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Martes, 29 de noviembre de 2011

PLASTICA › BLANCO SOBRE BLANCO, UNA NUEVA REVISTA SOBRE ARTES VISUALES

Monocromo, arte y naturaleza

Acaba de aparecer el primer número de una revista que ofrece lecturas y miradas críticas en torno de las artes visuales. Uno de sus artículos, del artista y teórico Eduardo Costa, hace honor al título y se remite a la monocromía.

 Por Eduardo Costa *

En arte, los monocromos tienen una existencia que se asocia inevitablemente con la modernidad. Aparecen en pintura cuando el cuadro comienza a volverse interesante como objeto en sí, independiente de la representación que remite siempre a otra realidad. Los primeros son tal vez los monocromos rusos: Kasimir Malevich (Cuadrado blanco sobre fondo blanco, 1918) y Aleksandr Rodchenko (Tríptico de monocromos, 1921).

Con respecto a estos ilustres ejemplos, debemos indicar que son obras de índole conceptual y que constituyen monocromos propiamente dichos, o sea pinturas, primero al óleo y más tarde también al acrílico, que muestran un solo color, a veces con variaciones que incluyen diversos porcentajes de blanco y raramente de otros colores.

Algunas muestras recientes han incluido monocromos que no son pinturas, por ejemplo una escultura de acero o de mármol, pero dichas inclusiones me parecen en parte inapropiadas. Ignoran el hecho de que el monocromo adquiere su sentido pleno cuando un material (la pintura, por ejemplo) nos permite elegir entre muchos otros colores posibles, y no cuando para un material determinado existe un solo color, como en el caso de un cierto metal, madera o piedra.

Si podemos usar en una composición varios colores que muestran posibilidades de un único material básico y no lo hacemos, concentrándonos en cambio en un único color, el espectador puede ver en nuestra obra una intención extrapictórica. El monocromo puede estar cargado de sentido religioso, puede intentar transmitir mero ascetismo, puede llevar a la pintura una tendencia de otro estilo artístico (como el minimalismo), puede avanzar con respecto a su propia tradición, puede proclamar el triunfo de un cierto tipo de gusto (el ordinariamente kitsch, el elegantemente clásico, el austeramente mínimo, etc.). También hay monocromos que proponen nuevos estados sentimentales, colores a veces hermosamente suspendidos en una zona moral y de gusto aún no explorada y que son los que deleitan en particular a los artistas. Aquellos colores a los cuales ningún significado específico puede asignarse pero que halagan la percepción, o revelan aspectos desconocidos de la compleja e ignorada fuerza brutal del color. Los artistas rusos inventan, por ejemplo, el monocromo pero continuando y respondiendo a la tendencia común en el cubismo de llevar el cuadro hacia un solo color (en general el marrón, con tonos de beige y blanco amarronado).

El origen de la idea del monocromo puede rastrearse en el mundo natural. La naturaleza presenta muchos casos de monocromos. Pensemos en monocromos blancos: palomas, garzas y cisnes blancos, rosas blancas, jazmines y alelíes blancos, mármoles blancos, nubes, muchos huevos, la leche, la nieve y los animales que en ella desean disimularse, como búhos blancos, armiños, osos polares.

Entre los monocromos que acabamos de enumerar existen varias subclases. Dos me interesan por ahora, los monocromos que son totalmente blancos, es decir incluso en su interior, y aquellos cuyo color se encuentra sólo en la superficie. El mármol blanco, la nieve, la leche son ejemplos en la lista anterior en los cuales sin duda la blancura es integral a todo el objeto. En los animales, por supuesto, la blancura oculta una masa donde se encuentran los colores de la carne y la sangre así como algunos aspectos blancos internos: dientes, huesos, el blanco de la esfera ocular.

La leche y el semen conservan su color a través de las distintas especies animales, a pesar de los colores que su superficie externa pueda presentar. Mujeres y hombres negros, o blancos, gatos negros o blancos, o de varios otros colores, pero semen y leche siempre blancos. Y sangre siempre roja.

Si pensamos en otros colores de monocromos naturales, visualizaremos muchos pájaros negros, serpientes, arañas, el carbón, piedras negras, cascarudos, mariposas, peces. El verde parece enorme aunque no limitado sólo a las plantas, y paradójicamente es el color más difundido debido a este hecho. Hay pájaros verdes (los loros son un ejemplo amigable) y también garzas verdes, muy escasas, algunos picaflores cuyo monocromismo imita en defensa propia el color de las plantas que lo rodean.

Mi contribución a la tradición de los monocromos, es haber hecho por primera vez lo que puede considerarse verdaderos monocromos. Son cuerpos hechos de pintura acrílica que mantienen en todo su volumen el color que tienen en la superficie. No son como los monocromos propiamente dichos, una simple capa de pintura aplicada sobre una construcción de tela, madera, etc. de colores diferentes. Por ejemplo, mi primer cubo negro (1999, 30 cm aprox. lado, Col. Patricia Cisneros, Caracas), al estar hecho totalmente de capas de pintura acrílica, mantiene el color de su superficie en todo su volumen. Por supuesto, la percepción de esta masa de color no es retiniana (salvo en los pocos casos en que, durante mis performances didácticas, corto los volúmenes para mostrar su interior al ojo de la audiencia). No es una percepción del ojo, pero sí una realidad imaginaria que configura una nueva experiencia artística derivada también de la simple comprensión de los monocromos naturales.

Después de los cubos y cuñas que adquirieron su volumen a través de capas de pintura de un único color, produje esferas, extraños triángulos, rectángulos de 10 o más centímetros de espesor, discos (100 cm de diámetro por 10 cm de espesor aproximadamente) y objetos tales como un par de vestidos, pinturas abstractas monocromas de poco espesor pero ya separadas de la tela, algún jarrón, un par de mesitas para los lados de un sofá, y últimamente tres sillones usables de tamaño real y 80 kg de peso cada uno. Con estas piezas extremas espero haber generado un avance un tanto brusco pero inspirador, que haya inventado un camino dentro de la rica tradición de los monocromos.

* Artista visual. Pionero en la reflexión y la práctica del “arte de los medios” en los años ‘’60, desarrolló su carrera internacional en la vanguardia neoyorquina y carioca. Desde 1994 trabaja con “pinturas volumétricas”, objetos constituidos en su totalidad con pintura acrílica. Desde 2003 vive y trabaja en Buenos Aires. Texto de la revista b/B.

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Una de las pinturas volumétricas de Eduardo Costa.

Monocromo negro, de Eduardo Costa.

Cuña blanca, de Costa.
 
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