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Martes, 25 de septiembre de 2007

CINE › FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Donostia recibe con aplausos a dos directoras argentinas

Encarnación, de Anahí Berneri, en concurso oficial, y Por sus propios ojos, de Liliana Paolinelli, en Horizontes, presentes en el País Vasco.

 Por Horacio Bernades
desde San Sebastián

El cine argentino se muestra en San Sebastián, desde todos los rincones de la grilla de programación. Ya pasaron por aquí, con buena acogida, Una novia errante, La antena y El asaltante. Todas ellas son parte de la sección competitiva Selección Horizontes, dedicada al cine latinoamericano, y ahora quedan a la espera de ver si el sábado próximo les toca algún premio. Toma la posta el documental Madres, que recorre los últimos treinta y pico de años de historia argentina de la mano de las Madres de Plaza de Mayo. Estrenada unos meses atrás en Argentina e incluida en Especiales Zabaltegui (sección casi enteramente dedicada este año al género documental), Madres trajo por aquí a su director, Eduardo Walger, junto a Nora Cortiñas, presidenta de la Línea Fundadora de esa organización. La otra película argentina que acaba de iniciar su trayecto donostiarra es Encarnación, cuya inclusión en la competencia oficial la convierte en cabeza de flota de la representación criolla en tierras vascas.

Segundo film de Anahí Berneri luego de Un año sin amor, Encarnación es parecida a aquélla, y a la vez totalmente distinta. Como en su ópera prima, Berneri persigue aquí a un personaje absorbente, en este caso una actriz llamada Erni, que supo ser todo un sex symbol del cine argentino. Pero eso fue hace demasiado tiempo, y en la actualidad los únicos trabajos que se le presentan son filmaciones publicitarias. Tras aguardar en vano que el representante le consiga algo mejor y perseguida por el incómodo fantasma del olvido, Erni decide aprovechar el cumpleaños de 15 de su sobrina para volver al pueblo natal de Las Flores, en una suerte de mini retiro temporario. Allí la aguardan fantasmas distintos a aquellos de los que viene huyendo: disputas fraternas, problemas sucesorios, alguna envidia, idealizaciones pueblerinas del glamour artístico porteño y la identificación de la sobrina, que la tiene poco menos que por modelo. Ante todo esto, Erni terminará haciendo las valijas antes de lo previsto.

Con estreno previsto para octubre en Argentina, que la elegida para encarnar a la protagonista sea Silvia Pérez –reina de las chicas Olmedo de fines de los ’70/comienzos de los ’80– le da a Encarnación una impronta casi documental, dada la fuerte identificación entre actriz y personaje. Identificación reconocida por la propia Pérez en la conferencia de prensa posterior a la primera proyección. Aunque también se ocupó de aclarar que, a diferencia de Erni, ella no se quedó pegada a ese pasado, sino que optó por reinventarse. Paradójicamente, quién dice si este comeback haciendo de sí misma no le abrirá a la rubia de eterno bronceado una segunda carrera, teniendo en cuenta lo bien que está en un personaje al que estrías y amarguras no hacen tan sencillo como podría parecer. “Ella prefirió no mirar el video assist durante el rodaje”, contó Anahí Berneri en un aparte con Página/12, “porque temía que al verse, la autocrítica le impidiera continuar con el trabajo. Los aportes que hizo Silvia fueron claves. Si ella fallaba, la película se caía. Creo que la gente va a ir a ver la película esperando ver a la chica Olmedo y se van a sorprender con su actuación.”

Si el obstinado seguimiento al que se somete a los protagonistas iguala a Encarnación y Un año sin amor, el modo en que la realizadora los observa las diferencia. Aquélla era obsesiva, densa y focalizada, en correspondencia con la manera con que el protagonista, enfermo de HIV, encaraba los que podían ser sus últimos días. De igual modo, es posible que la forma en que la cámara se relaciona con Erni, más leve y flotante, tenga que ver con el botón de pausa que la protagonista parecería mantener apretado sobre su vida, desde que el film comienza hasta que termina. En la Selección Horizontes se presentó también la película argentina de la que menos se sabía, antes de esta 55ª edición de San Sebastián. Producción cordobesa dirigida por la debutante Liliana Paolinelli, Por sus propios ojos viene de ganar el premio Cine en Construcción en el Festival de Toulouse, y está próxima a presentarse en los de Biarritz y Mannheim. La idea de la película nació de un documental que la realizadora filmó años atrás y que tenía por protagonistas a mujeres parientes de presos. Combinando actores profesionales con otros que no lo son, siguiendo tal vez el ejemplo del cine iraní, en Por sus propios ojos Paolinelli afronta, en clave de ficción, la historia de ese rodaje.

Así es como una estudiante de cine y su camarógrafa se vinculan primero con la mamá de un joven detenido, y más tarde con éste. Recibida con aplausos en las proyecciones de la sala Príncipe, no parecerían ser las actuaciones poco más que amateurs o una técnica visiblemente precaria (en interiores, la oscuridad ambiente torna difícil ver a los actores) los principales problemas de Por sus propios ojos, sino más bien lo que aparece como indefinición de objetivos, y que hace que la película transcurra sin que se sepa bien a dónde se la quiere dirigir. O eso es en tal caso lo que le pareció al crítico. El público presente, en cambio, se mostró lo suficientemente interesado como para enfrascarse en un intercambio de preguntas y respuestas con directora y protagonista, que tuvo lugar después de la proyección y se extendió durante más de un cuarto de hora.

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Silvia Pérez, Anahí Berneri y Martina Juncadella: Encarnación en San Sebastián.
 
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