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Martes, 24 de octubre de 2006

CINE › ANDY GARCIA Y SUS RECUERDOS DE LA HABANA

“Me crié con una profunda nostalgia y amor por Cuba”

Con guión de Guillermo Cabrera Infante, a partir de su novela Tres tristes tigres, el actor cubano-estadounidense acaba de debutar como director de ficción con La ciudad perdida, una evocación de las noches de La Habana.

 Por Angel S. Harguindey *

Una sobria y elegante declaración de amor a Cuba, a su gente y a su música, como no podía ser de otra forma si se agrega que el guión es de Guillermo Cabrera Infante. La música popular cubana y las noches legendarias de La Habana no podían encontrar mejores cronistas de ese inmenso talento musical que tiene nombres propios: Cachao, Rolando Laserie, Beny Moré, Freddy, Bola de Nieve, el Septeto Nacional de Ignacio Piñiero, Lecuona, Celia Cruz, Chocolate Armenteros y tantos compositores e intérpretes geniales. Todo ello se conjuga en La ciudad perdida, el primer largometraje de ficción que dirige e interpreta Andy García (quien debutó en la dirección precisamente con el documental Cachao), con Inés Sastre, Bill Murray y Dustin Hoffman, entre otros.

–El motor de la película, cuyo proyecto le llevó más de quince años, fue Tres tristes tigres, la obra maestra de Cabrera Infante.

–Ese fue el primer libro que yo leí de Guillermo y me gustó mucho cómo ambientó La Habana y cómo habló de ella. Cuando tuve la oportunidad de presentar ese proyecto a Paramount, y tengo que explicar que a los estudios hay que hablarles de una forma simple, les dije que la idea era una combinación de Casablanca y El Padrino, pero en La Habana de fines de los ’50, una historia de una familia de tres hermanos. También les expliqué que me encargaría de buscar un buen escritor porque yo ya tenía en mente a Guillermo: ¿quién lo iba a hacer mejor que él?

–Desde que comienza la película ya se ve la esencia de Tres tristes tigres...

–Sí, tiene que estar. Hay muchos elementos de Tres tristes tigres que el propio Guillermo incorporó al guión, como también de Vista del amanecer desde el trópico. Nadie describió mejor el mundo del cabaret, la vida nocturna de La Habana de esos años. La relación que tuve con Guillermo fue para mí una de las cosas más importantes de mi vida. Creo que fue la persona más inteligente, el mayor intelectual que yo conocí en mi vida. Tenía un gran conocimiento de todo. Y nada presuntuoso. Cuando le pregunté “¿cómo quieres que te ponga en los créditos?”, me contestó: “Escritor cubano”.

–Sorprende su adoración por Cuba, por su cultura. La ciudad perdida es una gran declaración de amor a la isla, aunque cuando usted salió con su familia tenía poco más de cinco años.

–Yo me crié con una profunda nostalgia y amor por Cuba. Toda mi memoria y todo ese interés empezó desde muy joven, primero por la música y después por la fotografía, la literatura, la arquitectura, todo lo que era Cuba, y específicamente esa época de oro que eran los ’40 y ’50. Y eso se refleja en la película. Tenía el guión de Cabrera Infante, que era una biblia, y había que adaptar el guión y reducir esa biblia, porque la primera versión del guión era como para ocho horas.

–¿Ese gusto por lo cubano es también influencia de su padre, René García, El Alcalde?

–Seguro. Vivíamos en la playa de Miami Beach, pero entre exiliados y, por supuesto, la cultura era muy cubana en la casa y entre los amigos, y judía-americana en la escuela. Creo que esa nostalgia, ese amor profundo que tiene el exiliado, es más profundo y más fuerte que el que tiene el que sigue en el país natal. La metáfora de la película es la de un amor imposible, que se refleja tanto en la relación de Fico, mi personaje, con su cuñada Aurora, como en la relación con su país.

–Desde una industria muy menor como la española, sorprende que usted, un actor de éxito en Estados Unidos, tardara 15 o 16 años en poder realizar su proyecto.

–Pero el éxito como actor no tiene nada que ver con realizar un proyecto. En la industria del cine norteamericano nunca te explican claramente por qué te dicen que no. Te dicen: “Es muy interesante pero, mira, ahora mismo no es para nosotros”. No explican directamente que les caíste pesado, o que el guión no sirve, o que no es comercial... Mantienen un tono bastante diplomático. Pero, incluso cuando la película ya estaba terminada, los distribuidores no le veían una salida comercial en absoluto.

–Eso creo que lo comentó Bill Murray cuando leyó el guión; “Esta película no la va a ver nadie, pero yo quiero participar en ella”. ¿A qué atribuye esa resistencia del mundo de los distribuidores o de los productores?

–Si tuviera la respuesta a eso me hubiera ahorrado muchísimo tiempo. No sé, en este momento los distribuidores estadounidenses están tratando de encontrar la forma de atraer al público latinoamericano a los cines, no saben cómo llegar al público. Quieren pero no tienen la manera de cuajar ese negocio. Pero yo les decía que ésta no era una película para los latinoamericanos. Es una película normal y corriente. Cuando haces una película como El paciente inglés no se la quieres enseñar a los pacientes ingleses, sino a todo el mundo. Yo no soy judío, pero voy a ver La lista de Schindler, me interesa el Holocausto. ¿Por qué una película sobre Cuba va a ser sólo para los cubanos? Es una película histórica, universal.

–Histórica y universal, pero también muy personal.

–Bueno, yo soy producto de esa historia. Yo soy exiliado, de familia de exiliados, y la historia de la película es una metáfora de un amor imposible: ama su tierra, pero no puede estar con ella. Y ése es el sentimiento que todos los exiliados tienen con su país natal, no sólo los cubanos. Hay un momento de la película en el que, cuando Fico está pasando el control del aeropuerto para irse definitivamente, el miliciano que le registra la maleta le dice: “No te puedes llevar a Cuba contigo”, porque ve que se lleva sus discos, sus recuerdos de la isla, y le quitan algunas cosas y le dejan otras, las que no tienen valor para ellos. Pero eso le pasó a mi padre y yo lo vi como niño. Le quitaron lo poco que teníamos en ese momento, pero no le quitaron un disco de Beny Moré porque no le veían valor a eso. Pues pese a que a Fico le dicen que no se puede llevar a Cuba consigo, él se la lleva en su corazón. Se lleva a Cuba con él y puede descubrir su cultura otra vez y echar “p’alante”, que ésa es la idea del guión de Cabrera Infante: que Fico, por fin, podía encontrar su cultura y reconstruir su mundo, sus raíces, fuera de Cuba.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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