena era menemista, como una iniciativa de un grupo de egresados de la Escuela de Arte Cinematográfico de Avellaneda. El nombre “Boedo” alude al movimiento literario de la década del 20, que tuvo como característica el compromiso con la realidad social de aquellos tiempos. El grupo Boedo Films se dedicó hasta el momento a realizar documentales que muestran la lucha y la resistencia de distintos sectores frente a una realidad injusta y opresiva, como fue la época de los gobiernos de Carlos Menem y que, en la actualidad, encuentran una resonancia similar. El primer documental del grupo, para dar un ejemplo, fue No crucen el portón, que narraba la lucha de los trabajadores de Somisa en respuesta a las políticas neoliberales, anti-empleo y discriminatorias de los 90. Uno de sus integrantes es Claudio Remedi quien, entre otros documentales, realizó Fantasmas en la Patagonia, Esma, memorias de la resistencia y La historia invisible. Ahora, Remedi pegó el salto a la ficción: La ilusión de Noemí es la primera ficción del grupo Boedo Films, dirigida por Remedi, y se estrena mañana en el Espacio Incaa Gaumont.

Ubicado en un barrio humilde e industrial, la historia tiene como protagonistas a dos niños, Sergio (Joaquín Remedi) y Noemí (Martina Horak), quienes tienen 11 años y comparten mucho más que la escuela. Un día, los niños visitan el Museo de Ciencias Naturales y, desde ese momento, empiezan a jugar a ser arqueólogos. Noemí vive con su padre, que trabaja en un astillero, y con su abuela tía, que es una persona oscura que quiere llevar a la niña a San Juan para alejarla del padre y de sus amigos. Sergio, en tanto, es hijo de padres separados y conoce los padecimientos de su madre para conseguir un trabajo. Mientras el mundo conflictivo de los adultos sigue su curso como un río caudaloso, los niños juegan hasta que, tras excavar varias veces, descubren una antigua caja oxidada. El misterio que encierra ese objeto marcará la vida de Noemí. Y por qué no, la de su pequeño compañero.

“Nosotros habíamos descubierto que, si bien muchos de nuestros documentales estaban pensados para un público adulto, de repente tuvieron la oportunidad de pasarse para un público infantil, sobre todo en escuelas primarias, y descubrimos que había otra lectura, que era posible trabajar con ciertas temáticas de un público de edades más chicas”, cuenta Remedi en diálogo con Página/12. A partir de ahí, al cineasta le vinieron ganas de encarar a ese público en un proyecto de ficción. “La historia de los chicos tiene referencias a mi propia infancia y a muchos deseos que uno tiene para con la infancia. Fue un devenir entre ciertas experiencias de nuestras películas documentales que derivaron en la construcción de un guión que tenía esas relaciones”, agrega el realizador.

–¿Cómo experimentó el cambio del registro documental al de la ficción?

–No fue tan traumático porque en muchos de nuestros documentales trabajamos con una puesta en escena documental. Esto fue con acuerdo de los protagonistas y se reproducían o reconstruían situaciones de la vida cotidiana. Había cierto manejo en la puesta en escena de la acciones de los protagonistas. El documental te entrena mucho en comunicarte con el otro, ser preciso en cuanto a lo que buscás o querés. Obviamente, la ficción te da más libertad en la puesta en escena porque ahí creas un mundo ficticio y no estás atado al mundo real o a una experiencia puntual y personal de alguien de ese mundo real. Entonces, no fue tan dificultoso. Mi grupo y yo tenemos muchas referencias del cine de ficción a la hora de hacer documentales, desde Buñuel hasta Wenders, pasando por Kaurismäki. Son referentes que vemos, admiramos y tomamos para hacer cine en general.

–¿Eligió un contexto de barrio obrero para construir personajes que no fueran de clase media?

–Yo sentía que en el cine en general, sobre todo en el nacional, había una ausencia en las historias, sobre todo en las dedicadas a la infancia: no se contextualizaban en un ambiente que no fuera de clase media ni de clase media alta. Pero tampoco nos fuimos al otro extremo donde haya gente que esté viviendo fuera o al borde del sistema. Quisimos centrarlo en una realidad que es la siguiente: clase trabajadora, gente que pelea por su empleo y, de alguna manera, vive esa realidad en un suburbio.

–¿La película es ante todo una reflexión sobre la amistad en la niñez?

–Sí. Sergio y Noemí, que son los protagonistas infantiles, tienen un lazo muy particular de relación y la amistad los sostiene porque su contexto tampoco es favorable, sobre todo sus relaciones con los adultos. Creo que la amistad es lo que puede sostener y generar un horizonte de expectativas para los chicos. Y para los adultos también, porque ellos tienen sus conflictos y esas relaciones pegan un salto: de la amistad a la solidaridad.

–¿El film busca reivindicar los valores que se encuentran en la clase trabajadora?

–Sí, porque al estar trabajando en una empresa o una fábrica uno tiene un vínculo especial con los compañeros de trabajo, se reconoce como un igual porque se sufren los mismos problemas, cobran lo mismo, tienen los mismos quilombos sindicales. Ahí es donde se empiezan a tejer otro tipo de lazos que superan el concepto de amistad como se entiende a un amigo con el cual uno va al cine, porque se vivencia el mismo problema en el mismo espacio. Esa es la búsqueda.

–Una subtrama es el tema de la explotación y la discriminación laboral que sufre una de las protagonistas. Es un tema que lo toca de cerca por los documentales que hizo...

–Nosotros trabajamos mucho sobre la temática del trabajo en la época de Menem, sobre todo alrededor de la privatización y la desocupación y posteriormente trabajamos con la temática de la ocupación de fábricas, después de 2001. La película se terminó hace casi dos años. Creo que toma otra dimensión en este contexto en el cual se estrena. Era un contexto que nosotros no pensábamos ni imaginábamos. Entonces, toma un matiz que dramáticamente lo fortalece porque justamente los personajes pelean por su trabajo y si tienen algún tipo de problema por su trabajo no tiran todo por la borda sino que lo defienden para quedarse y para cambiar las condiciones de vida. Eso repercute en los chicos y en las familias. Entonces, eso cobra otro sentido ahora.

Sergio (Joaquín Remedi) y Noemí (Martina Horak), los chicos del film.

Compartir: 

Twitter

“En una fábrica, uno tiene un vínculo especial con los compañeros de trabajo”, afirma Remedi.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.