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Martes, 12 de junio de 2012

PLASTICA › EXPOSICIóN DE FERNANDO CáNOVAS EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA

A la búsqueda de un punto de fuga

Después de cinco años de no exponer en el país, este artista argentino de carrera internacional vuelve con una muestra en la sala mayor del Centro Recoleta, en donde presenta dos series de pinturas recientes y dos instalaciones.

 Por Fabián Lebenglik

¿Cómo desarticular una estructura pictórica? Esta parece ser la cuestión que intenta resolver la nueva muestra de Fernando Cánovas en el Centro Cultural Recoleta.

Cánovas nació en Buenos Aires en 1960 y se mudó a París a comienzos de los años ochenta. Hizo una carrera internacional y en los últimos años vivió entre París, Nueva York y Buenos Aires.

Hasta su última muestra porteña, hace cinco años, el artista venía trabajando largamente en sus pinturas en una serie de grillas, cuadrículas, redes, estructuras que surgían de fondos caóticos y magmáticos. Esta imagen reticular que tomó distintas formulaciones, materiales y formatos podía pensarse como pautas y divisiones del espacio virtual de la tela.

La serie, como la que abre la muestra que presenta en estos días –a modo de continuación de su anterior exposición local–, presenta una inquietante repetición de esquemas, perspectivas, formas perimetrales, recorridos, idas y venidas, repeticiones, colores (fundamentalmente rojo y blanco), texturas, distancias, escalas, tamaños, agrupamientos. Varios de estos componentes de la imagen funcionan al modo de una instrucción de cómo deben ser vistas las propias series; proponen un orden de la mirada, un determinado modo de organización del espacio. Por otra parte, las superficies de sus cuadros son engañosas en cuanto al lugar de lo involuntario y azaroso que a veces se sugiere con gran dominio técnico. En sus telas se cruza, en distintas dosis, una deliberada mezcla entre voluntad y accidente, trabajada al detalle.

Esa superficie a veces se extiende en la tridimensión, con estructuras reales ad hoc que no hacen más que ratificar este proceso a modo de proyección sobre el espacio real. En este caso la estructura conforma una realidad física por fuera de la tela, pero al mismo tiempo integra la pintura, de un modo –al mismo tiempo– notorio y disimulado, jugando con la superficie, el volumen, las capas de pintura, los bastidores superpuestos.

En la instalación Pinturas conectadas, realizada especialmente para la muestra, Cánovas sintetiza aspectos de su lenguaje: los cuadros dialogan entre sí, se exceden a sí mismos; cada pieza se propone como serie y como parte de algo mayor. Por momentos la estructura “interna” del cuadro continúa “externamente”, y de esta manera interior y exterior forman parte de la propia obra. Es una serie abarcadora, que avanza sobre el espacio de las paredes de la sala. Fuertes ejes de simetría proponen estructuras aparentemente simples, pero también producen abismos lógicos y espacios incluidos dentro de otros espacios.

La serie más reciente, Splash, evoca fluidos, chorreaduras, paisajes abstractos, combinaciones cromáticas chirriantes y formas azarosas, siempre al modo de un magma pictórico surgente, descontrolado. Este conjunto de telas busca el contrapunto con la serie inicial, aquella que abre la exposición. Pero en Cánovas lo que luce fuera de control lo hace a modo de espejismo, dado que está también fuertemente contenido.

Muchas de las estructuras y de la pintura en general de Cánovas (incluida la serie Splash y sus explosiones diseñadas) resultan claustrofóbicas. En este punto, un proceso de condensación y geometrización fabrica una metáfora del encierro y una reflexión sobre la libertad territorial. En esta interpretación, donde se habla de limitaciones, finitudes y condicionamientos, la obra puede pensarse como metáfora de la politización del espacio.

Es decir que si se recorriera toda la serie podría decirse que allí se aborda en clave tanto el espacio orgánico como el arquitectónico, urbano y político, hasta llegar incluso al incierto espacio del cosmos.

Las estructuras de Cánovas conforman un sistema dinámico, omnívoro, ávido de inclusiones, recorridos, formas, texturas, escalas, colores. Las estructuras evocan una interminable red que desde el fondo hasta la superficie genera, arrastra y exhibe distintas huellas. Sobre los fondos magmáticos y difusos siempre hay estructuras que se recortan nítidas, hipnóticas, organizadas. Caos y orden constituyen instancias experimentales, tentativas, que conviven y se alternan. Por momentos se confunden, se superponen, se interfieren, volviéndose una sola.

El título de la muestra, Polaridades, incurre en un error conceptual, porque la instalación de grandes dimensiones titulada Punto de equilibrio, hecha de ramas pintadas de blanco y secciones de troncos, busca precisamente lo que señala su título. Se trata, más precisamente, de una exposición que con esta instalación de troncos y ramas quiebra la noción de polaridad, proponiendo una tercera posibilidad, volumétrica, desarticulada, que en su vastedad intenta liberarse de las estructuras fuertemente contenidas y controladas de las demás series. La instalación Punto de equilibrio coloca de manera paradójica a las dos series pictóricas anteriores (Pinturas conectadas y Splash) como continuidades de un mismo proceso con el que esta nueva instalación intenta romper, desde otro lugar, por fuera del sistema preexistente.

Esta instalación supone la puesta en escena de un salto en el método “paso a paso” (de una serie a otra) y en lo claustrofóbico y contenido que hasta ahora venía realizando el artista. En su desestructuración liberadora, en su falta de organización, está la clave de un estallido. Como propuesta metodológica, siempre resulta revelador analizar un sistema a través del componente anómalo, irregular, extraño, como el del Punto de equilibrio. Tal vez allí, más que de un punto de equilibrio se trata de un punto de fuga.

* Polaridades, de Fernando Cánovas, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 22 de julio. Entrada libre y gratuita.

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Vista parcial de la serie de pinturas de Cánovas que abre la muestra en el Centro Recoleta.

Punto de equilibrio, instalación de Cánovas.
 
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