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Miércoles, 21 de septiembre de 2005

CINE › ENTREVISTA A DIETER KOSSLICK, DIRECTOR DEL FESTIVAL DE BERLIN

“Hay que ayudar a los realizadores”

De paso por Buenos Aires, donde “lamentablemente, no vine a bailar tango”, el responsable de la Berlinale analiza el rol de los grandes festivales en la producción cinematográfica.

 Por Diego Brodersen

El pequeño y acogedor café de la F.U.C., la escuela de cine que dirige Manuel Antín, se transforma en el punto de encuentro con Dieter Kosslick, director del Festival de Berlín, la Berlinale para los conocedores. No casualmente es ese el lugar elegido, ya que una vez finalizada la charla el visitante deberá caminar apenas algunos pasos para enfrentar a una platea conformada por estudiantes de la carrera de Dirección. La excusa para el encuentro es el Talent Campus, una de las varias actividades de alcance internacional que el Festival desarrolla desde hace algunos años, cuyo fin último es el de acercar a los jóvenes realizadores con reconocidas personalidades del mundo del cine, a través de charlas abiertas, talleres y seminarios. No es la única: el World Cinema Found hace las veces de coproductor en proyectos cinematográficos con problemas de financiación, en particular de países africanos, del Asia Central, de Medio Oriente y, por supuesto, de Latinoamérica, mientras que la Co-Production Office, que se lleva a cabo durante el Festival, tiene como meta el poner en contacto personal a productores, distribuidores y agentes de venta del mundo entero.
Respecto de la próxima edición de la Berlinale, a realizarse a comienzos de febrero, Kosslick anticipa que no habrá demasiados cambios “en términos de programación, pero sí aspiramos a hacer del mercado paralelo al Festival un lugar de encuentro mucho mayor, dentro del cual estarán incluidos tanto el Talent Campus como el Co-Production Market y el World Cinema Fund. Berlín se ha transformado en el Festival más grande del mundo, en términos de cantidad de prensa acreditada y de productores y distribuidores en ebullición. Creo que los festivales en el futuro deberán poner más énfasis en las cuestiones industriales y profesionales sin descuidar las responsabilidades para con los jóvenes realizadores”. La agenda es apretada y el tiempo no alcanza para conocer Buenos Aires en profundidad, pero para Kosslick la Argentina “es uno de los países productores de cine más activos, así que era hora de visitar el lugar. Conozco a muchos realizadores y productores argentinos. En los últimos tres años cerca de veinticinco realizadores formaron parte del Talent Campus. Hay una relación muy cercana entre el Festival de Berlín y la Argentina, así que no estoy aquí para bailar el tango, desgraciadamente”.
–¿Cree que una de las principales actividades de un festival de cine debería ser la de ayudar económicamente a la realización de films?
–Todo esto comenzó con el Festival de Rotterdam, con el Hubert Bals Fund; luego Gotemburgo y otros festivales se sumaron a la idea, con alcances cada vez más globales. Nuestra idea es ayudar a los realizadores de zonas con problemas de financiación a producir sus películas, sin ninguna obligación para que el resultado sea luego exhibido en Berlín. Lo más importante para nosotros es que el dinero sea gastado en el país donde el film se realiza. No es necesario que la posproducción, por ejemplo, sea en Alemania: puedes hacerlo en Argentina, Brasil, Kirjizistán. No es un dato menor, porque 40.000 euros significa mucho más dinero aquí que en Europa. De todas formas, no creo que la principal actividad de un festival deba ser producir películas, sino promoverlas, en particular aquellos títulos de países con dificultades para ingresar al mercado internacional.
–Pensando en la proliferación de exotismos y tipificaciones varias, ¿cree que este flujo de dinero europeo en films de países periféricos tiene alguna clase de influencia negativa en los resultados?
–Bueno, debo admitir que la elección del film de apertura de la última edición de nuestro Festival fue una de esas películas, justamente muy mal recibida. Me refiero a Man to Man, de Régis Wargnier, la historia de un par de europeos que viajan al Africa para atrapar a dos pigmeos. Se debe ser muy cuidadoso al programar un festival y a veces se cometen errores.Volviendo al tema del apoyo financiero, lo importante es ayudar a un realizador a hacer su película en su país, e incluso en los casos donde se decide aconsejarlo profesionalmente, por ejemplo en la escritura del guión es necesario cuidarse de no poner por encima la mirada europea. En el caso de la Argentina, por ejemplo, para comprender la crisis, la inflación, la estructura capitalista, temas como el de la dictadura, no hay nada mejor que un film de Fernando Solanas. Pero, por otro lado, cualquier realizador argentino tiene el derecho de contar la historia que le venga en gana, aunque no tenga nada que ver con la política, un film fantástico, por ejemplo. No creo que sea bueno estereotipar a los films y sus países de origen.
–¿Es posible armonizar, en un festival grande como el que dirige, la exhibición de films arriesgados con la necesidad de no defraudar a la prensa, siempre deseosa de estrellas y glamour?
–Es cada vez más difícil y no tiene que ver con cuán grande sea tu agenda telefónica. El de director de un festival de cine es el mejor trabajo del mundo, aunque trae aparejado muchos problemas a resolver. A veces las películas que quieres mostrar no están disponibles y, por otro lado, hay muchos títulos a tu disposición que no consideras idóneos. En un festival clase A como Berlín, debes necesariamente programar algunas películas con estrellas de Hollywood, porque de otra forma no generas el suficiente nivel de publicidad en los medios. Y si eso no ocurre los auspiciantes retiran su dinero, y sin ese dinero no puedes realizar el festival. Por otro lado, tampoco puedes dejar de programar títulos ambiciosos y renovadores. Es un círculo interminable y se debe ser muy cuidadoso para no caer en la trampa. En el fondo es una cuestión de equilibrio, muy difícil de lograr, pero posible.
–La producción de cine en Alemania se acerca a los cien títulos anuales. Asimismo, muchas empresas germanas coproducen films estadounidenses de gran presupuesto. ¿Cómo ve el estado del cine de su país?
–El tema de la inversión en los blockbusters estadounidenses está relacionado con un tema de impuestos, pero la situación se está revirtiendo y no creo que tenga demasiado futuro. Se hizo mucho dinero con esas coproducciones, pero también muchas estupideces. En cuanto a la industria alemana de cine, creo que en los últimos cinco años se recuperó y está disfrutando de un momento de muy buena salud, la mejor en muchos años. Películas como Corre, Lola, Corre, Goodbye, Lenin y La caída, más allá de sus virtudes y defectos como expresiones artísticas, han sido beneficiosas, en particular gracias a su venta a mercados internacionales competitivos. La Argentina también está transitando por un buen momento en ese sentido, y los realizadores son cada vez más conscientes de la existencia de un mercado global.

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“Argentina es uno de los países productores de cine más activos”, opina Kosslick.
 
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