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Miércoles, 6 de julio de 2016

CINE › AILíN SALAS HABLA DE SU PROTAGóNICO EN LA HELADA NEGRA

“Una persona que cree mucho en algo puede generar cosas”

Tiene 22 años y ya participó en 18 largometrajes, dos de los cuales se estrenaron este año y a los que mañana se suma la nueva película de Maximiliano Schonfeld, donde, rodeada de actores no profesionales, compone a una misteriosa sanadora.

 Por Oscar Ranzani

No es tan conocido públicamente que la actriz Ailín Salas no es argentina: nació en Aracaju, una localidad cercana a Bahía, Brasil, a la que alguna vez le cantó Caetano Veloso (“Céu todo azul...”). Hija de padre argentino y madre brasileña, Salas se instaló en Buenos Aires cuando tenía siete años. Comenzó haciendo publicidades a los diez. Y a los 13 debutó en un secundario de XXY, la ópera prima de Lucía Puenzo. Ahora, a los 22 años, Salas es dueña de una carrera importante en el cine argentino: ya participó en dieciocho producciones. El jueves se estrena su tercera película en lo que va del año: La helada negra, de Maximiliano Schonfeld, filmada en el pueblo entrerriano Valle María y presentada en febrero pasado en la Berlinale. Las otras dos fueron Algunas chicas, de Santiago Palavecino, y Lulú, de Luis Ortega.

“La helada negra” del título es un fenómeno meteorológico que sucede en condiciones de humedad y temperatura ambientales muy bajas. En estas circunstancias, no se forma escarcha –rocío congelado– en la superficie de los vegetales, que hace las veces de anticongelante, sino que el frío intenso y persistente ataca directamente a las estructuras internas. Como consecuencia de esto, los tejidos sufren quemaduras más o menos graves que les dan a las plantas una apariencia negruzca. En la película de Schonfeld, Salas interpreta a Alejandra, una joven con cierto don de sanadora que llega misteriosamente a unos campos de una comunidad rural de inmigrantes alemanes, donde se está produciendo una helada negra. Este fenómeno está destruyendo los sembradíos y matando a los animales de la granja. Alejandra aparece sorpresivamente y los pobladores empiezan a visitarla produciéndose contradicciones entre las críticas y la santificación que le otorgan a esa joven que va resolviendo los problemas de la cosecha, entre otros.

“En principio, me caía muy bien Maxi. Nos conocíamos de cruzarnos en algunos lugares”, cuenta Salas en diálogo con Página/12, respecto del motivo para aceptar el protagónico. “Me acuerdo que lo escuché en una charla en el Bafici Itinerante en Rosario con otros directores. Y cuando lo escuché algo me llamó mucho la atención. Años después, me convocó para la peli, me pasó el guión y me encantó. Después, cambió un poco, pero la primera versión ya me había interesado. Vi su película Germania y hubo algo que terminé de comprender de su universo. Me sentí identificada. Había algo de eso que me interesaba y donde yo podía encontrarme en algunos aspectos”, agrega Salas.

–¿Cómo fue su trabajo actoral junto a personas que no son actores?

–Me encantó. Yo ya había tenido una experiencia parecida en Dromómanos, de Luis Ortega, mucho más extrema en un punto porque eran personajes que tenían una oscuridad o una marginalidad más marcada. Pero me encanta trabajar con no actores. En las dos experiencias que tuve hubo algo que me hizo sentir como las primeras veces que actué. Me devuelve un poco de inocencia.

–¿No sintió un desnivel?

–No, de hecho las veces que trabajé con no actores traté de que fuera algo parejo, de mimetizarme con ellos. Eso me parece re interesante porque un no actor es lo que es ahí y es verdadero. Y para el actor es un desafío estar a ese nivel de realidad. Traté de no irme por otro lado sino seguirlos más a ellos. Traen algo fresco y me parece que está bueno para la actuación.

–Schonfeld contó que la idea de la película surgió cuando se enteró que apareció un niño sanador las cercanías de un pueblo y que la gente del lugar empezó a hacer colas para sanarse con él. Y , en ese sentido, señaló que la incorporación de una actriz como usted con no actores iba funcionar como una suerte de réplica dentro de la ficción de la energía que tuvo el niño en esas personas. ¿Siente que finalmente pasó algo de eso?

–Hay algo de lo desconocido que funcionaba. Nos conocimos antes del rodaje pero yo llegué a su lugar, yo no era de ahí. Y había algo de la intrusa o de la nueva que se hacía presente. Eso le sumaba mucho al personaje, porque Alejandra llega misteriosamente a un lugar donde ella es muy diferente a los otros: es morocha y todos son rubios, por ejemplo. Hay algo muy marcado que en la realidad se dio un poco, pero al toque me quería quedar a vivir ahí (risas). Me encantó.

