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Martes, 22 de noviembre de 2011

PLASTICA › GRAMAJO GUTIéRREZ (1893-1961) EN LA FUNDACIóN OSDE

Sobre un gran pintor redescubierto

Una muestra antológica de Alfredo Gramajo Gutiérrez permite redescubrir a un gran artista, que fue “el pintor nacional” de los años veinte del siglo pasado, pero cuya obra, luego de su muerte, fue insuficientemente difundida y poco reconocida.

 Por Fabián Lebenglik

El Espacio de arte de la Fundación OSDE presenta la muestra antológica Las cosas del creer-Estética y religiosidad en Gramajo Gutiérrez, con curaduría de María Inés Rodríguez y Miguel Ruffo, a modo de redescubrimiento de este gran pintor y dibujante argentino que vivió entre 1893 y 1961. Aunque su estilo personalísimo causó inicialmente polémicas entre la crítica, a partir de la década del veinte, Gramajo Gutiérrez fue bautizado por Leopoldo Lugones como “el pintor nacional”, pero luego de su muerte se transformó prácticamente en un desconocido. Para quien nunca ha visto sus pinturas, esta muestra resultará de enorme impacto. El abanico que recorre sus obras va de lo documental a lo fantástico y de lo antropológico al realismo mágico. Gramajo Gutiérrez tiene un conocimiento de la cultura popular, un manejo del color (que por momentos anticipa el pop) y un apego por el detalle (por cada brizna de pasto y cada arruga de la cara), que su obra provoca un interés inmediato. La religiosidad –punto de partida de la exposición– tiene más que ver con las síntesis, mezclas y sincretismos de la espiritualidad popular, que con la ortodoxia de los oficios y en este sentido la pintura sobre ciertos momentos de ritualidad religiosos resultan reveladoras condensaciones de símbolos, culturas y prácticas.

Alfredo Gramajo Gutiérrez nació en Tucumán en 1893, se mudó a Buenos Aires poco antes del Centenario, se formó artísticamente en cursos tomados en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y asistió a talleres hasta que en 1917 se recibió de profesor de dibujo. Trabajó toda su vida en los Ferrocarriles, lo que le permitió viajar por el país y volver una y otra vez a Tucumán y a las provincias del Norte.

Los paisajes de Gramajo Gutiérrez tienden a la completud, porque exhiben una mezcla de registro humano, relevamiento topográfico y mirada detallista de lugares y situaciones. En cada escena el pintor busca agotar descriptivamente lo que muestra hasta el punto de incluir los estados de ánimo, así como los mitos y leyendas populares.

El capítulo de la “canonización” de Gramajo Gutiérrez por parte de Leopoldo Lugones es así explicado y valorado por María Inés Rodríguez y Miguel Ruffo: “Lugones, instituido en una fuerza central del campo intelectual argentino, empeñado en construir desde su singular y controversial modernismo una identidad nacional en términos poéticos, culturales, lingüísticos e incluso étnicos, había obtenido el lugar del poeta nacional. Era entonces la única, verdadera y legítima autoridad capaz de legislar sobre el lenguaje y la cultura. En su extenso artículo ‘El Pintor Nacional’, en las páginas de La Nación, Lugones afirmaba: ‘Sabe vivir la humanidad de la patria’. Así, desde una temprana valoración de la destreza artística de Gramajo, instalaba las claves de una genealogía en el ‘realismo cuasi grotesco, en su realismo siniestro (...) del gran arte español’ y realizaba una lectura de su obra que lo definiría y trascendería”.

Apenas se había lanzado al campo artístico en 1920 se publicó un reportaje en el que el periodista le pregunta al pintor y dibujante: “Usted se complace en pintarnos la vida dolorosa y amarga. ¿Es una tendencia espontánea de su temperamento?”. Y GG responde: “Es el libro abierto de mi vida. Nací en un paisaje gris, en un poblado tucumano, donde el diablo andaba suelto saturando al paisaje con su aliento e induciendo a los vecinos a cosa de brujería”. Del realismo a lo fantástico en un solo paso.

Según escriben los curadores, GG “estaba inmerso en el clima renovador y revolucionario de los pintores que provenían de Europa, tanto de los que se mantenían en los márgenes clásicos –por ejemplo, el joven Spilimbergo o el ya maduro y americanizado Sívori–, como también de los emergentes y revolucionarios –Del Prete y Xul Solar–. Se vinculó con Antonio Berni, militante de un original realismo social, y con otros artistas que luego fueron seguidos por las vanguardias del cuarenta”.

Entrada la década del veinte, Gramajo Gutiérrez fue haciendo pie en el ambiente artístico y cultural, gracias a la participación en salones locales e internacionales. En 1926 ganó el Primer Premio y Medalla de Oro en la Exposición de Sevilla. En 1928 obtuvo el Primer Premio Municipal y en 1938 el Premio Nacional Eduardo Sívori. Ganó dos años seguidos (1938 y 1939) el Segundo Premio Nacional y en 1954 recibió el Gran Premio de Honor del Salón Nacional (1954). Murió en 1961, en Olivos, provincia de Buenos Aires.

La muestra incluye documentación que ayuda a conocer la vida y exposiciones del artista; además de bocetos y objetos de su taller, que ofrecen al visitante un acercamiento para comprender su método de trabajo.

Visitas guiadas: los miércoles a las 18 y los sábados a las 17.

* En el Espacio de Arte de la Fundación OSDE, Suipacha 658, 1er. piso, de lunes a sábado, de 12 a 20, hasta el 14 de enero de 2012. Entrada libre y gratuita.

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Sandías y melones (Vendedoras de la estación), 1954. Oleo s/madera 60 x 70 cm.
 
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