Viernes, 16 de marzo de 2007 | Hoy
CINE › “HONOR DE CAVALLERIA” Y “CIUDAD EN CELO”, EN MAR DEL PLATA
Las películas del catalán Albert Serra y del local Hernán Gaffet desnudaron las contradicciones de la competencia oficial.
Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
Exponiendo en crudo las contradicciones de la programación, en su penúltima jornada la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata exhibió, una al lado de la otra, la película más árida de la sección junto a la más convencional, la más repudiada por el público y la mejor recibida, la más moderna y la más antigua. En su pase de prensa, Honor de cavallería (en catalán se escribe así, con v corta) motivó fugas de la sala y comentarios burlones por parte de muchos espectadores, mientras que un par de horas más tarde brotaron los aplausos y vivas para Ciudad en celo, segunda y última representante argentina en la Competencia Internacional. ¿Premio del público en puerta? Es tan posible como que Honor de cavallería ganaría el antipremio, si existiera.
La más insólita versión posible del Quijote, más que una versión, Honor de cavallería debería considerarse una paráfrasis de la obra de Cervantes. En ella, don Alonso Quijano y su fiel escudero no leen viejos libros de caballería, ni pelean contra molinos de viento, ni se convierten en gobernadores de la isla de Barataria. Con sólo un par de actores (sobre el final aparecen tres o cuatro más), en lugar de reproducir prolijamente todos los momentos célebres de la novela, a lo largo de casi dos horas el debutante Albert Serra muestra todo lo que Cervantes dejó sin escribir. Esto es: el Quijote y Sancho andando interminablemente por la campiña, hablando muy de tanto en tanto, dándose un chapuzón, mirando a la lontananza o contemplando el cielo.
Como el Andy Warhol de Sleep, la voluntad de puro registro mecánico por parte de Serra llega al extremo de filmar sin luz artificial en medio de la noche cerrada, e incluso mostrar a sus dos protagonistas echándose un sueñito, en una toma fija (todas las de la película lo son) de casi cinco minutos. Es obvio que el experimento puede resultarle exasperante a más de uno, pero lo cierto es que Serra (que cuenta con estudios de filología y teoría literaria) logra arrancar a sus dos personajes del reino de la literatura y convertirlos en puramente cinematográficos. Hasta el punto de que es imposible no reírse con sus raleados comentarios y observaciones o no conmoverse con la obstinación a toda prueba de uno y la pereza fiel del otro. Con lo cual resulta que esta versión libérrima termina siendo la más fiel posible de un clásico al que, después de 400 años, parecía imposible extraerle algo nuevo.
“Nuevo” no es precisamente la palabra más indicada para describir el mundo de Ciudad en celo, primer largo de ficción de Hernán Ga-ffet, realizador del muy exitoso documental Oscar Alemán, vida con swing. Protagonizado por un grupo de amigos cuyo punto de reunión es un café de barrio, daría la impresión de que los personajes de Ciudad en celo acaban de ser extirpados a una película argentina de los años ’30 y ’40, y transportados a una Buenos Aires en la que los hábitos cotidianos siguen siendo la verborragia confesional, la charla sobre fútbol, política y mujeres, piropear minas, los buenos sentimientos y las reglas de caballerosidad, a la hora de rescatar damas en peligro. Y, faltaba más, el tango, materializado en intermedios musicales a cargo del grupo La Chicana y con Gardel de fondo en más de una escena.
Coproducida por la compañía del español Gerardo Herrero, filmada con una estética redondamente televisiva (primeros planos, plano y contraplano), llena de diálogos ingeniosos, con algunos chistes buenos y otros no tanto, Ciudad en celo es la clase de película en la que todo se dice y se explica. Incluyendo definiciones poéticas sobre Buenos Aires, la razón del nombre del bar (“se llama Garllington por Gardel y Duke Ellington”, explicita el dueño sobre el final de la película, después de que la mitad de las escenas tuvieron como fondo las fotos de ambos) y, por supuesto, las crisis de sentimientos de los personajes. Con un permanente problema de foco (al menos en la proyección matutina), si algo indiscutible tiene Ciudad en celo es su parejo elenco, encabezado por Daniel Kuzniecka, Adrián Navarro, el muy buen debut de la cantante Dolores Solá y la confirmación de que Claudio Rissi es uno de esos secundarios capaces de robar todas y cada una de las escenas en las que aparece.
Hoy, con la presentación de las dos últimas películas –la australiana Ten Canoes y la francoargelina Bled Number One– quedará completada la Competencia Internacional y habrá que abrir un compás de espera hasta mañana, cuando se anuncien los premios.
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