–¿Y la composición del personaje fue un trabajo más de lo sensorial en relación a otros que tuvo que componer?

–Tuvimos ensayos con María Alché, que fue coach de actores. Ella tiene una visión muy copada de la actuación y trabajamos bastante. Después me fui unos diez días a Valle María. Paré cerca de donde íbamos a filmar, en unas cabañas próximas a la granja. Con Maxi íbamos todos los días a la granja a las seis de la mañana antes del rodaje. Yo ordeñaba las vacas y hacía trabajo de campo con la gente del lugar. Me enseñaron a hacer cosas y eso me ayudó un montón porque había algo físico de mi personaje que tenía que estar muy compenetrado con esa vida. Ella no es de ese lugar pero seguramente es de un lugar parecido. Tenía que entender la vida de campo. Maxi también quería algo de lo masculino en lo físico, algo bien concreto. Y yo, a veces, soy muy blanda físicamente. Eso me ayudó un montón. Además, al relacionarme con los chicos cada uno me generaba algo diferente. Y me dejé llevar por eso.

–¿Cómo se trabaja el misterio de un personaje?

–De afuera. Siento que en esta película está súper armado de afuera, como todo lo que pasa alrededor de ella. Eso lo armó Maxi y está buenísimo porque me liberó también de tener que construir ese misterio. Lo que me encanta del personaje es que ella está ahí y se deja llevar por todo lo que va pasando, pero todo lo que se arma a su alrededor es algo que ella no lo genera directamente. Confié más en esa parte que en querer generar un misterio medio fabricado.

–¿Qué opina de los milagros?

–Yo creo en la fuerza de una convicción. Siento que una persona que cree mucho en algo puede generar cosas a través de eso. En la historia, el pueblo pone mucha expectativa sobre Alejandra y siento que hay algo de esa fe y de esa esperanza que obviamente genera cosas. En ese sentido, creo en los milagros, desde uno. Quizás los personajes del pueblo no lo tienen concientizado y para eso sirven los santos o el niño sanador. Bueno, es un misterio que nunca se va a saber hasta qué punto es algo que trae el chico o mi personaje, Alejandra, o es algo que depositan en ellos. Igual, generan cosas.

–¿Tiene algún significado en su vida la religión? ¿Sintió la necesidad de creer en algo superior?

–Creo en algo, aunque no sé bien en qué todavía. No soy religiosa, o más bien, tengo mi propia religión. Siento que hay algo claramente porque si no, no se explica todo esto (risas). Soy muy sensible en ese sentido y no puedo desvincularme ni ser fría con el mundo. Siento que hay algo que sucede y que ya no es material.

–¿Cuándo vino a la Argentina?

–Desde los siete me instalé acá y no volví a Brasil.

–¿Cuándo sintió por primera vez que quería dedicarse a la actuación?

–Empecé haciendo publicidad a los 10 años. En ese momento, mi abuela hacía castings de publicidad. Había algo familiar que estaba dado. No sé hasta qué punto fue un pedido mío o algo que se fue dando naturalmente. Yo acompañaba a mi viejo, había un casting para niños y lo hice. Sabía que quería ser actriz o bailarina. Igual, menos mal que no fui bailarina (risas).

–¿Por qué?

–Porque soy un palo (risas). Pero desde chica sabía que quería algo artístico: cantante, bailarina o actriz.

–Ser cantante es un proyecto también ahora, ¿no?

–Hice un disco con Luis Ortega. En realidad, era un disco de él, pero yo canté en algunos temas. Y ahora va a salir el segundo en el que canto más. Pero es más un proyecto de él, donde yo lo acompañé. Como proyecto personal no lo tengo muy trabajado todavía.

–La helada negra es la tercera película en la que actúa que se estrena este año. ¿Cómo se lleva con la exposición?

–En el cine independiente es como una exposición bastante suave. No es popular. Al menos, ninguna de las películas en las que trabajé y que se estrenaron este año fueron populares. Entonces, es muy tranquilo. Yo sigo con mi vida normal. Pero yo le puse mucho a estas tres películas, las quiero mucho y hay una exposición de uno. Me importa lo que le pase a la gente cuando las vea, también me importa si no les va bien. Digo, si no les va bien a las películas en relación a la estructura que se armó en el cine. No duran nada las producciones en las que yo actúo. Y, a veces, uno siente que manda la película a la deriva.

–¿Cómo fue el trabajo que hizo interiormente para vencer su timidez al actuar?

