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Miércoles, 16 de mayo de 2007

CINE › COMIENZA EL FESTIVAL DE CANNES, UNA CITA FUNDAMENTAL

Once días de lujo para un festejo de sesenta velas

Hasta el domingo 27, la ciudad francesa tratará de hacer honor a su tradición de ser centro de gran cinematografía. En principio, el desafío asumido por el director Thierry Frémaux arranca con grandes perspectivas, conformando un menú para los paladares más exigentes.

 Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes

“Durante dos semanas, La Croisette y los grandes hoteles se convierten de buen grado en una fachada, el mayor escenario del mundo. Sin saberlo, la multitud que se congrega bajo las palmeras ofician de extras, reclutados para desempeñar su papel tradicional, y mucho más seguros de sí mismos que los actores en cuestión, que parecen incómodos al descender de sus limusinas, como criminales famosos llevados a un juicio popular ante el jurado del festival, una Nuremberg cultural y a gran escala, amenizada con secuencias de cine que muestran las atrocidades que ayudaron a cometer...”

La descripción que hace J. G. Ballard del festival de cine más importante del mundo en su novela Super Cannes no es precisamente benigna, pero se ajusta bastante a lo que sucede habitualmente a la entrada del Palais des Festivals y que en esta edición que comienza hoy –marcada por los festejos del 60 aniversario– se puede llegar a exacerbar más que nunca, a la manera del cáustico escritor británico. Efectivamente, éste promete ser un Super Cannes, plagado de nombres y caras famosas, empezando por los de la competencia oficial, que busca recuperar el esplendor del cine de autor que siempre fue la marca de fábrica del festival. Se diría que este año, más que nunca en la última década, obligó a Thierry Frémaux, director artístico del festival, a estar a la altura de la historia de Cannes (ver aparte) y que, al menos en los papeles previos, consiguió reunir una selección de directores de primera línea, como hacía mucho que no tenía.

Por una parte, están aquellos a quienes la prensa francesa denomina “les abonnées”, los abonados del festival, esos directores por quienes hace años Cannes siente una debilidad particular y a los que ha contribuido a consagrar internacionalmente. En ese rubro, figura encabezando la lista el hongkonés Wong Kar-wai con la película de apertura de esta noche, My Blueberry Nights, la primera de su carrera hablada en inglés, protagonizada por Norah Jones, Tim Roth, Natalie Portman y Rachel Weisz. El elenco podrá ser angloparlante, pero el tema del nuevo film de Wong Kar-wai es el mismo de Felices juntos y Con ánimo de amar, que ya le valieron sendos premios en Cannes: los laberintos de la memoria amorosa, la ciudad –esta vez Nueva York en reemplazo de Hong Kong– como un dédalo para el recuerdo de los amantes. Y para los veteranos de Cannes no deja de ser una ironía que este año la nueva película de WKW esté en la apertura, considerando que casi todos sus films anteriores siempre llegaban al Palais in extremis, el último día y a veces con un montaje provisorio, como sucedió con 2046, la continuación de In The Mood for Love.

Dos estadounidenses –en un año en el que Hollywood parece capaz de proponer un regreso de los directores por encima de las estrellas– figuran también por derecho propio entre los “abonados” de Cannes: Quentin Tarantino, Palma de Oro por Pulp Fiction, que ahora vuelve a La Croisette con Death Proof, un divertimento gore, y Gus van Sant, Palma de Oro por Elephant, quien reaparece con Paranoid Park, sobre una novela de Blake Nelson, en la que revisita su mundo de siempre, el de la adolescencia en crisis. Otro laureado con la Palma, el bosnio Emir Kusturica, también forma parte de la competencia oficial de este año. Su nueva película se titula Promise Me This y al menos en su título está la promesa del regreso de Kusturica –después de una serie de fracasos– a su mejor forma, la que le valió el premio mayor de Cannes en dos oportunidades, con Papá salió en viaje de negocios y Underground.

De Rusia vuelve un nombre mayor, el gran director de El arca rusa, Aleksandr Sokurov, y de Japón una cineasta de un refinamiento poco común, Naomi Kawase, ganadora aquí en Cannes de la Cámara de Oro por su extraordinaria ópera prima Suzaku, y conocida por el público del Bafici sobre todos por sus documentales concebidos a la manera de diarios íntimos. El húngaro Bela Tarr, autor de la monumental Satantango, presenta The Man from London, y el mexicano Carlos Reygadas, que un par de temporadas atrás trajo a Cannes la provocadora Batalla en el cielo, aporta ahora Stelle Licht, historia de una comunidad de menonitas que vive en el norte de México y que habla un antiguo dialecto holandés, al que alude el título del film, que habla de una “luz silenciosa”.

Entre los recién llegados a la competencia (aunque ya muy fogueados en otros festivales), están el estadounidense David Fincher, con Zodíaco (que se verá en Cannes el próximo jueves, simultáneamente con su estreno internacional, que incluye a la Argentina), y el coreano Kim Ki-duk, que trae Breath casi al mismo tiempo que en Buenos Aires dé a conocer El tiempo, su película anterior. Mientras todos estos directores –y los de las secciones paralelas Un Certain Regard, Quinzaine des Réalisateurs y Semaine de la Critique– trajinen por imponer su visión del cine, en La Croisette –el tradicional boulevard marítimo que recorre la ribera sobre la Costa Azul– tendrá lugar el espectáculo que tan bien describe Ballard:

“... Las estrellas circulan por Cannes a menos de diez kilómetros por hora, demasiado rápido para satisfacer la curiosidad de la gente y demasiado lento para aplacar sus sueños. Las limusinas pasan hacia el Palais entre filas de policías y guardias de seguridad y los helicópteros sobrevuelan el cabo de Palm Beach antes de aterrizar en el aeropuerto, como una fuerza paramilitar a punto de bombardear a la multitud reunida en la playa. Los pasajeros, con traje blanco y enormes anteojos de sol, miran hacia abajo con el aire de un general mafioso que contemplara un levantamiento popular en una república centroamericana. Una armada de yates y cruceros se mecen a unas doscientas yardas de la costa, cargados de guardaespaldas y equipos de televisión...”

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Con Promise Me This, el director bosnio Emir Kusturica parece prometer un regreso a su mejor forma.
 
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