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Martes, 24 de enero de 2006

PLASTICA › NUEVA COLECCION EN EL MUSEO MACRO DE ROSARIO

El desembarco mendocino

El Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro) exhibe la mayor colección de arte argentino actual de todo el país. Ahora incorpora a su patrimonio una colección mendocina: detalles del desembarco.

 Por Laura Valdivieso *
Desde Mendoza

Una colección de Arte Contemporáneo de Mendoza ingresará al Macro (Museo de Arte Contemporáneo de Rosario) a principios de este nuevo año. El proyecto y luego el trabajo de investigación, selección de artistas y registro de obras fue realizado por un colectivo independiente integrado por Gustavo Quiroga, Mariana Mattar, Federico Calle y Sebastián González, que trabaja en Mendoza desde mediados de 2005, con el nombre de ED espacio de arte y diseño contemporáneos
(www. edcontemporaneo.com).

Conformar esta colección, que después de ser evaluada por el equipo de curadores del Macro quedó integrada por 29 artistas, ha significado una tarea fundacional y un interesante desafío conceptual para Mendoza. La proyección promete darles una visibilidad nacional a los artistas mendocinos en un espacio descentralizado con irradiación nacional.

Los curadores se propusieron construirla en torno de dos categorías: la primera, de carácter universal, con una denominación que se refiere al “tiempo”, pero que contiene categorías estilísticas y estéticas agrupadas bajo el nombre de “arte contemporáneo” y la segunda, de lugar, que da cuenta de “lo mendocino” en el contexto de “lo argentino”.

El cruce de estas categorías constituye en sí mismo una encrucijada: el arte contemporáneo, producto del mundo globalizado, niega en un punto el sentido de lugar. Hay grandes tendencias internacionales que se repiten en los distintos lugares del planeta, en bienales o ferias y que constituyen una especie de “academia” del arte contemporáneo. Hay también, en este contexto, una idea de la otredad que está orientada hacia planteos de género o de localismos ligados a lo exótico o lo típico. Había que buscar entonces sutiles particularidades a lo situado, evitar tipicidad y exotismo, lidiar con el asunto de la endogamia y enmarcarse en esa gran categoría incluyente que es el “arte contemporáneo” y además “argentino”.

Alrededor de estos puntos, el equipo de ED trazó sus ejes de trabajo. Planteó el problema de lo contemporáneo desde la realidad del contexto. Mendoza no ha tenido espacios especializados para exposiciones de estas características (ahora existe ED) y el comportamiento de las instituciones relacionadas con el arte está delineado por un academicismo impreciso y ecléctico, en el que se han diluido interesantes propuestas por no llegar a un grado propicio de diferenciación. La formación profesional de los artistas es tradicional. El centro más influyente es la Escuela de Artes y Diseño de la UNCuyo, y se resguardan con temor de las influencias externas.

La obra se organiza desde el oficio y el proceso crítico prácticamente no se produce. No hay un mercado organizado y el arte contemporáneo resulta invendible.

La producción local ha tenido y tiene muy bajos niveles de visibilidad nacional, excepto algunos artistas que trabajan en Buenos Aires. Además no hay suficientes publicaciones que den cuenta de un devenir histórico ni estético de lo que ha pasado en los últimos 150 años.

ED relevó entonces diversas obras de un gran número de artistas cuyos conceptos, oficios, imágenes, acciones, discursos, gestiones y demás, tuvieran algún punto de contacto con el proyecto curatorial de la colección y con el perfil del Macro. Rescató y recontextualizó un conjunto de propuestas que cuestionaron la institucionalidad mendocina. Fijó lo contemporáneo como una categoría de divergencia. Incluyó además a las nuevas tecnologías, el neoconceptualismo, las neogeometrías, lo popular callejero, lo proyectual, los graffitis, las intervenciones.

De allí que en el relevamiento entraron artistas de más de 80 años cuyo trabajo no ha sido debidamente difundido y documentado y que se han convertido en referentes obligados de las nuevas generaciones, como Marcelo Santángelo y Luis Quesada. Ambos, desde lugares distintos, han insistido a lo largo de sus múltiples funciones en el ámbito de la cultura (docencia, gestión, teoría, exposiciones) en propuestas divergentes.

Entraron también artistas de las generaciones siguientes. Mica, que tiene una larga trayectoria en la realización de instalaciones. Héctor Romero, con objetos que han ido incluyendo paulatinamente elementos informáticos o lumínicos. Miguel Gandolfo y Federico Calle con una abstracción geométrica de mucha complejidad técnica y visual. Egar Murillo adherido a tendencias trasvanguardistas con temáticas ligadas a la cultura popular. Susana Dragotta con sus objetos derivados del textil, el vestuario y el disfraz. Mariana Mattar con un conceptualismo ligado al texto.

El otro grupo lo constituye un conjunto de artistas muy jóvenes, desligados de las tradiciones, formados e informados en el cúmulo de publicaciones accesibles en revistas, libros, catálogos, Internet. Más homogéneo, estos artistas producen desde lo múltiple, incluye el graffiti, el video, el arte digital, la intervención, lo prefabricado, la pintura. Es una generación preocupada por estar en sincronía con lo internacional: Mariano Fiore, Mario Ferrón, Andrea Barrera Mathus, Alejandro Talquenca, entre otros.

El resultado es un conjunto también ecléctico, contenible cómodamente en el todo vale de la época. Es un pequeño y específico recorte de la gran cantidad de artistas que tiene Mendoza. Podrá verse en el Macro desde este año 2006.

* Artista plástica y crítica de arte de Mendoza.

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Oíd mortales... sonidos sordos, de Mica.
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