–Nunca se chocó mi timidez con actuar. Era tímida en mi vida y cuando interpretaba me sentía cómoda. Nunca tuve que luchar contra eso para actuar. Sí en la vida. Quizás me sentía incómoda, ahora me siento mejor. Soy introspectiva pero puedo estar. Antes no podía, me costaba mucho estar socialmente con la gente. Quizá me influyó en los rodajes, pero nunca me interfirió con el trabajo.

–Dado que empezó desde muy chica, ¿vivió su adolescencia de manera común o le quitó algo su profesión?

–No, fue una adolescencia común. Al menos, cuando me comparaba con el resto de mis compañeros de la secundaria me daba cuenta de que yo tenía una vida un poco diferente, pero no tanto. Y quizás la crisis que tienen los chicos cuando terminan el secundario y se preguntan qué hacer, yo no la viví en ese momento, pero sí ahora, un tiempo después. Es que yo tenía una profesión, había terminado la secundaria y ya sabía que quería eso. Tiempo después de terminar vino la crisis, un poco desfasada con el resto de los chicos de mi edad.

–¿Cuál fue la bisagra en su carrera?

–Siento que en En terapia, la serie de la TV Pública, hubo un cambio en mí. Fue muy difícil hacer ese personaje. De hecho, querría hacerlo de vuelta y siento que podría hacerlo mejor.

–Un personaje muy extremo...

–Y me exigió mucho como actriz, porque después de eso pude tomarme de otra manera algunas cosas de la actuación. Es como lo más claro que veo desde que empecé, pero igual uno se modifica en cada película. Encima, fue lo único que hice que fue visto por bastante gente a un nivel que no estaba acostumbrada porque la repercusión del cine que hago es mucho más tranquila. Acá se trataba de un canal que lo ve mucha gente, aunque no haya sido Telefe. Recuerdo que en aquel momento me decían cosas en la calle. Fue toda una experiencia novedosa salir de lo que estaba acostumbrada.

–¿Cuánto de intuición le incorpora a sus personajes?

–Todo (risas). Soy un poco desorganizada, a veces. Como hay mucho de intuición en lo que hago, quizás tendría que fortalecer un poco lo otro, lo de la constancia, de no llegar a tomar decisiones sólo por intuición. Pero la verdad es que trabajo desde ese lugar.

–¿Cómo es eso de verse a uno mismo en la pantalla pero siendo “otro”?

–Es muy raro. Por suerte cuando se estrenan las películas ya sos otra persona. Pasa tanto tiempo en el medio que lo podés ver con un poco de distancia. Si yo filmara ahora y lo viera a los dos días eso sería más fuerte. Pero con más tiempo que pasa te podés distanciar del material y verlo con mayor objetividad.

–¿Es más importante la historia o el personaje al momento de aceptar un protagónico?

–El personaje es clave porque por más que sea un súper desafío uno tiene que sentir que lo puede hacer. Aunque cueste mucho uno tiene que sentir que lo puede hacer, que es para uno. Eso se siente. Y en cuanto a la historia siento que es importante conocer la ideología, que no sea algo con lo que no esté de acuerdo.

–Prefiere los personajes complejos, ¿no?

–Prefiero los personajes que me hacen buscar, que no sea algo que no tenga cerca.

–¿Que no sean parecidos a usted?

–Bah, yo siempre los hago parecidos a mí. Es como algo exacerbado de uno, como que yo podría estar en la situación del personaje. Hay actores que pueden componer más desde otro lugar. Yo todavía no aprendí a hacer eso, pero tampco sé si es lo que quiero. No me doy cuenta todavía. Pero priorizo siempre que sea real y que esté vivo. Entonces, muchas veces va a ser muy cercano a mí. Siento que transmiten más eso. Pero también quiero trabajar también la otra parte para no aburrirme de mí. Igual, cada rodaje y cada película están buenos cuando te hacen crecer. Aprendo mucho de cada experiencia en la que trabajo. De hecho, me lo armé un poco así porque no sé cómo aprender de otra manera.

–¿Cuánto de juego y cuánto de trabajo tiene la actuación?

–Depende de cada proyecto. A veces, es más trabajo concreto, en otras son las dos cosas. Uno también tiene que estar disponible para el juego. No culpo a los proyectos cuando yo no me siento así porque tal vez es algo que tiene que ver conmigo, que yo no estoy disponible para eso en determinado momento. Pero, obvio, que es mucho mejor cuando están las dos cosas. Es mucho más creativo y divertido hacerlo.

Salas y Lucas Schell en una escena de La helada negra.

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Salas dice que “en En terapia, la serie de la TV Pública, produjo un cambio en mí. Fue muy difícil hacer ese personaje”.
Imagen: Bernardino Avila
 
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